La obra, en apariencia sencilla, se centra en un episodio de índole doméstico: un niño de solo dos años de edad es mordido brutalmente por Barrabás, la mascota de la familia. Este trágico episodio es presenciado por Muriel, madre del infante; el padre, Tomás, no se encuentra en el país. Toda la obra transcurre en una eterna analepsis que lleva a los personajes a revivir el fatal suceso.
Cuando afirmamos que este texto parece sencillo, lo hacemos para destacar la excelente labor dramatúrgica de Neukirch, ya que el texto cuenta con una gran complejidad interna de composición. El intertexto bíblico, presente desde el título, invita al espectador a establecer un paralelismo con la historia de Barrabás, el ladrón liberado en tiempos de la crucifixión de Jesús.
El Barrabás de cuatro patas, ausente en la escena pero presente en el discurso, será el elemento detonante de una pareja que se dirige lentamente a su deriva amorosa. Con la llegada de Tomás a su país luego de una estadía en Jerusalén, comenzarán los reclamos permanentes, se producirá el desenmascaramiento de las verdades ocultas y vivenciaremos momentos de brutal violencia.
La casa, al igual que la pareja, expone signos de deterioro: pisos agrietados, paredes húmedas y fallas en la iluminación.
La obra, que se sostiene en los parámetros de la tragedia clásica, escenifica una situación compleja en la cual somos interrogados sobre nuestras propias creencias y convicciones, donde cada uno se cuestiona hasta qué punto somos capaces de sostener lo insostenible, hasta dónde nuestras convicciones se sostienen ante situaciones límite y cómo se mantiene la fe ante actos de tamaña brutalidad.
La destacada actuación de Estefanía Acosta y Lucio Fernández llevan a que los espectadores nos mantengamos en perpetua atención, con nuestros sentidos activos y a la espera de la resolución del conflicto.
Barrabás nos interpela como comunidad y nos invita a reflexionar sobre nuestras estructuras afectivas y la manera en que nos enfrentamos a lo irreversible. Con pocos elementos escenográficos, Neukirch nos sumerge en una tragedia contemporánea donde la culpa, la fe y el destino se entrelazan en una tensión permanente.
Ficha técnica
Texto y dirección: Stefanie Neukirch.
Espacio escenográfico y luces: Ivana Domínguez.
Espacio escenográfico y vestuario: Mariana Pereira.
Asistencia de dirección y composición musical: Mané Pérez.
Espacio sonoro y realización: Juan Chao.
Diseño gráfico: Nicolás Batista.
Fotografía: Lucía Silva.
Comunicación y difusión: Beatriz Benech.
Producción general: Lucía Etcheverry.