Escrita y dirigida por Pablo Bellocchio. 5 de marzo al 30 de abril.
La obra narra las distintas historias de un grupo de personas atadas a un pasado sin resolver. La separación de Pablo y Adriana, que deja a ambos esperando un posible reencuentro, incide en la vida de todos los personajes, que deberán desandar un camino de decisiones postergadas.
Conviven en escena cuatro momentos inmersos en la pesada atmósfera de las fiestas en cuatro años distintos. Cuatro situaciones que parecieran ser inconexas entre sí pero forman parte de una sola historia. Una historia de decisiones puestas en pausa, de momentos que pasan de largo. Una historia que narra la crueldad de la peor de las nostalgias: la de añorar lo que finalmente nunca sucedió.
Dramaturgia y dirección:Pablo Bellocchio
Con Lucía Aduriz, Mariela Barcos, Fernando Del Gener, Gimena Fuentes, Jimena Lopez, Nicolas Salischiker, Sheila Saslavsky
Escenografía: Roberto Luis Colombo
Diseño de iluminación: Pablo Calmet
Diseño gráfico: Rodrigo Bianco
Producción: LASCIA Colectivo de Trabajo
Asistente: Mariví Yanno
Duración: 60 minutos
CELCIT. Temporada 2017
Es imperdible, entre lo mejor de la cartelera, Si no te veo, felices fiestas, del joven dramaturgo-director Pablo Bellocchio, con el grupo Lascia. El punto de partida es la historia de una pareja que no se armó. Dos jóvenes se adoran pero, inexplicablemente, ella pide: «Mejor no». Se pasarán las vidas pensando uno en el otro, y este deseo se ramificará en sus respectivas descendencias. El tema, sin duda, es el amor, pero en un nivel más profundo es la melancolía, la nostalgia de lo que pasó y –más aún– de lo que nunca pasó. Esto último resulta hoy un campo simbólico infinito y penetrante, que el espectador podrá relacionar con la historia, la sociedad, la política, es decir, con todos los campos de afección de su existencia. ¿Por qué algo se interrumpe y nunca se retoma? ¿Acaso no supimos ver las mejores oportunidades de nuestra vida? ¿O simplemente idealizamos lo que no pudimos vivir? Si no te veo, felices fiestas es un drama cómico-sentimental, que apela a la emoción y la reconexión con las experiencias primarias y fundamentales de lo humano. ¿No es esta una de las funciones dominantes del teatro en el tiempo contemporáneo? Pero también desborda una risa muy inteligente, tanto como la narrativa de planos y tiempos cruzados de la pieza. Excelentes actores asumen los personajes: Mariela Barcos, Fernando del Gener, Gimena Fuentes, Jimena López, Malena López, Nicolás Salischiker y Sheila Saslavsky.
A veces es más terrible añorar lo que no ocurrió que extrañar el pasado, sobre todo, cuando la melancolía nos invade.
Si no te veo, felices fiestas, escrita y dirigida por Pablo Bellocchio, es una obra de trama enlazada, de historias sencillas en las que cuatro momentos confluyen en escena, en el recuerdo y en el presente de las fiestas de fin de año.
Una mujer, que toma una decisión que le pesa toda la vida, deberá asumir la culpa de tener un presente desamorado, con una hija silenciada por un accidente cerebrovascular y otra que la rechaza, harta de las manipulaciones y las quejas. Un hombre, que no aceptó el desencuentro, e hizo lo que pudo con lo que hubiera deseado, y una hija, que busca encontrar la felicidad en el vacío. Todos están divididos por el temor a ser, aunque algunos intentan alcanzar cierta unidad.
La melancolía es la protagonista de un escenario despojado y actuaciones sólidas, en las que la deconstrucción del tiempo y del espacio presentan al público, con la simpleza de lo puro, los fragmentos del espejo roto de lo que pudo ser, cuando los ciclos se cierran y es el momento de decidir se comienza algo nuevo.
Maxima · Calificación
“No puedo enseñar nada a nadie. Solo puedo hacerles pensar” Sócrates.
Un escenario despojado de una escenografía llamativa; sólo un cubículo cuadrado que sirve de apoyo a los pocos elementos que se utilizan para certificar determinadas situaciones y un marco de misivas en el piso que dan cuenta de lo que se va a ver y a escuchar con un toque de luces pequeñas como referente festivo. Seis seres, que se abren y se cierran; que se ahogan y se desahogan; que son tantos pero tan pocos y tan melancólicos. Porque son dos los personajes, un hombre y una mujer que se desdoblan con el paso del tiempo y vuelven para atrás para mostrarnos que son las partes de un todo imperfecto, expresando sus conflictos inconclusos a lo largo de cuatro fiestas de fin de año. A través de ellos, podemos sentir el desamor, los reproches, el engaño, la desesperación por arreglar los desarreglos, o casualidad, sentimientos comunes a todos nosotros.
Pero, ese espacio falto de elementos materiales se llena con diferentes momentos perceptibles que brotan de la vida misma y que nos deja pensando... El vestuario (Lascia Colectivo de Trabajo), es sutil; ropa suelta, de colores neutros, sin calzado...nada sobresale más que las actuaciones y el texto. La dramaturgia y la dirección (Pablo Bellocchio) de "Si no te veo, felices fiestas", moviliza; esa intención de introspección y de sacar lo que nos angustia para tratar de sanar, conmueve. Observar como a lo largo del tiempo, las cosas pasan sin saber porque, y que tal vez, de otra manera no podrían haber pasado... ¿o sí?, llama a la reflexión personal.
Las actuaciones de Mariela Barcos, Fernando Del Gener, Gimena Fuentes, Jimena Lopez, Malena López, Nicolás Salischiker, Sheila Saslavsky, superan lo previsto; la solidez en la interpretación de éstos jóvenes artistas nos emociona; la magnitud de sus saberes artísticos es tan grande que, inevitablemente, al mirarlos nos invitan a seguir apostando por el teatro independiente. Salimos renovados...con mucho más amor por ésta disciplina.
Imperdible!
El jóven grupo de actores y directores encara los escenarios porteños durante 2017 con el reestreno de cuatro de sus obras. El Ojo Noticias dialogó con el director y dramaturgo, Pablo Bellochio, con el foco puesto en Si no te veo, felices fiestas, que renueva su elenco para una cuarta temporada.
Agosto, 2016. El público atraviesa el escenario del teatro Nün para poder tomar asiento. No debe tener cuidado de alterar la escenografía ni de romper nada: No hay más que un cubo de madera negro en el centro del espacio. El elenco completo aparece luego de apagadas las luces, vestido como si se tratara de un ensayo. Ropa cómoda, sencilla. Maquillaje mínimo e indispensable. Los cuerpos se muestran así, en sintonía con el espacio. Lo visual allana el terreno para que esta historia de amores, engaños, encuentros y desencuentros impacte directo y sin escalas en el espectador. El plan funciona de maravilla y Si no te veo, felices fiestas termina demostrando que la falta de recursos escénicos y de vestuario puede conformar un recurso en sí mismo a la hora de contar una historia atrapante, y que no le da tregua a la sala repleta de público sub-40. Mismo rango etario de los actores.
Este año, la cautivante obra del colectivo Lascia regresa con su cuarta temporada a los escenarios porteños, esta vez en el teatro Celcit a partir del 5 de marzo, y con cambios en su reparto de actores, algo que sucede en todas las obras del grupo que cuenta con la dirección y dramaturgia de Pablo Bellocchio, a la vez coordinador del colectivo.
“La estructura dramática de la obra va y viene en el tiempo. Cambia también el lugar físico en el que suceden las cosas, lo cual desde el comienzo me imprimió una manera bastante compleja de escribir la obra. Son varias situaciones que suceden en paralelo y tuve que escribir cada una por separado”, relató Bellochio sobre Si no te veo.... Además, remarcó que “también a la hora de trabajar con los actores tuvo su complejidad porque ellos están todo el tiempo en escena y no les da descanso”, algo notorio al momento de analizar el efecto que tiene el argumento principal en el espectador: Su traducción escénico-teatral solo es posible con la fórmula que plantea el director.
“Está bueno tener diversidad de recursos para contar historias -continuó Bellochio-, pero también está bueno elegir qué recurso uno usa de acuerdo a lo que se quiere contar y a lo que necesita para contarlo”, explicó. En el caso de esta obra, “la búsqueda de este recurso de neutralizar el escenario tiene que ver con que todo esto que queremos contar se complete en el imaginario del espectador. Desde la dirección me pareció que esa neutralidad ayudaba mucho a contar la historia”, confió Bellochio a este portal.
Si no te veo… es tan solo una de las múltiples propuestas del colectivo Lascia que lleva seis años de exhaustivo trabajo. La mecánica del grupo está basada en la constante búsqueda e investigación en cada una de las propuestas, sin importar cuánto tiempo lleven en cartel. Los actores y actrices van participando en una u otra obra, cada temporada: “Suele suceder que se vayan cambiando los actores porque los procesos y las búsquedas van mutando, va apareciendo gente nueva para trabajar. Si bien me entiendo mucho con determinados actores y eso es bueno, también el músculo de la dirección se atrofia si me entrego a laburar siempre con la misma gente”, confesó Bellochio quien, además de dirigir o co-dirigir, según el caso, es el autor de todas las propuestas.
“Hay algo en construir ese ida y vuelta con actores nuevos, me pone a trabajar desde cero con un montón de cosas, y es la parte que más me gusta del teatro, que es trabajar con el actor. En ese sentido, el colectivo tiene una dinámica de trabajo que colabora muchísimo”, concluyó.
Recortes de realidad, de la vida cotidiana. Como si fuera el viejo y querido “cubo mágico” el cual se va armando de a poco. En medio de la penumbra de un escenario casi vacío, Laura habla con su madre por su celular al tiempo que Caro y Ciro empiezan con un coqueteo que tendrá un efecto dominó con el devenir de los hechos.
Si bien comienza con estos personajes, el nudo de la dramaturgia se centrará en Pablo y Adriana. Ellos constituirán esa pareja de la cual se hablará todo el tiempo yendo y viniendo a través de los años. Hete aquí el gran merito de la dirección y dramaturgia de Pablo Belocchio. Por un lado, con un texto sencillo pero fuerte, da cuenta de una situación común a todos y todas en relación a los sentimientos y situaciones que atraviesan una pareja, extendiéndose a todo tipo de relaciones humanas. Fidelidad y culpas varias se conjugan con el humor que sobreviene a partir de hechos en los que uno ríe para no llorar. La manipulación del otro en el marco de una familia y/o complejos de conciencia limpia para lavar culpas que son, llegado el caso, imperdonables. Plantear dicotomías como el derecho a vivir que uno debe tener y…vivir frente al "deber ser". Culpa y cargo cuando los culpables –si es que los hay- están en cualquier lado, menos donde se piensa que están. Conductas que apelan al guiño con el espectador a través de un “¿vos que harías en mi lugar?” que abrirá el grifo a todo tipo de opiniones las cuales no serán nunca las que se apliquen en la realidad…..y eso que son situaciones por demás comunes a todos los mortales.
En cambio, desde la dirección se da un desarrollo armónico y dinámico de los hechos, donde todo se relata como si fuera un cuento, de esos que captan la atención de manera instantánea. Una visceralidad bien constituida y dosis exactas de humor y tensión siendo ésta última la que mantiene latente a la obra en un final que cierra con contundente armonía.
La poesía tiene su momento en una escenografía en la que aquellas cartas que se escribieron los amantes, forman parte del piso en el cual ocurren los hechos. En el medio, un cubo de importantes dimensiones será la única y excelente escenografía que usará la obra para crear todo un universo.
Las palabras son fundamentales en su utilización casi semiótica. Cada una tiene un valor simbólico muy fuerte y precisión quirúrgica con respecto a su ubicación. Un muy buen ejemplo al respecto es “melancolía”, que atravesará la puesta con su impronta. Aquellos que añoran tiempos y decisiones de una vida pasada pero no pueden quitarse dicho lastre de sus existencias.
Un elenco de probada solvencia es el tamiz sobre el cual se desarrollará un texto atrapante, que pone el dedo en la llaga en esos lugares que duelen.
“Si no te veo, felices fiestas” es una puesta completa en todo el sentido de la palabra. Tiene todo para ser de esas que calan profundo en los espectadores como para, inclusive, volver a ver para certificar o no, lo que se plantea. ¿Acaso el teatro no tiene que dejar preguntas? Si. Entonces, bienvenida sea esta posibilidad con una puesta tan atrapante como reflexiva.
Los vínculos son complicados, eso es un hecho. Difícil que una historia de amor no te venga con enredos, problemáticas y palabras, muchas palabras; escritas, dichas o ninguna.
sta es la historia de amor de Pablo y Adriana, aunque más que amor es la historia de un desencuentro. Ese desencuentro eterno con el primer amor. Amor que cuando estaba se pensaba eterno e inquebrantable y cuando termina uno idealiza tanto porque inauguró esa parte de uno capaz de perderse en otro.
Cuestión que Pablo y Adriana se separaron pero cual fuerza centrífuga, su amor trunco arrastró a toda una seguidilla de historias paralelas que convergen en este desencuentro. Como si toda una familia estuviera marcada por esa melancolía tan propia de las fiestas, donde a uno le cae un container de sensibilidad y ausencias.
Si no te veo felices fiestas logra lo que se propone. Contar una historia sencilla y sensible que intenta recuperar los retazos de un vínculo. Lo logran con actuaciones sinceras y con una puesta de mínimos recursos pero efectiva. Bellochio acierta entendiendo que para contar una historia sobre vínculos, el mejor recurso que tiene es la actuación. Estos actores giran y hacen girar una plataforma que bien podría ser esta melancolía que los magnetiza y, conscientes o no, los hace partícipes de un recuerdo. Reflejan claramente este movimiento constante entre todos los integrantes de esta historia que los tiene atrapados en un ring reviviendo los coletazos de lo que nunca fue.
Un gran mimo al alma de los melancos y los románticos que añoran amores pasados y creen que la gran sincronía del universo los volverá a juntar. En esta generación o la próxima.
"Si algo me ha llamado siempre la atención de las propuestas de Bellochio, es su inquietud incesante por deconstruir espacios e historias que a simple vistas parecen haber sido atravesadas una y mil veces por cada uno de nosotros. Desde esa identificación nos sentimos ya involucrados y conmovidos. Pero no satisfecho con ello, las desarticula para convertirlas en un hecho artístico sorprendentemente único”.
Una hora en la cual el espectador ríe y reflexiona, con una simple escenografía pero con un gran guión y siete artistas que permiten que viajemos a través del tiempo y espacio, pensando en situaciones del pasado donde quedamos atados: amores que creíamos no correspondidos, palabras que callamos y que años después repercuten en la de uno mismo y la gente que nos rodea, esos fantasmas son los que directa o indirectamente une estas siete historias. Siete almas deambulando, así es la vida. Todos los personajes se lucen en escena y brillan.
El personaje de Lila, interpretado por Josefina Rotman trasmite el dolor de una joven que no puede comunicarse a través de las palabras ni el cuerpo, y logra que el espectador sienta su dolor únicamente a través de la mirada. Una gran obra, que moviliza y emociona.
El año pasado vimos Esto es tan solo la mitad / de todo aquello que me contaste. La obra de Pablo Bellochio funcionaba en díptico, la primera parte mostraba la forma de llevar un velorio por parte de una familia, la segunda se ubicaba en el mismo velorio pero lo contaba desde la perspectiva de otra familia. En esa oportunidad, pusimos en duda si correspondía hablar de dos obras o una sola. Si no te veo, felices fiestas extrema estos procedimientos de cruces entre universos y los mejora porque, además de los cruces espaciales, se permite jugar con un ir y venir temporal que va dando a la pieza una densidad propia, una madeja que se desenrolla ante nuestros ojos para hacernos comprender una puesta que empieza desde el caos y, despacio, se va transformando en un estricto orden.
La sala de espacio Polonia tiene delimitados un grupo de lugares de acción. Muebles superpuestos nos impiden entender del todo, hacer la panorámica de dónde estamos. Hay mesas, sillas, pero todo está azarosamente distribuido. Desentrañar la lógica del espacio será también entender la obra. Vemos que los actores se activan y desactivan según las luces, pronto entendemos que estamos ante un montaje en el sentido más cinematográfico del término. La obra se edita ante nuestros ojos, corta y se va a otro lado, a otros personajes, a otros tiempos. Porque el juego temporal, el ir y venir con flashbacks y flashforwards es la otra clave a comprender de la puesta. No es que nos suene raro, la televisión y el cine nos han acostumbrado a consumir estos discursos con quiebres (por no mencionar la literatura). A su vez, psicoanálisis mediante, también entendemos que un personaje puede estar desdoblado, ser él mismo y otro, su yo de ahora y su yo futuro, etcétera. Este juego formal es lo más interesante de la pieza porque cierra extraordinariamente bien. La historia contada a pedazos se va haciendo sólida en nuestra mente, le completamos los hiatos y la disfrutamos con esa ilusión un poco ingenua de haberla descubierto o completado por nuestros propios medios.
Pero Si no te veo… dista de ser mero juego formal. El método que elige, lejos de ser una muestra de vacuo virtuosismo, es funcional al tipo de relato que quiere contar. La obra va de oportunidades perdidas, de amores que pudieron ser y no, de buscar un pasado que se escapó para proyectar un futuro que ya no será. Así, la búsqueda de un hilo de continuidad entre pasado y presente es la lucha de los personajes que se reproduce en el espectador.
Hay escenas muy logradas, el torpe intento de seducción de un chico a una chica mientras pelan papas, la mirada perdida con la que se ven los fuegos artificiales para recibir en soledad el año nuevo que renueva otra promesa que no ha de cumplirse, muchos momentos que no dejan de ser divertidos a nivel acción y a nivel diálogo, lo que no quita que el texto despliegue reveses dolorosos. Hay muchos aciertos en la dirección, porque en una obra de entradas y salidas, todo se juega en el timing y la calidad actoral con la que se construye. Los personajes tienen breves entradas para hacernos entrar en otro tiempo y en otro conflicto a cada instante, conseguir eso habla de muchas voluntades actuando juntas bajo un director despierto. Quizás hay momentos en los que lo cinematográfico le juega en contra, por caso, el tener que meter a un personaje con un ACV que apenas se moverá en toda la obra y que sirve más como monumento a la culpa de otro personaje que como algo completo. Todas las veces que se refieren a ella sin que aparezca físicamente son más efectivas que su presencia real (mientras que en cine, claro, esa presencia no podría omitirse). No es raro sentir una atmósfera tolcachiriana en la sala. Los giros inverosímiles y cierto melodrama dulzón que hace cerrar bien la trama parecen remitirnos a esa escuela de la que Bellocchio abreva pero que también reformula en varios aspectos.
Si no te veo, felices fiestas comprime 20 años en menos de una hora y media. Esos veinte años que, reza el tango, no son nada ante el ingenuo sentir de que se puede recuperar el tiempo y volver las cosas a un estado que ya no han de tener. De ese dolor, tan universal y tan nuestro, nos habla Si no te veo, felices fiestas.
Hablo a título personal: al menos en el cine, las obras que suelen ser sumas de historias entrecruzadas, con personajes unidos por una determinada serie de casualidades, suelen caerme muy pesadas. Pienso en Babel o Crash como ejemplos máximos de arbitrariedad y manipulación, o directamente de mala leche al servicio de una tesis creada por un autor omnipotente. En el teatro, todos estos factores pueden potenciarse para peor, porque la carga de dramatismo y de explicitación de gestos o diálogos pueden llevar a determinadas decisiones hasta extremos insoportables.
Por suerte, Si no te veo, felices fiestas elude todos esos riesgos con enorme habilidad en la puesta en escena y la narración, sin resignar potencia dramática, básicamente por una razón tan simple como decisiva: lo que importa en su suma de relatos que hacen al gran relato son los personajes, no el mensaje o la bajada de línea. Y es una elección, la de priorizar los sentimientos que atraviesan a las protagonistas, las motivaciones que los conducen, sus dudas y certezas, lo que le permite ir trazando una mirada coherente y rigurosa sobre el mundo.
El recorte que establece Si no te veo, felices fiestas está pautado por ese particular eje temporal y situacional que son las fiestas de fin de año, con sus balances positivos o negativos, encuentros fortuitos y planificados, choques o acuerdos, rencores o deseos a futuros. Pero en verdad hay varias fiestas en distintos años que servirán como puentes para ir armando como un rompecabezas las historias de los distintos personajes. Lo llamativo es que todas las piezas irán encastrando para que nos quede en claro la vida de cada uno de ellos, para revelarse a su vez que todos ellos, en sus interiores, son rompecabezas imposibles de concretar. Son personas rotas, seres que tomaron decisiones –o no las tomaron, lo cual equivale a tomar una decisión, porque la inacción es otra forma de acción- que tuvieron consecuencias que los pusieron en otro lugar y que les va llegando el momento de hacerse cargo de lo que fue, lo que no fue y lo que pudo ser en sus existencias.
La obra cuenta todo esto con una energía envidiable, casi sin diálogos de más, aprovechando al máximo sus apenas sesenta minutos de duración –que pesan, cabalmente, como una vida-, instrumentando un montaje espacio-temporal que permite que el escenario mute permanentemente con gran armonía, mezclando las voces de los sujetos y las instancias que habitan con la dosis justa para otorgarles peso específico sin confundir o enturbiar la trama. Y encima, todas las actuaciones son excelentes, en un elenco parejo que encuentra la medida dramática apropiada para transmitir los conflictos de sus respectivos personajes sin caer en excesos.
Así, Si no te veo, felices fiestas termina siendo un espectáculo agobiante desde la interacción entre sus opresivas secuencias, pero en el mejor de los sentidos, por la honestidad y crudeza con la que retrata a sus protagonistas, sin juzgarlos ni manipularlos, permitiéndoles ser libres en sus decisiones, mostrándolos como lo que son: esencialmente humanos.
Gestada como un work in progress la propuesta teatral de “Si no te veo felices fiestas” (escrita y dirigida por Pablo Bellocchio) encuentra en la celebración de año nuevo el núcleo perfecto para desplegar innumerables conflictos entre un grupo de personajes a lo largo de cuatro años. Una pareja que no fue, una hija que sufre un accidente cerebro-vascular, una aventura furtiva con una chica conocida en plenas fiestas en un supermercado son solamente las excusas que encuentra la dramaturgia para indagar acerca de los vínculos humanos.
La familia disfuncional es ya un tema repetido y conocido en la cartelera porteña teatral. Para que la propuesta dramática de Bellocchio logre tener cierta individualidad tal vez debería replantearse anular la repetición permanente de los parlamentos: planteado el escenario de Lago Puelo en donde suceden gran parte de los acontecimientos surge una catarata de innecesarias repeticiones del núcleo narrativo. Este elemento tal vez es el que frena que las acciones se desarrollen plenamente provocando una pérdida para la estructura teatral general.
Se destaca la actuación de Gimena Romano Larroca quien interpreta a “Adriana”, sin duda el oficio y la técnica que Larroca soldifica con el correr de la obra hace que cuando ella participa la dramaturgia funcione de forma dinámica tomando otro color. Incluso el humor surge en las situaciones más penosas y truculentas de la pieza por su poder de transformación en escena que la revelan fresca y controlando las situaciones. Espacialmente resulta interesante el uso de un fuera de campo teatral que acompaña el tránsito espacio-temporal de los personajes permitiendo comprender las elipsis a través del tiempo. Otro de los puntos altos de la pieza es el uso de imágenes metafóricas: uno de los personajes dice “abrazar el reflejo de la luna” y así con pocas palabras relata un suceso dramático. Con un vestuario que elige una gama de colores fríos “Si no te veo felices fiestas” gana cuando ese ambiente impregnado de melancolía sucede en los cuerpos de los actores y pierde cuando intenta adelantarse sin descubrir el aquí y ahora.
El final de la pieza es de lo más destacable, ya en “El zoo de cristal” uno de los personajes del dramaturgo Tennesse Williams farfullaba la frase “El tiempo es la distancia más larga entre dos lugares”. En la pieza de Bellocchio los personajes reflexionan sobre este tiempo, intentando apropiárselo en un final perfectamente delineado que invita a que el espectador deje su lugar de confort para pensar acerca de la frustración, la inacción y el inevitable paso del tiempo, como si hubiese una intención de sacarnos del piloto automático de la vida cotidiana en la que estamos inmersos.
La celebración de año nuevo convoca a diferentes personajes en distintas épocas en esta obra de Pablo Bellochio. Si no te veo, felices fiestas nos ofrece cuatro historias que se entrecruzan y que, poco a poco, van develando sus relaciones, sus causalidades y, especialmente, ponen en acto esas preguntas que alguna vez nos hicimos todos: ¿qué pasa cuando dejamos pasar la vida y solo nos queda sentir nostalgia por lo que no sucedió?, ¿vale la pena añorar un pasado que no fue?, ¿se puede vivir con el peso de la frustración?
Pablo y Adriana viven juntos hace dos semanas, pero Adriana siente que necesita un tiempo para pensar; entonces sus vidas siguen por caminos diferentes que los van separando, y los llevan al fracaso y al desencanto. La angustia de sentir que las cosas podrían haber sido de otra manera y el deseo de volver el tiempo atrás están siempre presentes en estos dos personajes que reharán sus vidas cada uno por su lado, pero nunca dejarán de sentir que algo les quedó pendiente. La hija de Pablo y las dos hijas de Adriana terminarán uniendo sus destinos y cerrarán, de alguna manera, eso que quedó abierto en sus padres, pero también van a plantear –de manera más o menos explícita? su deseo de que su propia realidad no termine siendo, como la de sus padres, solo una eterna nostalgia.
Si el teatro trabaja con los límites de la escena, la posibilidad de hacer uso del afuera a través de ventanas o puertas amplía esos límites que siempre permiten un juego no solo con el espacio, sino también con el tiempo. En este sentido, la obra muestra las cuatro historias simultáneamente: los personajes atraviesan diferentes tiempos y espacios, son los mismos pero diferentes (en su juventud o después de unos años), e incluso –en un acierto del director? los diálogos se superponen para que quede más en evidencia que hay una gran historia conformada por distintos momentos que se explican unos a los otros.
También resulta de gran efectividad teatral el hecho de que los mismos personajes femeninos estén representados por dos actrices diferentes que comparten la escena. Esto, sumado a la simultaneidad de espacios y tiempos de la que hablamos, consigue representar en forma palpable el continuo de la vida, el hecho de que cada decisión que tomamos –o no? trae aparejada consecuencias inevitables en nosotros o en los que nos rodean.
Excelentes las actuaciones de Clara Mastronardi, Estefanía Revas, Gerónimo Espeche, Gimena Romano Larroca, Jimena López, Martina Carou y Nicolás Salischiker; muy buenos los diálogos en los que el dramatismo matizado por la ironía y el humor resulta en un texto que invita a reflexionar al espectador, y muy logrados la iluminación y el aprovechamiento del espacio escénico en el que cada rincón adquiere más de un significado.
En la vida hay tranvías que sólo pasan una vez. Y si no subís sólo quedan los melancólicos rieles que en los días de lluvia arrastran sus aguas a la alcantarilla de la frustración. Qué hacer con lo no vivido, quién sobrelleva las huellas de una, entonces, pequeña inacción. Los vomitados rencores, los tensos silencios con miradas a la nada (todo). Los audaces manejos de relojes y almanaques que retroceden con naturalidad –como si eso fuera posible– terminan por decir cómo fue lo que no fue…, y cómo resultó esa realidad que confluye en la mesa de saldos de Nochebuena, con campanas y estrellitas tan sonoras y brillantes, como sea necesario para
cubrir o descubrir el camino.
Pablo Bellocchio –letra y batuta– acaba de poner en el Espacio Polonia su cuarto trabajo de escena en una ascendente escalera conceptual y artística. Lo acompaña en la tarea un elenco sólido con un piso interpretativo de real valía donde se advierte la profundidad y el afiatamiento –nadie diría que se trataba del estreno de un workinprogress–. Los grises de vestuario se funden con los escenográficos y la puesta de luces compone con acierto el inquietante “cronos” de las acciones. “Si no te veo, felices fiestas”, un nuevo hallazgo del teatro de las pequeñas salas y los grandes talentos.
Alrededor de un mueble multifuncional cuadrado en el centro del escenario y con unos papeles tirados azarosamente en forma de círculo se desarrolla este drama de cuatro momentos desatado a partir de la ruptura de Adriana y Pablo a fines de los ochenta en Lago Puelo. Siete actores se dan encuentro en torno a estas cuatro historias construyendo un relato que conjuga el amor con la melancolía y la soledad.
La trama narra en cuatro navidades y fines de año la angustiosa relación fallida entre Adriana y Pablo y la angustia que involucra a las hijas de ambos. En este drama, una de las hijas de Adriana cuida a su hermana cuadripléjica debido a un accidente cerebro vascular (ACV) mientras el novio de la chica se enamora de otra mujer en la fila de las cajas del supermercado y Adriana rememora los momentos pasados junto a Pablo en su juventud varios veranos atrás.
Como en todas las escenificaciones del dramaturgo Pablo Bellocchio, las historias se relacionan dramáticamente tras un eje emocional que complejiza toda la narración y profundiza las agudas cicatrices que dejan las pasiones amorosas. Los intentos por escapar de esta tragedia parecen tímidos esparcimientos sin voluntad que finalmente refuerzan las cadenas de la infelicidad que los atan.
La obra trabaja con un carácter existencialista las relaciones como hendiduras que dejan marcas visibles en nuestra vida. Los personajes se arrepienten de sus decisiones, se desencuentran o se encuentran fortuitamente para desencontrarse de por vida. Cada una de las historias representa un drama familiar que imposibilita el amor.
En medio de la tragedia la obra también propone un humor cáustico en pequeñas dosis que corroe la tragedia pero que también la ameniza sin neutralizarla. Las cartas de Adriana y Pablo de a poco se transforman en el centro de una narración en la que, más que entrelazándose, las historias se funden encontrando vectores comunes.
La iluminación sigue las actuaciones de los personajes alrededor del centro dejándolos en la oscuridad a medida que se recluyen en la periferia como observadores de la acción y se sientan en los bancos de los costados. Los personajes escapan junto a la luz del centro hacía la oscuridad, sin poder enfrentar su desasosiego ante la vida. Las extraordinarias actuaciones de todo el elenco logran representar la melancolía y el amor como una emoción errática que conduce las acciones de los protagonistas hacía una tristeza profunda y constante.
Si no te veo, felices fiestas recoge los pedazos de una añoranza por el amor perdido y lo transforma en una herencia cultural de infelicidad sembrada con perseverancia y tenacidad. Mientras los personajes recogen los restos de sus emociones desmenuzadas nuevos sentimientos nacen intentando romper con la desdicha circular que los empapa. El amor que no se vive hasta los huesos no muere, espera para acorralarlos corrosivamente.
“Es difícil e inútil tratar de encasillarla en un solo género. Hay risas pero no es una comedia. Roza el dramatismo aunque no sea un drama. La obra muestra la cotidianeidad de la vida de varias personas comunes que transitan lugares comunes. Aunque a veces esos seres quieran desembarazarse de situaciones habituales para casi todos los mortales. Las actrices y los dos actores cumplen con actuaciones superlativas. Altamente recomendable”.
La obra Si no te veo, felices fiestas, de Pablo Bellocchio, desarrolla cuatro situaciones que transcurren bajo la atmósfera de las fiestas de fin de año.
Dinámica y con ritmo, la pieza teatral Si no te veo, felices fiestas, dirigida por Pablo Bellocchio, despliega una historia que está conformada por distintas instantáneas de un pasado inconcluso y añorado. De la mano de excelentes interpretaciones actorales y un original montaje, que por momentos navega por el universo cinematográfico, la obra transcurre en un espacio atravesado y alterado por diversas líneas de tiempo.
El constante movimiento y la mutación de climas, logran construir una obra versátil que viaja por diferentes emociones. La pieza atraviesa estadios cargados de densidad y dramatismo y otros iluminados de frescura y humor. Las destacadas actuaciones de Martina Carou, Gerónimo Espeche, Jimena López, Clara Mastronardi, Estefanía Revas, Gimena Romano Larroca y Nicolás Salischiker, exponen un pasado que se deforma en el presente.
La idealización del ayer y el miedo al mañana, convierten a esta historia de amor y desamor en un retrato de la vida misma. Hacia el final, todos los personajes se encuentran unidos por una misma sensación: la nostalgia de saber que un nuevo tiempo se inaugura mientras otro acaba de morir.
con María Cecilia Bergero
1º de abril al 30 de junio
Martes de 9 a 11 (quincenal)
con Claudia Quiroga
Lunes 18 de marzo
21 h (hora Argentina)
con Hernán Gené (España)
Sábado 20 de enero
15 h (hora Argentina)
con Leila Barenboim y Ana Groch
21 de marzo
16 h (hora Argentina)