Emma es una buena actriz que se encuentra al borde de un abismo. ¿Qué nivel de grietas internas debe haber acumulado una actriz para acabar colapsando en medio de una representación? Lo que se ve siempre es la punta del iceberg, el momento del quiebre como espectáculo absurdo de la oscuridad personal. Entonces llega la intervención social, la internación para enfrentar las verdades en el doloroso recorrido de la desintoxicación. En ese espacio de encierro, Emma se ve obligada a vaciarse de todos los personajes que la han habitado para volver a ella. La obra no solo explora el proceso de rehabilitación física, también el laberinto emocional que supone reconstruirse desde las ruinas a través de un relato que transita entre el presente y el pasado. Esta es una obra que habla del desgaste y la resistencia y la posibilidad de reinventarse cuando todo parece perdido.
La obra fue estrenada en el National Theatre de Londres en 2015. Reconocida por su retrato honesto sobre un tema tan complejo, doloroso y solitario como lo es la adicción. En la búsqueda de redención del personaje, los límites entre la verdad y la actuación llegan a tambalearse.
Ensayar la caída
En mis últimos trabajos me he adentrado en los procesos de ensayo, donde todo es fragmento. Donde se duda, se busca, y se discute los signos que van a definir a los personajes en la obra. No se trata de ver simplemente lo que aun no existe, sino lo que activamente se piensa, se trabaja y se disputa en escena. En este caso el timón absoluto está en la visión de Musto. Ella define el tejido que va uniendo cada momento. El montaje ya está en ella y los actores, escuchan, ensayan, reproducen y articulan una conceptualización preexistente. La dirección de Margarita Musto es rigurosa y con un claro sentido de hacia dónde quiere llegar. Decodifica las capas del texto mientras configura la dinámica del movimiento en escena.
Los ensayos muestran cómo Musto insiste en lo físico de la actuación: los cuerpos no solo actúan, también padecen, luchan, se retraen.
La dirección de Musto es externa, brechtiana, no se deja llevar por la emoción. Ella articula con el fin de que la representación alcance un nivel punzante, problematizador del tema en el público.
Un espejo inquietante
Personas, lugares y cosas no es una obra fácil. No lo es para quien la actúa ni lo será para quien la mire. Pero ahí radica su potencia. En estos primeros acercamientos al montaje uruguayo, lo que emerge es una propuesta que promete sacudir, que no se conforma con contar una historia de recuperación, sino que interpela sobre los mecanismos de evasión que todos —no solo los adictos— ponemos en juego a diario.
En un mundo donde cada vez es más difícil distinguir entre lo verdadero y lo actuado, el teatro se vuelve un espacio de sinceridad brutal. Y si los ensayos son algún indicio, este montaje de El Galpón, bajo la dirección de Margarita Musto, se perfila como una interesante apuesta de la cartelera montevideana.
Personas, lugares y cosas va en la sala César Campodónico desde el 25 de octubre los sábados 21 hs y los domingos 19.30 hs
Ficha Artística
Elenco: Silvia García, Camila Durán, Levón, Anael Bazterrica, Sebastián Serantes, Guadalupe Pimienta, Giuliano Rabino, Lucía Rossini, Marcos Flack, Lucil Cáceres y Marcos Acuña.
Escenografía: Gustavo Petkoff. Música original: Leonardo Croatto. Vestuario: Soledad Capurro. Iluminación: Martín Blanchet. Visuales: Renata Sienra. Asistencia de dirección: Lucil Cáceres.

















