Las vísperas de un estreno suelen ser días intensos para los artistas: ensayos generales, últimos ajustes, el montaje en sala y la difusión en medios. En medio de esa vorágine, Lucía García Aldaya hizo un alto para conversar con nosotros sobre su recorrido teatral, sus motivaciones y lo que prepara en su nueva obra.
¿Cómo inicia tu recorrido en el teatro?
A los nueve años empecé mi primer taller de teatro. Después empecé en Puerto Luna, una escuela de teatro independiente que ya no existe. Siempre digo que ahí me enamoré del teatro y en la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD) contraje matrimonio con él, es decir, que fue donde formalicé como actriz.
En Puerto Luna trabajé con Coco Rivero, con Iván Solarich, con Lucía Arbondo, con Sergio Mautone. Con ellos aprendí el oficio, pero también la dimensión de lo que significa el teatro independiente. Luego vino la EMAD, donde confirmé que me quería dedicar a hacer teatro.
Con el paso del tiempo, fui mamá y me pasó que en un momento dije: —bueno, ahora que ya soy madre nadie más me va a llamar para hacer teatro, ¿qué hago? — Entonces, razoné que, si yo escribo y dirijo mis obras, es decir, si me organizo yo, no voy a tener que esperar un llamado. Con ese cambio, me di cuenta de que me encantaba dirigir y que me gustaba mucho escribir.
Le fui perdiendo el miedo a la escritura — actividad que creía que estaba reservada para unos pocos o que consideraba como algo sagrado — y me tiré al agua. Más adelante hice la Tecnicatura Uruguaya en Dramaturgia (TUD) como para seguir adquiriendo herramientas. Igualmente, yo soy más como un bicho escénico, no me digo que soy una dramaturga, no es un título que me resulte del todo cómodo. Yo escribo las obras, pero mientras las hago estoy pensando en los cuerpos concretos de los actores. Me cuesta pensar en abstracto, digamos. Necesito imaginar a alguien haciendo el personaje, aunque después ese actor me termine diciendo que no, eso me sirve mucho.
Hurgando en entrevistas anteriores, me llamó la atención que en una de ellas vos dijiste que desde adolescente ya sabías que querías hacer teatro como para cambiar el mundo. Hoy, mirando hacia atrás, ¿sentís que esa motivación sigue viva en tu trabajo?
Sí, totalmente, totalmente. (risas) Me río porque me acuerdo perfectamente del momento. Cuando iba a empezar Puerto Luna era la más chica. Me llamaron para una entrevista con mis padres. Empezamos a conversar y me preguntan: ¿por qué querés hacer teatro? Mi respuesta fue “porque quiero cambiar el mundo”. Obviamente que es un montón, después uno en el camino de la vida te vas dando cuenta que no es tan sencillo. A mí me importa siempre estar cambiando el mundo, aunque cambiar el mundo, capaz, sea cambiarme a mí misma ¿no? Mi teatro tiene esa pulsión. Las cosas que me motivan a escribir tienen que ver con las injusticias, lo que me mueve a sentarme a escribir es algo que me resulta injusto.
Mi ópera prima, Falta grave, trata sobre una cooperativa de viviendas; Sala de profesores tiene que ver con el sistema educativo; ahora, Eventos adversos aborda el sistema de salud. No es que yo ande buscando los sistemas para atacarlos, pero como ciudadana que soy, pertenezco a esta sociedad y soy igual que todos. La mayoría de la población nos indignamos más o menos con las mismas cosas.
La motivación que me llevó a escribir Falta grave fue una asamblea de la cooperativa de viviendas donde vivo. En una asamblea a la que no fui, echaron a una compañera porque no estaba pagando la cuota mensual. Para mí eso me movilizó muchísimo, me pareció muy injusto. Me quedó la espina y escribí esa obra.
Con Sala de profesores me sucedió lo mismo. Trabajaba en secundaria y había cosas del sistema que me indignaban, no podía creerlas y a partir de ahí escribí la obra.
Ahora con Eventos adversos me sucede lo mismo. Acudo a la mutualista con mi hija más chica que tiene que ir al otorrino, me llené de enojo porque la persona que tenía que atenderla llegó dos horas más tarde, ni siquiera pidió disculpas, no miró a la gente a la cara. A mi hija no la miró cuando la atendió. Salí del lugar, agarré mi celular y me puse a hacer una historia en Instagram con esa calentura que tenía. Me respondieron muchísimas personas con cuentos similares a los que me habían pasado a mí y otros que me hacían pensar que lo mío no era nada. Con todos los relatos me di cuenta de que tenía un material para trabajar y que necesitaba volcar en un texto.
Sos profesora de historia, pero no ejerciste. ¿Cómo atraviesa la educación tu manera de crear teatro?
Técnicamente, tampoco soy profesora de Historia. Me quedan dos exámenes que nunca di. La educación es también un espacio para transformar el mundo: un espacio de vocación absoluta, de pasión total, de mucho amor por la humanidad. El teatro y la docencia tienen mucho de eso. Para mí, una experiencia artística transformadora puede cambiar el mundo, no a nivel estructural, de tirar abajo el capitalismo, pero sí puede cambiarte un montón de cosas. Una buena clase, el hecho de aprender algo nuevo, tiene una dimensión revolucionaria muy potente.
Podrías hacerme un balance de cómo ves la escena independiente montevideana
Tenemos una ley de Teatro Independiente que está parada en el Senado. Está votada pero no está aplicada. Yo soy una de las teatristas independientes que estoy esperando que el cambio de gobierno haga posible que esa ley opere.
Es muy difícil hacer teatro en Uruguay, se vuelve muy costoso. Yo celebro los fondos que hay para poder llevarlo adelante. Nosotros ganamos los fondos concursables en el año pasado para esta obra. Esa inyección económica nos permite montar este espectáculo. Pese a que existen fondos, son muy pocos. En Montevideo levantás una baldosa y hay gente haciendo teatro, es algo impresionante. La oferta es enorme y no te da el tiempo para ir a ver todo lo que ofrece el circuito.
Por otra parte, profesionalizar nuestra actividad es muy difícil, somos muy pocos los que podemos vivir del arte. La gente que no puede hacerlo, no puede dedicarse al 100%, eso lleva a que tengan que trabajar y después ir al teatro. Pese a estas dificultades, el teatro independiente tiene esa poesía y esa magia de igual poder con todo.
Aún falta por pensar sobre los mecanismos para la creación y circulación de los espectáculos. Las temporadas del teatro independiente suelen ser muy cortas. Cuando te enterás de que hay una obra que está buena ya está bajando. El sistema se vuele un tanto perverso en esto que hacemos. Hace falta encontrar una manera de organizarnos mejor para que la gente pueda llegar más al teatro.
El carnaval, que es otra expresión artística muy valiosa para nuestro país, es multitudinario. Yo trabajo allí como técnica y veo cómo la gente acompaña en los tablados, sin embargo, esa gente prácticamente no va al teatro durante el año. Obviamente que son lenguajes diferentes, pero hay algo que tiene, no sé bien identificar qué es, pero convoca muchísimo más que una obra de teatro en una sala.
Es una gran incógnita, tenemos mucho que pensar en ese sentido. Tenemos que hacer también un teatro que no se mire el ombligo, dejar de mirarnos a nosotros mismos. Vivimos en un mundo donde pasan tantas cosas fuertes, y si uno desde el teatro, que en realidad es una poesía, podes hacer algo que incida sensiblemente para ir para otro lado, yo quise, para mí es una oportunidad exquisita, siento que es mi trinchera. No tiene el peso que tienen otras cosas, pero vaya si lo tiene también.
Estás en vísperas de Eventos adversos, como nos adelantaste está emparentado con el sistema de salud. ¿Podrías realizarnos una sinopsis?
Eventos adversos sucede en un hospital, en un centro asistencial de la periferia de la ciudad. Este lugar está bastante venido a menos, intentando mejorar por las inyecciones económicas de su nuevo director. Todo sucede en una noche en la que una tormenta tremenda inunda la ciudad y deja al hospital cercado. Los ingresos y los traslados no pueden realizarse. El hospital no puede realizar algunas intervenciones por la falta de tecnología.
Lamentablemente, pasan una serie de sucesos y se encuentran reunidos en ese hospital: el director, su sobrino que tuvo un accidente, la familia de una usuaria niña a la cual operaron hace poco y por la operación tuvo un montón de dificultades y otros más. Todo se junta en esa noche en la que nadie puede salir y bueno, a partir de allí habrá que saber qué es lo que se resuelve.
Por lo que he podido ver en las publicidades, hay algunas caras que se repiten de procesos anteriores ¿cómo está conformado el elenco?
A partir del episodio con mi prestadora de salud que te contaba antes, llegué a la función de Sala de profesores furiosa. En el propio camarín empezaron a surgir más cuentos. La idea surgió allí, pensaba mantener el mismo elenco para montar este espectáculo. Después, en el camino, algunos compas no pudieron seguir.
El elenco está conformado por Fernando Amaral, Martha Vidal, Adriana Do Reis y Dahiana Méndez que son de Sala de profesores; se sumaron Emilia Díaz, Sebastián Cardozo y Candela Lofiego.
¿Por qué eligieron el espacio de La Cretina?
Como te comentaba, la obra sucede en el pasillo de un hospital. No me servía una sala tradicional. Me interesaba esto de estar todos en el mismo lugar. La Cretina es un pasillo: el público forma parte de la escena. Estamos todos juntos esperando a que venga el urólogo o la ginecóloga, a que nos traigan los medicamentos. El espacio le aporta un condimento muy interesante. Además, La Cretina tiene esta cosa de la noche rocanrolera que hace que la atmósfera nunca esté liviana, y eso también le aporta a la obra.
Siempre me meto en problemas (risas). Es mucho más fácil hacer teatro en una sala, pero el dispositivo que elegimos necesita de este otro tipo de espacios. No entran más de sesenta personas. Todo lleva mayor cuidado: dónde sentamos al público, las camillas por dónde pasan… tenemos que estar atentos a que no golpeen a nadie. Realmente es un pasillo, está todo muy apretado. Son esos problemas que te obligan a superar obstáculos y que está bueno que aparezcan.
Elenco de Eventos adversos
Emilia Díaz, Fernando Amaral, Martha Vidal, Sebastián Cardozo, Adriana Do Reis, Candela Lofiego, Dahiana Méndez, Vicente Berriel.
Banda en vivo: Los Espejos (Felipe Vitale, Santiago Jasa, Nico Rapetti)
Dramaturgia y dirección: Lucía García
Asistencia de dirección: Bruno Contenti.
Producción: Gabriela Larrañaga y Lucía García.
Diseño de escenografía: Cecilia Bello.
Diseño de vestuario: Verónica Mosquilo
Diseño de luces: Adrián Romero.
Composición y dirección musical: Felipe Vitale
Coreografías: Sofía García
Fotografía: Daniel Fernández Melo
Funciones: Domingos 18hs, lunes 21hs.
La Cretina. Soriano 1236. Entradas por Red Tickets.