Decía un viejo maestro de teatro que los espacios teatrales no son, únicamente, lugares para la representación de obras sino para la presentación de vidas, lugares donde se crean vínculos que nos acopañarán el resto de nuestras vidas artísticas, dichos lugares son pocos y no se trata de teatros al uso: cajas a la italiana, caja negra, teatro arena y otros sitios dedicados a ese encuentro extraordinario que es el teatro, porque la definición de teatro es el espacio. Me llevó años entender que cuando se decía que para que haya teatro es necesario uno o una que actúa y otro que mira, en realidad se referian a que los cuerpos son espacios, a veces solitarios, a veces expulsados, a veces marginados; lo que querria decir que el teatro es un espacio donde lo que no podemos explicar en la realidad, o lo que es expulsado de la realidad, encuentra su lugar en la poesía del lugar donde se actúa.
El CELCIT es un espacio para que el teatro perdure, lejos de la era de la información donde todo sucede momentánemente, este sitio nos propone la formación de una cultura teatral identitaria, anclada en las manifestaciones teatrales de América Latina, pero lejos de la uniformidad, y apostando a lo diverso y lo diferente. En un mundo donde imágenes artísticas hegemónicas tienden a instalarse como verdad única, como si el teatro fuera uno, indivisible y dogmático, el CELCIT atesora lo diverso. Muchas compañías y creadores y creadoras de Centro América, Sudamérica y el Caribe han hallado en estos cincuenta años un lugar en Buenos Aires, donde sus teatralidades pueden ser salvadas porque pueden ser escuchadas en lo diferente.
El grave problema del teatro es que se informatice, se vuelva dato, y el espectador se vuelva un consumidor de algo sin magia, porque ha perdido los fundamentos de aquello que lo animaba: el encuentro de lo humano, la disposición interior de pasar de la sobreexcitación informativa a la vivencia del que mira y contempla algo que le es pertinente y le interpela, porque los cuerpos están allí, las imágenes están allí desvaneciéndose incesantemente, el texto está allí como equilibrio necesario entre la tendencia a la pura corporeidad o a la pura imagen, pero sobre todo está el espacio que testifica que el teatro ha tenido lugar, que la escena tendrá lugar.
El CELCIT es el lugar de la hibridaciones, una sala donde se genera la experiencia teatral, pero tambien es el espacio para las ideas; todo teatro guarda una idea, la idea es entonces lo que trasciende el espectáculo, es lo que mejora a la comunidad y a las personas, cuando ésta se corporiza porque debe ser representada, la escena adquiere una importancia para la convivencia, podemos ver la vida desde una orientación y experimentar sentimientos profundamente humanos como solidaridad, hermandad, empatía, hopitalidad con los las que son diferentes, y todo esto deviene del mundo de las ideas teatrales, lo que quiero decir es que en este teatro no se presenta cualquier teatro sino aquellos que defienden la vida contra el odio como perspectiva de una época.
Durante cincuenta años, artistas y espectadores hemos sido convocados a ese espacio para constatar que lo que pasa allí solo puede ocurrir en ese encuentro y en ese lugar. El teatro existe porque existen lugares como el CELCIT que garantizan que el juego de las pasiones sea posible, que las pulsiones del subconsciente, que las ideas que se debaten en la comunidad tengan su casa.