Puesta en escena, coreografía y dirección: Teresa Duggan. 7 de abril al 30 de junio
Entrevista a Teresa Duggan e integrantes de la compañía. Imágenes del espectáculo
Tejer es sostener un diálogo con el origen
Un soplo despierta sueños antiguos.
La hebra de la madeja se reconoce en la textura de la trama.
Los cuerpos transitan las siete direcciones chamánicas y encarnan las estaciones del año, en conexión con los arquetipos femeninos y las fases de la luna.
Primavera: Doncella, Luna creciente .Verano: Madre, Luna llena .Otoño: Chamana, Luna menguante .Invierno: Anciana, Luna negra.
Las escenas son consultadas y ordenadas por el I Ching .Se enlazan a través de objetos sagrados que invocan energías etéreas.
El viaje, rito de paso, devela un mapa cósmico que conecta Uno con el Universo.
Compañía Duggandanza
Puesta en escena, coreografía y dirección: Teresa Duggan
Interpretes: Vanesa Blaires, María Laura García, Magda Ingrey, Laura Spagnolo, Agostina Sturla, Vanesa Ostrosky, Gabriela Pizano
Diseño de vestuario: Nam Tanoshii
Diseño de iluminación: Teresa Duggan
Edición de banda sonora: Edu Zvetelman
Objetos escenográficos: Mariela Solari
Asistentes: Marilyn Grosembacher, Claudia Valado, Natalia Yagi
Duración: 48 minutos
Fotógrafas expositoras: Marta Elisetch, Marcela Rached
CELCIT. Temporada 2018
La trama infinita
En el espacio siete mujeres unidas por un mismo hilo, el cual manipulan como si estuvieran tejiendo una trama invisible, una trama infinita en la cual el principio y el final parecen superponerse. Probablemente sea la trama que encadena estas historias, estas secuencias de movimiento. Hilvanadas al azar siguiendo los designios de los hexagramas del I ching, el milenario libro de oráculos oriental.
Estas siete mujeres transitan las siete direcciones chamánicas: este/luz, norte/noche, oeste/transformación, sur/sol eterno, arriba/paraíso, abajo/tierra y centro/universo. Asimismo representan los arquetipos femeninos que tienen relación con las estaciones del año y con las fases de la luna: primavera/doncella/luna creciente, verano/madre/luna llena, otoño/chamana/luna menguante, invierno/anciana/luna negra o nueva. Lo cíclico que tan presente está sobre todo en la vida de las mujeres con el ciclo menstrual, nos muestra el nacimiento, el crecimiento y la muerte, que como la cinta de Moebius este ciclo se repite infinitamente.
Tejer, una actividad por lo general femenina, es mucho más que la creación de algo que abriga, que resguarda, de algo que brinda calidez, sino que es una especie de ritual por medio del cual nos conectamos con el interior de nuestra existencia y desde allí con todo el universo, con el origen de nuestra naturaleza. Porque todos estamos conectados, todos somos uno.
Todas estas temáticas son abordadas por la obra. Las intérpretes transmiten a través de sus movimientos sensaciones que nos remiten a lo ancestral, lo primigenio, que nos vinculan con la esencia misma del ser humano en unión inseparable con la naturaleza.
Una excelente propuesta de Teresa Duggan y su compañía Duggandanza (con la que viene realizando espectáculos de renombre desde el año 1984).
En dicha puesta se combina a la perfección lo visual y lo sonoro creando un clima onírico, impronta distintiva de esta directora y coreógrafa. Se destaca el vestuario confeccionado por Nam Tanoshii, que junto con los objetos realizados por Mariela Solari terminan de caracterizar a estas mujeres mezcla de chaman con algo de animal. Y como todo rito, la presencia de la música (cuya edición estuvo a cargo de Edu Svetelman) juega un papel preponderante, ya que nos va guiando en este viaje. Un viaje en todas las direcciones chamánicas, un viaje hacia el infinito.
La madeja de Moebius, obra de la coreografa Teresa Duggan, está interpretada por la compañía Duggandanza, y llevada a cabo por solo siete mujeres. Es una puesta interesante, donde más que virtuosismo en las intérpretes podemos ver cuadros vivientes, cuadros con movimientos no estructurados, más bien casi improvisados.
Se destaca un vestuario con muchos colores y diferentes texturas, predominando la lana. También las luces y la música juegan un papel muy importante, creando así un clima casi de ensueño. Las danzas o movimientos tienen base contemporánea, pero se puede ver un dejo de trazas indigenas, japonesas e incluso algo esotéricas. Utilizan madejas de lanas, hilos, cintas, telas y hasta agujas de tejer; elementos que los incorporan a la danza con gran naturalidad y como medios para vincularse entre ellas o dialogar con el espacio.
Estas mujeres interpretan diferentes personajes, como una niña, una joven, una mujer o una anciana hechicera, pero siempre están unidas por un hilo o lana. Pueden danzar hacia adelante o hacia atrás, también por arriba, por abajo, por dentro o por fuera de una gran tela blanca. Es un viaje místico, un rito, o simplemente un cuadro viviente.
La coreógrafa argentina Teresa Duggan tiene un estilo en el que la danza es tan relevante como el diálogo de los cuerpos con los objetos, la iluminación y el vestuario. El cruce de estos elementos lleva siempre una orientación poética que se condensa en la creación de imágenes, que son casi una fotografía, en la que cada elemento tiene su sentido dentro de la composición. La madeja de Moebius es su más reciente y acaso más logrado trabajo, que aparece sintetizado en el campo semántico del tejido. Esto se muestra a través de la manipulación de lanas de colores, carreteles de elástico, nudos de hilos y gruesas agujas de tejer, que también se resignifican para hacer percusión y como cuernos de un combate. Las intérpretes (Vanesa Blaires, María Laura García, Magda Ingrey, Laura Spagnolo, Agostina Sturla, Vanesa Ostrosky, Gabriela Pizano), que portan un casquete sobre su cabeza, podrían ser ciervos, brujas o diosas en un tiempo y espacio indefinidos. Hay una inmensa tela blanca, que se vuelve iglú, cueva, útero; hay un viejo árbol. En ese paisaje lírico, ellas tienen su complicidad en secretas tareas que las ligan en movimientos al unísono; también enfrentan disputas y, finalmente, llegan a acuerdos que acaso pudieran volver a ordenar el caos del mundo, refundado bajo un nuevo árbol tramado con cinta de papel. (CELCIT
La banda o cinta de Moebius es una superficie con una sola cara y un solo borde, si se coloreara la superficie empezando por la cara “exterior”, al final quedaría coloreada toda la cinta, dando cuenta que sólo posee una cara, por lo que no tiene sentido hablar de cara interior y cara exterior. Desde el psicoanálisis ilustra que las oposiciones binarias como interno/externo, amor/odio, presentadas como radicalmente distintas deben ser vistas como continuas.
Teresa Duggan pone en escena el tema desde la figura de una madeja, conjugando la complejidad de la existencia humana en un despliegue plástico de tejidos e historias.
Un grupo de tejedoras murmuran y se mecen mientras entrelazan sus dedos con la lana. Se oye en susurros un texto que se enlaza con sus propias palabras, al igual que ese ovillo que las vincula a todas, al igual que el pasado se teje con el presente y el futuro.
Entre lanas, alfombras, gorros lanudos con cuernos, vemos a estas mujeres mitológicas. Mujeres que tejen historias, que corporizan entramados colectivos como el de las Horas, esos seres del Olimpo que manejaban el tiempo de las estaciones, como si tuvieran en sus manos los hilos de la vida.
Las escenas se suceden como una respiración. Un pasaje donde las madejas y agujas de tejer, se transforman en varitas que escriben en el aire, cuernos, banderines, cuchillos, todo lo que la imaginación permite jugar.
Las mujeres tejen el espacio con hilos de colores, construyen una red donde quedan ellas entrelazadas en medio de la vibración de los hilos. Se envuelven en un gran tejido blanco que es superficie, vestido, niebla, humo, viento, nubes. Gracias a la iluminación que pinta sobre el blanco sugiriendo atmósferas oníricas, sangrientas, cálidas, terrenales.
Cada intérprete desarrolla su momento, como estación del año, como energía, como color intensidad. Cada una es parte del entramado de ese universo que construyen juntas. Sin apuros, sin ansiedad, con el andar preciso y sosegado de la mujer sabia.
Finalmente la historia que las acuna y que ellas sostienen se materializa en un árbol de la vida, como una forma de construcción colectiva que las envuelve, de la que ellas son parte con su danza, con su hermandad. Las ofrendas son las lanas, las madejas, esas historias de vida que cada una ha tejido.
¿Cómo ver el entramado cuando uno teje el traje en el que está metido? ¿Qué es lo que queda cuando uno se va? ¿Qué imágenes, recuerdos, memorias permanecen tejidas sobre el lienzo de la vida?
Preguntas que se abren desde las metáforas que despliega esta bella puesta.
Recibí el CELCIT por email
Cursos que te pueden interesar
• Narración oral: de cabo a rabo