Viviana López Doynel es fundadora, presidenta y directora artística de la sala teatral “El Umbral de Primavera”, desde 2014 hasta la actualidad, en el mítico barrio de Lavapiés. Es hija de Francisco Solano López, célebre dibujante y co-creador de El Eternauta. Nos habla de sus inicios en la actividad teatral en Buenos Aires y del recorrido que la llevó a gestionar hoy uno de los teatros independientes más icónicos y prestigiosos de Madrid. Generadora de la Asociación Lavapiés Barrio de Teatros, esta creadora argentina es un ejemplo de multiplicidad creativa y de que la acción teatral es siempre una identidad más allá de cualquier frontera.
Desde tus inicios en Buenos Aires hasta tu consolidación en Madrid, ¿qué influencias artísticas y vitales sentís que han marcado tu recorrido teatral?
En Baires, mi primer maestro fue Lito Cruz. En ese momento sólo contaba con 17 años, todavía estaba en el último año del secundario. Las clases se realizaban en un sótano de la calle Corrientes los viernes a la noche. Yo era la más chica. Tengo muy presente el trabajo de acciones físicas con Lito. Se me quedó grabado un montaje suyo como director, donde no se decía una sola palabra. Eso me marcó más de lo que era consciente. Debido al momento político, mi familia estaba aterrada. Mi hermano se tuvo que exiliar a España y en el colegio teníamos compañeros desaparecidos. Así que al terminar el secundario me regalaron un viaje a Europa que terminó durando 6 meses de libertad y experiencias inolvidables. A la vuelta de ese viaje, conocí a Antonio Mónaco por un montaje en el Teatro Payró, un referente en esa época, y decidí estudiar con él. Coincidió también que ese año Antonio cambia de estudio y nos mudamos al Teatro Picadero, mientras se realizaban las obras para su apertura. Una locura que recuerdo con humor. Quise independizarme, busqué trabajo y terminé viendo sola y luego con una amiga del teatro en La Boca. Eran tiempos convulsos. Mi mejor amiga se fue a vivir a España y yo empecé a fantasear con la posibilidad de seguirla. Y terminó sucediendo. Me vine con 20 años recién cumplidos. Ya en Madrid recibí una carta de un amigo del alma y del teatro con un recorte de prensa donde leí la noticia del atentado al Teatro Picadero que me marcó profundamente. Solo a la distancia y el tiempo, una puede ser consciente de las influencias o coincidencias de la vida. Algo inexplicable que me conmueve, es el paso del tiempo.
¿Cómo fueron evolucionando tus trabajos escénicos a lo largo de estos años, entre dos culturas tan ricas, pero distintas como la argentina y la española?
Madrid me abre la posibilidad de trabajar en Teatro de Calle Compañía Lejanía, dirigido por Ricardo Iniesta. También Mauricio Celedón forma parte del equipo. Chileno con formación en mimodrama. Actualmente, desde hace más de 30 años, vive en París y tiene su compañía de calle y teatro físico, Teatro del Silencio. A modo personal, fuimos pareja y nos seguimos hablando después de tantos años. Es así como formé parte de una aventura con un equipo de jóvenes para realizar una gira por Andalucía con un espectáculo para niños y talleres infantiles. La gira es por pueblos muy pequeños donde nunca había llegado el teatro, todo un acontecimiento y fiesta. No olvidemos que en esos años, 1980 y 198, con la vuelta de la democracia después de 40 años de Franquismo, todo estaba por hacer. Un verano de emociones y experiencias. Conozco Lavapiés, un barrio popular y combativo. Sus bares y el Teatro Olimpia como lugar emergente. Por entonces conocí a mi futuro maestro y director, Antonio Llopis, de Teatro de la Danza. Me invitan a ver una versión de teatro y danza de Diario de un loco de Gogol en el Teatro Olimpia, que posteriormente se repuso y en la que tuve el lujo de participar. Para mí fue emocionante, imagínate. Volviendo al Teatro Olimpia, se convertirá en referente de piezas y festivales de Nuevas dramaturgias, Danza contemporánea y Festival internacional, en el barrio de Lavapiés. Actualmente Centro Dramático Nacional. En ese año, 1981,Teatro de la Danza abre una escuela de entrenamiento para danza contemporánea y formación actoral en la que no dudo en comenzar mi incursión en la danza Y es así como en 1983 me convocan para formar parte de su Compañía y estrenar Fausto de Goethe en el mismo Teatro Olimpia. Al tiempo me incorporé en la escuela y eso me permitió, durante 10 años, desarrollar mi parte docente. Algo impensable en mis inicios en el teatro. Hubo en esos primeros años un viaje a París que ahora a la distancia recuerdo como mágico. Sucede en verano. Realicé un intensivo con el Piccolo de Milano y pude conocer la Comedia de Arte. Esto me motivó para volver a París, por unos 6 meses aproximadamente, para estudiar con Etienne Decroux, maestro de mimodrama y estar en su pequeña escuela en la afueras de París; él ya era muy mayor. Pude entrenar por primera vez la técnica de Martha Graham con un discípulo suyo y siempre la danza clásica como base fundamental de mi formación y entrenamiento. Los recuerdos se agolpan y otra de las emociones que guardo de allí fue acceder a espectáculos y espacios que jamás pensé conocer, como el teatro en París de Peter Brook. También conocí el maravilloso espacio de Ariane Mnouchkine, dónde me abrió un mundo de emociones con sus obras en ese momento. Y como algo especial, descubrir a Pina Bausch a la que no conocía ni entendía por mi poco conocimiento de su trayectoria.
El Umbral de Primavera es un teatro independiente que ya lleva muchos en Madrid, algo realmente difícil de sostener. ¿Cómo nació este proyecto, por qué elegiste el barrio de Lavapies y qué desafíos implicó sostenerlo en el tiempo?
Desde hace once años que lo venimos sosteniendo con Israel Giraldo, mi amigo, socio y antiguo alumno mío, junto con Verónica Doynel y Marianela Pensado, dos amores para esta historia. Es importante tener en cuenta mi regreso a Buenos Aires en 1994. Nace mi hijo en el 93 y era importante para mi tener contacto con mi familia y necesitaba un cambio después de esos diez años con la Compañía Teatro de la Danza. Buenos Aires en esos años era una fiesta de teatro permanente y los espacios alternativos vibrantes de propuestas y cambios de miradas y formatos. Hasta que en el año 2002, después del corralito, decido regresar a Madrid; después de 8 años la sentí muy cambiada, tanto en lo social como en lo teatral. No me voy a extender pero quiero destacar el endeudamiento de la gente con los bancos y el consumo vertiginoso. Yo venía del corralito, se entiende, ¿no? Pero personalmente sentí que el teatro que veía no me representaba, salvo pequeñas excepciones. Luis Olmos, fundador y director de la compañía Teatro de la Danza, generosamente, me invitó a participar en un montaje de la Compañía de Teatro Clásico como coreógrafa y bailarina y fue una experiencia inolvidable. Me incorporé también en la escuela de Teatro .de la Danza y en una escuela nueva, La Base. Pero a los tres años esto se acaba y necesito pensar por mí misma. Jamás había pensado en iniciar un emprendimiento propio. La crisis con el teatro no estaba en mi cabeza y algo así me pasó. Subirme al escenario sin estar enamorada de lo que hacía no me hacía bien. Es así como imagino y desarrollo un proyecto de Bar Cultural con el que pude sostenerse y a la vez generar encuentros artísticos y performativos y no sólo en teatro, al que llamé LavarteBar. Necesitaba financiación y me obligó a desarrollar cada detalle. Y sin quererlo terminé abriendo el espacio en Lavapiés. Una vez más la crisis me atraviesa en 2008 y me asocio con otra gente. Hasta 2010 y 2011 no sentimos el golpe del cambio que se estaba dando. En esos 8 años con el bar, me acompañó mi querida sobrina Vero en la comunicación y conectada de siempre con el teatro. Yo tuve una web desde los comienzos en 2005, inusual aquí para ese momento. En 2011, con Vero tuvimos un año para hacer un cierre digno del bar y elaborar un nuevo emprendimiento. Es así como Vero propone Los Cafés Teatrales, algo que también realizó estando en Baires. La crisis del sector teatral en esos años obliga a buscar alternativas, algo que conocemos muy bien como argentinas. Los Cafés Teatrales son un éxito y nos pone en contacto nuevamente con el sector. Se abren espacios teatrales alternativos en lugares no habituales y las nuevas dramaturgias y directores y directoras son parte del proceso de cambio hasta el día de hoy. De esos lodos estas aguas, El Umbral de Primavera, una isla como nos definimos y aquí estamos.
Mirando hacia atrás, ¿qué te permitió o te exigió Madrid que quizás no hubieras encontrado en Buenos Aires? ¿Qué te dio y qué te costó como artista migrante?
El sector teatral está muy golpeado y yo me siento parte de esa marginalidad y auto explotación. Lo que nos hace fuerte es cuidarnos. Sin amor y respeto no seríamos coherentes con el riesgo que supone embarcarse en un proyecto artístico y no sólo hablamos de nosotras; sumo a las compañías y colectivos que desean estar en nuestro espacio. Lo hemos construido todas y todos a pulmón. En esto no siento diferencia con mi tierra. Es más, somos un referente de resistencia. Por eso el Teatro Argentino es un referente aquí también. España también tuvo sus momentos de lucha por la democracia y los valores esenciales para reconstruirse.
Después de tantos años afuera, ¿cómo llevás la distancia con Argentina? ¿Qué lugar ocupa hoy en tu vida y en tu trabajo Buenos Aires?
No soy nostálgica, pero sí me siento dividida en mi interior. Mi gente querida está casi toda allí y con los años que tengo los necesito más. Con todo lo que acontece en este momento en las dos orillas no es fácil. El “Umbral de Primavera” es un puente para abrir contactos e intercambiar experiencias; experiencias en las que, sin dudas, será el amor lo que nos salve de tanto odio. Desde que abrimos en 2014 acogemos compañías de allá y esto significa mucho para mí. Todos los años organizamos, con mucho esfuerzo de las dos partes, el Ciclo Argentino, algo inimaginable en su momento.
Para finalizar la entrevista le pregunto a Viviana acerca de su padre, Francisco Solano López, cocreador de El Eternauta, que en su formato llevado a serie es hoy un éxito mundial. Al preguntarle acerca de la influencia artística que tuvo su padre me dice que en el contexto actual del planeta su difusión es más necesaria que nunca, que para ella es un honor enorme que se le reconociera en vida y que, si estuviera acá, sería tan humilde y sabio como siempre fue; amó su trabajo y eso lo salvó.
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