Son demasiados años y cuesta no emocionarse al escribir estas notas. Buenos Aires y CELCIT se convirtieron en sinónimos y durante años, décadas, CELCIT se llamaba Septiembre y a veces Mayo o Abril pero siempre Septiembre encandilado, colocado en el calendario, como un sueño permanente de esos que todo teatrero necesita para sentirse inspirado, febril, contagioso.
CELCIT significaba encuentro, amistad, diálogo permanente.
Ir por encima de Los Andes a este aterrizaje tan hermoso donde se levantaba el toldo de un taller casi nada más aterrizar para trabajar con alumnos y alumnas brillantes, dispuestas a aceptar el juego con las reglas del dramaturgo firmante, siempre investigando qué significaba crear, escribir, esa maravillosa casualidad que de las palabras salga una escena.
Trabajamos sobre la dramaturgia y lo onírico, sobre las neurociencias, sobre la dramaturgia de la imagen y sobre todo en lo que yo llamaba las obras dañadas y que siempre me ocultaban una promesa perdida que era bellísimo descifrar con los inscritos.
Alguna vez en uno de esos ejercicios casi suicidas, se incendió una cabeza literalmente y sentí que en esa imagen de la cabeza de utilería en llamas se firmaba una mirada sobre la escritura dramática de la que no me desprendería nunca. Pensar con una antorcha como en un verso de Esenin. Llegar al subterráneo de Moreno con el fuego en la palabra y convertir cada línea en el más hermoso peligro.
Aprendí mucho enseñando en el CELCIT.
No solamente aprendí a enseñar, aprendí a escribir y también a actuar.
De esos paseos por Buenos Aires con el centro en Moreno entraba y salía de una siempre agitada cartelera de la cual con el tiempo nos volvimos parte.
Llevamos LA SECRETA OBSCENIDAD DE CADA DIA y obtuvimos el Premio Saulo Benavente a la mejor obra extranjera del año, llevamos MADRID/SARAJEVO y el director se emocionó cuando reconoció entre el público a Quino o su espejismo.
Sentí el éxito rotundo de MONOGAMIA dirigida por Carlos Ianni que estuvo en cartelera años, así, a la argentina.
Vivimos experimentos como ODISEO.COM con conexión Brasil/Argentina en un juego de vínculos y telespectadores que aún no termina de sorprenderme.
En los pasillos de la sede de Moreno convocamos otros montajes recordando con cariño LOS PAJAROS CANTAN EN GRIEGO, un café y la aparición de TELEMACO, mensajes cruzados y EL ANGEL DE LA CULPA que conocería montaje en el Abasto y premio para Osmar Nuñez.
Se iba y se venía por Buenos Aires con ese centro candente que era CELCIT.
Disfrute aparte era la sensación de tener una casa en la biblioteca infinita de CELCIT desde la publicación de EL CONTINENTE NEGRO que incluyó una autoentrevista, un ensayo afiebrado y medio loco del cual aún me llegan googlecitas.
Además de ese destino alegre que era escribir y publicar en CELCIT abiertos a Hispanoamérica replicando estrenos a lo largo de este mágico hipercontinente.
Pura dicha, qué más quiere uno.
Pero vino la pandemia y fue triste. Seamos honestos. El zoom funciona y se agradece pero también conocí la enfermedad, una después de la otra y la dificultad duplicada.
No he vuelto desde esos días a San Telmo.
Así de largos y así de feos los días.
Nos comunicamos con la pobreza del mail y la menesterosa alegría breve del chat.
Todos los años nos hemos dicho con mi mujer: este año al CELCIT. Este año a San Telmo, este año a Buenos Aires, este año al Mundo. CELCIT mediante.
La historia y la Historia han hecho lo suyo complicando las cosas sin dejar de escribir, sin dejar de pensar, aún con una antorcha en la cabeza, aún con un sueño compartido y hermoso.
Ha sido nuestra casa. Ha sido nuestra dirección postal, nuestra casa de cambio emocional, nuestro sueño porfiado y tenaz.
Es.
Este año a Buenos Aires.
Y el café y las conversaciones y los amigos entrañables. Me dicen que no se puede por ahora actuar en la sede de Moreno. Una casualidad que ya veremos como esquivar.
Hemos escrito estas líneas. Huelen todavía a fuego.
Mi última obra, del año pasado, ya conocerá el viaje transandino. Mi último montaje, presto en unas semanas más, ya dará el salto.
Carlos Ianni y compañía no lo saben. Una vez más les caeremos por asalto. Felices de ser parte de este sueño delirante y duradero.