Peregrina en marcha íntima, quemando la siesta de sustos y arenas movedizas. Peregrina tejiéndome en poesía, dejando atrás un largo invierno desolado, descalza, siempre descalza, como me enseñaron mis hijxs. Siento el ardor como un acto de fe.
s e r e n a t a p a r a l a t i e r r a d e U N A
Una experiencia teatral plurisensorial
Actuación, dramaturgia y dispositivo escénico: Claudia Quiroga
Composición musical, instrumentos y voz: Lucía Snieg
Bhakti gong: Julieta Ledesma
Poética en señas: Gabriela Bianco
Arte textil: Marcela Palma
Entrenamiento Butoh: Tamia Rivero
Vestuario: Daniel Aita
Asesoramiento en maquillaje: Adriana Monnerais
Orquestación y estudio de grabación Osvaldo Aguilar
Supervisión narrativa: Laura Finguer
Dispositivo Fotográfico: Nicolás Foong, Gabriela Manzo
Asistencia: Lidia Volpe
Duración: 60 minutos
CELCIT. Temporada 2019
De no haber sido por el escultórico cuerpo de Friné, la belleza femenina y el saber hacer propio de la mujer, fueran ideas que para la antigua Grecia no hubiesen tenido ningún sentido. Entonces, el desarrollo más sensible como uno de los pilares de la civilización antigua no hubiese sido el que se conoce hasta ahora y la existencia de ellas aún, tal vez, continuara desplazado hacia los rincones del hogar, donde la comida y las agujas de coser siguieran siendo parte de las actividades habituales de un género que siempre tuvo obstáculos para hallar su propio espacio.
Sin embargo, desde la herencia de la poetisa Safo de Lesbos, hasta la prosa moderna de Virginia Woolf, sin olvidar los postulados revolucionarios de Simone de Beauvoir, “el segundo sexo” ha buscado hacer su “habitación propia” en una civilización que parece estar orientada a hombres gracias a los principios pos-medievales de religiones obsoletas, y como si el azar del destino se lo hubiese designado, ha encontrado en las expresiones artísticas un pequeño lugar de refugio en donde pretende descansar del arduo peregrinaje que representa ser mujer.
Y es precisamente este camino rocoso el que sirve de argumento para que la obra teatral Peregrina encuentre en su prosa poética y en la multi-sensorialidad de su composición un canto al arte de ser ella. Como si estuviera inspirada en el Canto a mí mismo de Walt Whitmann, la pieza que cuenta con la protagonización, dramaturgia y dispositivo escénico de Claudia Quiroga lleva a un imaginario altar todas las formas que en un principio, esbozan la feminidad como pieza fundamental de la creación.
Así, en una actualidad dominada por movimientos sociopolíticos como el Me Too, la obra teatral halla a través de la experimentación de los cinco sentidos, una manera de demostrarle al espectador que existen ciertos aspectos de la vida que le pertenecen solo a ella.
De esta manera, el delicado olor a incienso que se percibe al entrar a la sala y que después se mezcla con el golpeteo de un gong, las ondas relajantes de un cuenco, los pasos de la antigua danza japonesa de posguerra conocida como Butoh y el sepia de los infantes en imágenes que adornan la escenografía, se combinan para crear una armoniosa sintonía que pavimenta el camino narrativo hacia edades, cargas hereditarias, miedos, pasiones y hasta desacatos, que se complementan con la involucración final del público que, al sobre el escenario puede llegar a descubrir que al final de la historia, la realidad de ella, también es la suya propia.
El espectáculo se presenta en su temporada 2019 en el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral, CELCIT.
Peregrina comienza con su dispositivo estético desde el principio, fundido con la poesía recitada por su protagonista. La poesía es profunda, visual y sobre todo: sensorial. Y ese es uno de los grandes logros de Peregrina, la fundición de diferentes voces, estímulos y disciplinas que involucran al público con la obra desde los sentidos.
Para ello se valen los personajes de todos los recursos a su alcance: efectos de sonido con diferentes instrumentos, música, proyecciones, inciensos, gestualidad histriónica, hablar dirigiéndose a la gente. Siempre apelando a todos los sentidos. La imagen (y el sonido) proyectada sobre diferentes telas de un corazón latiendo nos lleva a una sensación ligada al tacto en nuestra vida cotidiana: al corazón lo sentimos, por lo general, llevando la mano al pecho. La escenografía y el vestuario pueden recordarnos, en su estética festiva y las reflexiones sobre la naturaleza en los poemas. Y aunque la obra no es puro hedonismo (y está lejos de serlo por sus palabras y reflexiones), sí asegura un constante disfrute en el público.
Y es que Peregrina es una obra vigorosa, profunda, pero no pierde en ningún momento su carácter optimista. Es en ese carácter afectuoso en donde se integra a los espectadores en un acercamiento a la obra que se va tejiendo de a poco. Incluso en su variedad y despliegue de recursos, la obra se percibe no como una sumatoria de partes, sino como un todo envolvente que va incluyendo lentamente a los espectadores a fundirse con ella. Los personajes miran constantemente al público al hablar, para luego conectarlo con el escenario mediante los hilos que reparte su protagonista. Las hebras unen al público con los personajes como a los espectadores entre sí. Siempre con un ritmo lento pero alegre, se van involucrando a la audiencia cada vez más con la obra, invitándolos al escenario, a mostrarles de cerca su decoración y a entrar en contacto con ella.
El final de la obra es el punto más importante de esa interacción con el público. Se convoca a los espectadores (ya en el escenario) a congregarse todos -junto con el elenco- en un espacio común en donde se proyecta el registro fotográfico de la función. En ese gesto final radica la verdadera sustancia de esta obra. Quien vea Peregrina, vivirá una experiencia en primera persona. Y lo que es mejor aún, se rompe en este caso con los cierres de las obras de teatro en los que queda marcada la distancia entre público y elenco (los actores se retiran a sus camarines y el público deja sus asientos para abandonar la sala). El escenario queda vacío. Quizás no lo advertimos, hasta tener una oportunidad como ésta. La oportunidad de formar parte del escenario, de tocar los objetos, de unirnos con los mismos hilos que nos llevan al escenario. Todo esto para finalizar una experiencia que uno no desea que no termine.
Peregrina festeja, sufre y reflexiona constantemente sobre el cuerpo. Y un solo cuerpo es esa congregación misma de actrices y espectadores en un espacio que excede incluso los límites del escenario. La experiencia es compartida superando esa barrera público-elenco, y la reflexión es compartida con la alegría que da la unión misma. Por eso Peregrina es una obra corporal. No sólo por su contenido, sino porque está planteada con gran compromiso corporal desde el concepto, desde sus cimientos, siempre necesitando del público para completarse. De la misa manera es poética y no sólo en el recitado de sus poemas, los espectadores son parte de esa poesía también. Los espectadores son palabras mismas que necesitan acercarse entre sí para terminar este poema. Algo de lo que estamos necesitados cada vez más, y es unirnos para completarnos.
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