“Oye, no trates de competir con los que han llevado este género a otro nivel.
Hambre y sueño es lo que usted tiene…Acuérdese de eso”
Pam-Pam (Canción), Wisin & Yandel.
New York. – Una vez más el reconocido dramaturgo y director Carlos Canales (1955, Río Piedras - Puerto Rico), estrenó recientemente el unipersonal El Reguetonero, dentro de la programación del decimoquinto Micro Theater Festival de Nueva York, organizado por el Teatro SEA, el día 21 de junio en el Teatro Círculo. Escritor que se arriesga de nuevo con su particular agudeza dramática para crear otra vez esa sintonía con el público de la gran manzana como lo ha venido haciendo en los últimos años.
El Reguetonero es una propuesta escénica asumida bajo la responsabilidad del mismo autor. Corrosivo, florido y atrevido texto urbano con bastante humor punzante que expone ante el público el ocaso de un cantante de reguetón que ha sido estigmatizado desde hace varios años en las redes sociales con la etiqueta de ser “el personaje más controversial del mundo”.
Al leer el monólogo descubro una irónica alusión de la ambivalencia moral del latinoamericano en el país del tío Sam. ¿Y qué más se puede demandar en estos tiempos? Ya que, para nadie, es secreto que un creador tan versátil como Canales deje estos aspectos sin tocarse y menos de lado.
Del Reguetonero se puede concluir que, es el intento de un poeta por tratar de revelar en toda su dureza que, en pleno siglo veintiuno, algunos hispanoamericanos muestran sin pretextos esos fingimientos del ser/actuar/vivir en tiempos de un evidente detrimento de los valores de la sociedad, realidad que se refleja a través de un lenguaje sincopado.
En cada situación hay una sedición y el personaje del Reguetonero apela a la viveza de cantar recitativamente con una técnica libre que le hace arrebatar o eludir los avatares de las crisis que tocan cada aspecto del maquinado mundo de los cantantes urbanos del Old San Juan.
El Reguetonero pasa a ser allí, entonces, la imagen de este género musical–en este caso, es el protagonista inscrito en la obra que sea el personaje principal de la historia no es nada imprevisto- o en todo caso, es una especie de lobo que acrecienta en la ilusión de lo efímero o, se convierte en oveja negra que deberá lanzarse al éxodo con el fin de sobrevivir en un mundo que colapsa cada vez que suena: ¡Nadie sabe lo que va a pasar mañana! de Bad Bunny.
Con esta premisa estamos conscientes que el Reguetonero, no es testimonio defendido como un juego de naipes. Sin embargo, sí como un texto que habla del sentir y reflexiona sobre un personaje que espera encontrar la valentía de cantar o hablar recitando las liviandades, pero no de manera premeditada, sino más bien con el fin de ser una especie de clara exhortación que muestre los incisivos recovecos de una realidad colmada de crisis y con un supuesto flow que no se vende ni se alquila.
Es decir, en dicho deterioro social el Reguetonero que, es capaz de ser el portador de una voz soterrada de un grupo de exponentes de este género musical urbano que solo ve el escape desde el Old San Juan hacia un quimérico país del Norte como salida/ escape de algo que ha dejado de funcionar e, incluso como peligro/ suerte echada que debe ser aprovechada. El tan añorado “american dream”.
Entonces, en el Reguetonero, o se asume todo como una gran rima, o hay que hacerse de la vista gorda ante el hundimiento moral. Sé, es carne para depredadores oportunistas o se asume ser parte de un tejido que se descompone. Tras los cruces culturales de la trama de la escritura escénica de Canales, se inscribe un personaje que trata de asumir una tibia posibilidad para lograr tales fines. Tal como lo expone, el propio protagonista al final de la obra cuando dice: “Hoy día, yo soy famoso y millonario.”
Sin embargo, las circunstancias se revelan hacia el cierre de cada situación, mostrándonos que hay mecanismos que edifican una moral despojada que, tras su callada degradación, impone a terceros, a actuar en la búsqueda de algo que los salve y, a otros, al tratar de evitar quedar expuestos como supervivientes sociales, presos de esa falsa realidad en la que están.
Texto atrevido y de clasificación de cine RX, es quizás un sesgo de ataque que se deriva de lo situado dramáticamente por la escritura de Canales, agudo creador escénico que sumó visuales y las traspuso en una pertinente maquinación donde cada elemento es trazado con humor, drama, lenguaje trasgresor y hasta poético, todo muy bien pensado. Nada fácil de escribir.
En este sentido, lo atesoró el mismo Carlos Canales que firma como dramaturgo y director, a través de una escritura escénica nada realizable, donde cada escena y situación queda expuesta ante la mirada del espectador para que desentierre los elementos críticos que, en ellos subyacen, pero sin vedar el acento del punzante humor que los encierra.
Puedo afirmar que El Reguetonero, es un ejercicio de escritura de firmeza, bien perfilado a ritmo de reguetón, con un sorprendente uso del lenguaje teatral despojado de toda formalidad verbal y con una planta de movimientos que engancha y compacta las atmósferas a fin que, de ellas, se emana un sentido de fuerza y una acentuación lúdica que envuelve y otorga fluidez al tiempo de la representación se desarrolla.
En cuanto a la respuesta actoral puedo decir que, el histrión se reveló en su intención de plasmar la ferocidad del texto y con articulada sazón tanto en regularidad como en su forma de transmitir la imagen del personaje del Reguetonero. En tal sentido, el desempeño dado por Héctor Luis Rivera fue decisivo en la puesta de escena.
¡Nos vemos, ¡Canales ya sea en Medellín, Norwich, San Juan, Santo Domingo, Caracas o Nueva York, pero de que nos vemos, nos vemos!
¡Ya lo sabes!
¡Rakata! (x3).
Nota: Las referencias de diálogos que aquí se utilizan fueron extraídos del monólogo El Reguetonero de Carlos Canales (escrito entre los días 4 y 5 de abril del año 2024 en Norwich; CT – EEUU).