En tiempos en que las fronteras, los cuerpos y las lenguas son territorio de disputa, Kassandra vuelve a escena para recordarnos lo que ocurre cuando una mujer habla y nadie quiere escucharla. Sergio Blanco retoma el mito, pero en su versión la profetisa troyana encarna en el cuerpo de una mujer trans migrante. Bajo la dirección de Roxana Blanco y con la actuación de Soledad Frugone, la tragedia se redefine para darle voz al personaje, como un imprescindible acto de resistencia.
De alguna manera su regreso me hace pensar en aquel reclamo de “belleza”, que hiciera un reconocido actor uruguayo como grito de alerta hacia nuestra escena. Retomo la idea, pero pensándola como incompleta aun, porque “un poco más de belleza” no es suficiente si no se sostiene desde el parámetro de la ética política, con atención hacia la emergencia contemporánea. Lo que necesitamos hoy, como conmoción de los tiempos críticos que nos atraviesan, es que esa idea de belleza se teja, obstinadamente, con el valor de lo que necesita ser dicho.
Sin duda el encuentro de estas dos creadoras que, desde hace años sostienen con rigor y talento la escena nacional, despertó mi curiosidad. La trayectoria de ambas se cruza en un texto en el que la tradición dialoga con la actualidad, haciendo posible, en línea con lo anterior, que la puesta estética se vea completada con la dimensión de lo ético.
En esta oportunidad, más que escribir un artículo sobre la obra, quería escuchar sus voces. Nuestro desafío fue hablar de una propuesta construida como palimpsesto en el que confluyen varios niveles. Una escritura que nace del deseo de reparar un vacío enorme. Blanco parte de un relato interrumpido, silenciado, para hacerle justicia histórica y revelar sus múltiples capas de sentido: las Kassandras posibles a lo largo del tiempo. En su texto, la figura mítica es una migrante trans, sola en un territorio ajeno, hablando una lengua prestada, sobreviviendo como puede. La tragedia clásica vuelve a resonar en las violencias contemporánea, en todos los exilios y las exclusiones actuales.
A pocos días del estreno, la directora y la actriz comparten su mirada sobre el sentido de esta nueva versión, el trabajo conjunto y sus repercusiones.
Soledad Frugone recuerda el momento en que recibió la propuesta de Sergio Blanco:
“Estábamos en la cuarta temporada de Tierra —también de Sergio— y yo hacía La reina de la belleza de Leenane. Entonces me propuso hacer Kassandra. Le dije que no. Que no podía. Ya la había hecho Roxana y me parecía imposible ponerme en su lugar. Sergio insistió: había pasado tiempo, era otro momento. Pero yo seguía negándome... hasta que me dijo que la dirección iba a estar en manos de Roxana. Ahí le dije que sí. Porque me parecía hermoso ese traspaso de posta que no da lugar a la comparación, sino a continuar un proceso. Sergio la escribió, Roxana la actuó, ahora la dirige, y yo la represento. Kassandra sigue su camino, se nutre, crece, se transforma.”
Roxana asiente. “Fue así, tal cual”, dice, con la certeza de quien vuelve a un territorio querido:
“Para mí Kassandra es un texto mayor. Había que volver a hacerla desde otra óptica, con otro cuerpo, otra voz. La obra se representó en todo el mundo, pero esta versión necesitaba ser contada de nuevo, desde acá. Sergio comprendió que no había otra actriz que pudiera ser Kassandra más que Soledad, ni otra persona que pudiera dirigirla. Nos unió a las dos, como solo él sabe hacerlo.”
El proceso comenzó de una manera simple, cotidiana, en el apartamento de la directora y luego pasaron a ensayar en la Sociedad Uruguaya de Actores.
“Todo fluyó amorosamente —cuenta Roxana— Con un equipo de tres mujeres – Soledad, Alexandra y yo- de mucha escucha y sostén. Las imágenes aparecían solas. Desde el primer día fue un proceso lleno de luz.”
Una bisagra en la dramaturgia
Me pregunto qué lugar ocupa esta obra dentro de la trayectoria dramática de Sergio Blanco. Roxana responde sin dudarlo, y desde su memoria comienza a trazar el recorrido.
“Esta obra es una bisagra. Sergio venía escribiendo en otra línea —Barbarie, Calibre 45— y de pronto aparece Kassandra, donde empieza a rozar la autoficción. Él juega con Flaubert: Madame Bovary c’est moi”.
De alguna manera, resulta claro que Kassandra c’est lui. En esa obra, Sergio Blanco se adentra en una nueva forma de escritura dramática. Roxana prolonga esta reflexión y rescata ese instante fundacional que marcará el inicio de su exploración en la estética de la autoficción.
“El mito de la mujer abusada por Apolo que dice la verdad y nadie la cree… es lo que nos pasa a todas las mujeres. Sergio ubica ese mito en el cuerpo de una inmigrante trans, en una lengua hegemónica que excluye. Es un acierto porque toca a los verdaderos personajes trágicos de hoy.”
En la puesta en escena, mito y contemporaneidad dialogan en una tensión productiva. La tradición trágica griega aporta el arquetipo, el rito y la dimensión universal del conflicto, mientras que la estética contemporánea introduce la fragmentación, la ironía y la autorreferencialidad propias de nuestro tiempo. De esa convergencia surge un nuevo territorio teatral donde la tragedia se reescribe desde la experiencia y el lenguaje del presente. Es interesante ver con qué naturalidad se aborda este tránsito. Roxana lo explica.
“Nosotras fuimos alumnas de Levón y Schinca —explica Roxana—. Aprendimos las claves de la tragedia. En esta obra jugamos con esa herencia: la gestualidad, la voz, los micrófonos como máscaras que amplifican. La tragedia se encarna hoy en una mujer trans que llega con su bolsito a un bar, a prostituirse porque no le queda otro recurso.”
Caminar sobre las huellas
En medio de la transcripción de la nota grabada se hace muy obvio la cantidad de material conceptual que atraviesa todo el proceso previo al estreno. En ese sentido quisimos saber sobre los desafíos y expectativas para una actriz que conoce muy bien su oficio como Soledad.
“Roxana me propuso pensar la puesta como un palimpsesto escénico. Su Kassandra y la mía conviven. Camino sobre sus huellas. Es mi primer monólogo, y eso me impactó. Un día, en una lectura, pedí un mate y me di cuenta de que no podía tomarlo: no había un corte, no había otro personaje. Estaba sola.”
“Está tan bien escrito que te lleva. Vas habitando su historia, su dolor, su deseo de seguir adelante. Roxana escucha, propone desde mi emocionalidad, y así el trabajo se vuelve sencillo, aunque termine agotada. Es una dirección amable, profundamente humana.”
“La obra nos exige mucho. Hay que pasar de la altura trágica al humor, de la guerra al chiste. Es tensión y distensión constante. Pero cada palabra está tan cargada que te lleva sola. En este proceso me doy cuenta de cuánto nos atraviesa el horror contemporáneo, la presencia inevitable del genocidio al que asistimos cada día. En esta obra, el dolor está ahí; no hay que buscarlo. Al contrario, tengo que frenarme para no romperme. Como actriz trabajo en la contención, en encontrar los lugares de luz y belleza que también la sostienen. Eso le pasa a Kassandra: sale de la oscuridad buscando una forma de seguir viva.”
Roxana la complementa:
“Es fascinante trabajar con Soledad. Tiene una escucha impresionante. No es solo oír: es recibir con todo el cuerpo. Eso la vuelve una actriz excepcional.”
“Dirigir a alguien que se entrega tanto exige cuidado —dice Roxana—. Es importante la consciencia de lo que tenés en las manos. Es un acto de fe. Hay algo de sororidad en este proceso, un encuentro de mujeres. Cuando yo hice Kassandra como actriz, me dirigió Gabriel Calderón, que tiene una dirección muy femenina. Esta vez nosotras tres —Soledad, Ana Clara y yo— fuimos tejiendo una comunidad pequeña, intensa.”
Le pregunto cómo se dirige una obra que antes se habitó con el cuerpo.
“No sabía cómo lo iba a hacer. Lo fui descubriendo. Tuve que escuchar las cuerdas creativas de Soledad, su sensibilidad, pero también respetar las huellas anteriores. No quería borrar lo que fue, sino acompañar ese tránsito. Es un pasaje sutil entre tiempos. Sergio escribió una obra donde Kassandra ve que va a morir, muere y vuelve a ver su muerte. Es un juego de temporalidades. Nuestra puesta también lo es: una conversación entre las Kassandras que fuimos y las que somos.”
El teatro como lugar de alerta
El teatro, pienso mientras las escucho, sigue siendo ese espacio político capaz de sacudir lo social, de devolvernos la inquietud de lo humano.
Roxana lo dice con claridad, desde su trabajo.
“Esta obra es mucho. Habla de lo humano, del ser hombre o mujer, de lo que se desdibuja entre ambos. ‘Not a boy, not a girl, I am Kassandra’, dice el texto. Es tan importante hablar de esto, desde el lugar que cada uno pueda. En nuestro caso es a partir de la escena”.
“Los dos momentos de teatralidad fuerte —luces, sonido, máscara— son cuando Kassandra interpela a los trágicos por haberla olvidado. Todo ocurre en un bar, un espacio oscuro, potente, de periferia. Kassandra pide ser contada desde los márgenes, y ahí estamos nosotras, escuchándola.”
Soledad completa:
“En este espectáculo no pensamos en la teatralidad por sí misma. Lo importante es lo humano, lo frontal. Es una obra simple, directa. Lo que importa es lo que el personaje tiene para decir.”
El regreso de la profetisa
Montevideo se prepara para un noviembre singular con el estreno de Kassandra. El público de ambas orillas podrá reencontrarse con una voz antigua que, siglos después, insiste en ser escuchada.
Dejarla hablar tal vez cambie nuestra forma de mirar el mundo.
Las profecías son enigmáticas, y tienen su propia forma de cumplirse. Quién sabe, tal vez algo suceda con esta Kassandra en Dehiok Bar (25 de Mayo y Juncal), de jueves a domingo, a las 20 horas.
Ficha técnica
Obra: Kassandra, de Sergio Blanco
Dirección: Roxana Blanco
Actuación: Soledad Frugone
Asistencia de dirección: Ana Clara Alexandrino
Fotografìa: Nahirí Aharonián
    
















