Este espectáculo cuenta con el apoyo del Instituto Nacional del Teatro y Proteatro
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Variaciones sobre las formas de la opresión
Eduardo Slusarczuk. Clarín. 13/09/2008
Seis obras cortas de José Sanchís Sinisterra, desarrolladas en el CELCIT, que sobrevuelan el clima de lo siniestro.
El español José Sanchís Sinisterra escribió "Terror y miseria en el primer franquismo" a fines de los '70. Lo hizo con la convicción de que no era bueno dejar que el olvido deglutiera los años que siguieron a la Guerra Civil, con la instauración de Francisco Franco en el poder, en 1939. "Quería evitarlo en la medida de mis posibilidades", afirmó en alguna entrevista.
Bajo esa premisa, Sinisterra (d)escribió en seis obras breves la oscuridad de la época. Farsa, drama, parodia, comedia. El autor se valió de herramientas que, aún desde sus diferencias, dan forma a un todo sin fisuras. Mérito que comparte con Claudia Quiroga, Teresita Galimany y Carlos Ianni, quienes se reparten la dirección de dos obras cada uno.
Con una puesta de elementos mínimos, austeridad en la iluminación y una banda sonora que emerge de las penumbras, "Terror y miseria..." arranca con "Plato único". El ferretero Cosme (Fito Pérez) esconde en su prepotencia y declamada religiosidad una cobardía que aflora frente a la dignidad de Benigna (Stella Minichiello) y su hijo Jenaro (Alejandro Orlandoni). Los actores, que permanecen en el fondo del espacio escénico durante toda la obra, se encargan de adaptar la escenografía a cada cuadro.
Segundo capítulo. Claudia Sánchez es Marga, una dama que no duda en someterse a las reglas del régimen, si es cuestión de pertenecer al círculo de los exitosos. "Hay que ser amable con los poderosos", le explica en "El anillo" a la Carmina que representa María Forni, cuyo marido lleva tres años desaparecido.
Sobre el piso desnudo, Annie Stein y Concha Milla son Teresa y Nati. Comparten en "Intimidad" una celda. Un lugar y tiempo que la realidad de afuera no registra. Las mujeres gritan, se arrastran, se atacan. El final perturba.
Octavio Bustos es Jorge. Y Jorge vive en México. Su hermano, Leandro, que es Daniel Bazán Lazarte, optó por quedarse en su España. "Dos exilios". La misma paranoia. Mundos que se terminan en la puerta de la casa de cada uno. Una especie de cárcel del cuerpo y el alma.
Encierro y paranoia se repiten en "El topo". Las voces de Miguel (Sebastián Vila) y Julia (Claudia Quiroga) estallan. Sus cuerpos se desplazan, se chocan y repelen. Cada ruido es un miedo. La espera es desesperación.
El absurdo con que "Atajo" retrata la convivencia entre la iglesia católica, la gente bien y el poder, potenciado por el desempeño de Roberto Municoy y Román Lamas, distiende, aunque sea un poco, antes del final.
En la sala del CELCIT, en pleno corazón de Buenos Aires, "Terror y miseria..." no sólo refresca los inicios de una dictadura que duró 36 años. Cosme revive la dudosa virilidad de violadores legalizados por el poder. Como Carmina la eterna espera-esperanza de las abuelas, madres, esposas, hijos. Los gritos de Nati y Teresa, en la celda, son los que las paredes de la ESMA, las ventanas tapiadas del Olimpo, el tránsito de Paseo Colón, a orillas del Atlético, ahogaron durante años.
Cada tramo de "Terror y miseria..." es España y también Argentina. Es el encierro del exiliado fronteras adentro. O fronteras afuera. Es el peso de sobrevivir. La necesidad del topo de salir de la madriguera, aún a costo de vida. Es la bendición, el perdón, la complicidad sagrada.
Con su texto, Sinisterra trasciende fronteras espaciales y temporales, con un discurso que la historia argentina admite de inmediato en un espacio y tiempo mucho más reciente. Pero igual de terrorífico y miserable.
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Retrato de años oscuros
Rafael Granado. Vea Más. 12/09/2008
Vibrante narración
Si a José Sanchis Sinisterra se lo reconoce de un modo especial en nuestro país es, sin ninguna duda, por sus obras "¡Ay, Carmela!" (debido particularmente a la versión cinematográfica, dirigida por Carlos Saura) y "El cerco de Leningrado" (con las inolvidables actuaciones de María Rosa Gallo y Alejandra Boero, en el teatro Andamio). Ahora, la cartelera porteña registra otro trabajo suyo, "Terror y miseria en el primer franquismo, título explícito en cuanto a su contenido, que sigue las huellas de "Terror y miseria del Tercer Reich", del alemán Bertolt Brecht. Ambos textos hablan de siniestras dictaduras.
A lo largo de seis historias breves, el autor español (Valencia, 1940) indaga en el dolor de quienes se opusieron al régimen del general Francisco Franco y a la obsecuencia de aquellos que lo apoyaron. En el tramo inicial, "Plato único", el dueño de un local de electricidad se muestra autoritario con su empleado, proclama que es un patriota y no oculta su adhesión al Caudillo. El trasfondo es la hipocresía de ese hombre y el hambre del pueblo. Luego, "Intimidad" refleja las vivencias de dos mujeres prisioneras, en una celda, que han sido torturadas, cuyas palabras transmiten desesperación y espanto. Es uno de los pasajes más intensos. Al igual que "Dos exilios", que se interna en las angustias de Jorge y Leandro, hermanos que eligieron diferentes caminos: uno se quedó en España, y el otro, periodista, se refugió en México buscando un destino mejor. Pero los atan, sin darles tregua, los fantasmas de la inseguridad, de lo imprevisible.
A su turno, "El anillo" transcurre en 1942 y revela las disímiles actitudes de las primas Marga y Carmina. La primera ha decidido aceptar el franquismo por conveniencia, en tanto la segunda no baja los brazos y no se resigna a que su marido sea un "desaparecido". El tono del relato transita por climas de envolvente tensión. Tampoco se queda atrás en interés argumental "El topo" que describe los temores de Miguel, escondido desde hace nueve años en su casa hasta que, de pronto, amaga con entregarse, vencido por el miedo de cada día. El último cuadro, "Atajo", pinta el comportamiento de dos individuos bien trajeados que ironizan sobre distintos temas con absoluta impiedad.
Aunque "Intimidad", "Dos exilios" y "El anillo" se alcen como los momentos más logrados, la suma de los seis episodios arroja un resultado estremecedor. No obstante que las numerosas situaciones están construidas con toques del grotesco, la farsa, el absurdo y la comicidad mordaz (sin que falte el drama), el común denominador es una mirada sin concesiones que abarca los primeros diez años del franquismo, con los republicanos derrotados y todas sus heridas abiertas. Sanchis Sinisterra suscribió una valiosa pieza testimonial, de alcance universal porque las dictaduras militares se adueñaron por décadas de muchas naciones, incluida la Argentina.
Bajo las rigurosas puestas de Claudia Quiroga, Teresita Galimany y Carlos Ianni, la labor del elenco no tiene fisuras: los intérpretes extraen de sus personajes los sentimientos más elocuentes, en una obra que contribuye a mantener viva la memoria colectiva.
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Terror y miseria en el primer franquismo
Guillermina I. Costantini de L. Revista Criterio Nº 2341. 01/09/2008
de José Sanchis Sinisterra
Nuevamente la historia es el disparador de este texto del escritor valenciano. Así como en ¡Ay, Carmela! –llevada al cine por C. Saura y estrenada en Buenos Aires en 1991– el autor procuraba explorar el impacto que acusó el arte en una sociedad fracturada por la guerra civil, es ahora la primera década de la posguerra la que focaliza su mirada. En la época de la transición comenzó a escribir algunas de las seis escenas que componen hoy el texto –para contrarrestar “la excesiva prisa por pasar la página de la historia”– y lo retomó años después, hasta darle un cierre definitivo con el objeto de trabajarlo en la escuela media como un posible abordaje al tema del franquismo que, junto con el de la guerra civil, está reapareciendo con fuerza en la literatura española de los últimos años.
Parafraseando el título de la obra de Brecht, Sanchis hace desfilar distintas figuras victimizadas por las secuelas del odio y el revanchismo que dejó la guerra civil y el autoritarismo y la hipocresía que se instaló con el régimen triunfante. Salvo el cuadro final, que apela al humor mediante el registro del grotesco y un elaborado trabajo con el lenguaje, para denunciar oscuras complicidades entre la alta sociedad y sectores de la Iglesia católica, los demás buscan sacudir al espectador mediante situaciones de desarrollo algo previsible y de fuerte dramatismo, donde el dolor o el atropello afloran, desgarradamente, como en Plato único o Intimidad –el giro final salva a este cuadro de la obviedad–, o de manera más contenida, como en El anillo y Dos exilios, donde resulta logrado el recurso de las escenas en simultáneo para plantear el tema del exilio exterior e interior. Claudia Quiroga, Teresita Galimany y Carlos Ianni se reparten equilibradamente la dirección de los sucesivos cuadros, que quedan enhebrados mediante la música que tararea el elenco desde el costado de un escenario casi vacío de utilería. Desde el punto de vista de la interpretación se destacan Fito Pérez y Stella Minichiello, dos de los protagonistas del primer cuadro, Annie Stein y Concha Milla en la tercera escena –aunque desconcierta la alternancia del tuteo con el voseo–, y Roberto Municoy y Román Lamas en Atajo, el cuadro que cierra el espectáculo.
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Franquismo en seis capítulos para pensar cualquier dictadura
Analía Pinto. ANSUd.com. 19/08/2008
Todas las dictaduras se parecen. Todas generan el mismo horror, el mismo terror. La misma incomprensión. Por eso no resulta extraño que el autor de la obra teatral Terror y miseria en el primer franquismo, José Sanchis Sinisterra, haya elegido una como ejemplo de todas. Y una con la que el espectador puede fácilmente identificarse y trasladar a su horizonte de expectativas, ya que en todas las dictaduras se cuecen las mismas y pútridas habas.
Galardonada con el Premio Nacional de Literatura Dramática por el Ministerio de Cultura de España, el relato toma como modelo Terror y miseria en el Tercer Reich de Bertold Bretch, pero sólo como punto de partida: los seis “capítulos” o partes en que se divide la obra funcionan como un muestrario de los distintos abordajes posibles para un mismo horror. La obra pasa, sin desbarrancar nunca, por la comedia, el absurdo, la farsa y el más hondo drama gracias a su particular estructura: cada capítulo se inicia con los actores tarareando una canción, al modo de un auténtico coro de tragedia griega, mientras en la semipenumbra del escenario se realizan los ajustes necesarios para la representación.
Este aparente quiebre de la ilusión escénica funciona en realidad como un preludio, lo que se ve reforzado con el coro. Así, con una puesta minimalista, sin telón, sin decorados, sin aspavientos, sólo con los elementos mínimos e indispensables para lograr el ambiente y con una enorme presencia escénica de los actores se da comienzo a cada capítulo. Además, cada parte también podría ser vista como una foto de un momento particular, imágenes de un viejo álbum familiar en el que van desfilando los sueños, los deseos, las luchas, los ideales, la gloria, la decadencia no sólo de un hogar, de un pueblo o de un país sino de la humanidad toda.
El capítulo que abre la obra se titula “Plato único” (representado por Fito Pérez, Alejandro Orlandoni, Stella Minichiello y dirigido por Claudia Quiroga) y es una muestra acabada del grado de hipocresía y, más aún, de ridiculez al que llevan todos los fanatismos. Mediante pasos de comedia perfectamente logrados, el autor muestra aquí cómo un hombre, un modesto comerciante, sigue al pie de la letra los mandatos del Caudillo, transformándose él también en un pequeño caudillo (de pacotilla) con su empleado y su amante, quienes, en un gesto esperanzador, denuncian lo irrisorio de su poder. Con excelentes actuaciones y picos de hilaridad, este primer capítulo predispone al espectador para los próximos.
El segundo se titula “El anillo” (representado por Claudia Sánchez y María Forni, dirigido por Teresita Galimany) y ahonda en las máscaras y disfraces que es necesario adoptar para seguir subsistiendo en medio del horror. Dos primas vuelven de una fiesta pero rápidamente el ambiente festivo se disipa y junto con los zapatos y los vestidos caen también las máscaras: Marga y su marido han decidido transar con el poder para obtener beneficios económicos a cualquier precio; Carmina no acepta que su marido haya desaparecido y sigue esperándolo, convencida de que retornará y convencida también de que no se venderá al mejor postor como su prima. La relación asimétrica entre ambas va quedando de manifiesto, de manera gradual, a lo largo del capítulo para llegar a su máxima expresión en el final.
El tercer capítulo, “Intimidad” (representado por Annie Stein y Concha Milla, dirigido por Carlos Ianni), es sin duda alguna el momento de mayor dramatismo de la obra. Rápidamente el espectador se da cuenta de que transcurre en un campo de concentración. Dos mujeres intentan dormir pero el constante terror de que se las lleven se los impide. Allí, mediante soliloquios que erizan la piel y emocionan al mejor plantado, cada una expone sus temores, lo que le sucedió, cómo llegó hasta allí. El hacinamiento, las delaciones, las transacciones, todas las pequeñas —enormes— miserias que se producen en el microclima asfixiante del campo de concentración aparecen, como fulgores inapelables, en cada uno de los parlamentos de las mujeres. La intensidad lograda con apenas unas mantas y acertados cambios de luces es tanto más grande que si se hubiera reproducido al detalle una barraca de las tantas que hubo también en España.
El cuarto capítulo, “Dos exilios” (representado por Octavio Bustos y Daniel Bazán Lazarte, dirigido por Claudia Quiroga), presenta, atinadamente, escenas en paralelo de los exilios de dos hermanos. Uno, el exilio exterior, en México, donde, vale aclarar, fueron acogidos muchos refugiados españoles, entre ellos el escritor Max Aub, uno de los que mejor ha dado cuenta de la diáspora española en sus cuentos y novelas; el otro, el exilio interior, en su propio país, en su propio pueblo, en su propia alma. Mientras uno de los hermanos intenta “aclimatarse” sin lograrlo, el otro se ve perseguido por los fantasmas del pasado y también por los del presente. El momento más emocionante se logra cuando ambos “se encuentran” y tratan de decirse todo aquello que han querido decirse en tantos años de separación y de no saber nada uno del otro.
El quinto, titulado “El topo” (representado por Sebastián Villa y Claudia Quiroga, dirigido por Carlos Ianni), es quizás el menos eficaz de los seis, al menos en lo que a contundencia dramática se refiere, ya que las actuaciones son excelentes. Sin embargo, se tiene la sensación de que algo está faltando allí o quizás esta sensación pueda deberse a los altos e impactantes niveles alcanzados por los dos capítulos precedentes. En este caso, se presenta la historia de un joven que ha permanecido escondido, como un topo, por miedo a ser llevado, sin ser culpable de nada. Aunque la casa donde se esconde es periódicamente revisada (y dada vuelta cada vez que esto sucede), la astucia femenina de su novia hace que él nunca pueda ser encontrado. El drama se desata cuando Miguel proclama no aguantar más y estar dispuesto a entregarse antes que seguir viviendo así.
El último capítulo, “Atajo” (representado por Roberto Municoy y Román Lamas, dirigido por Teresita Galimany), es el punto más alto en cuanto a humor y absurdo se refiere. Dos personajes escapados de una novela mitad picaresca y mitad galdosiana se encuentran en una plaza y casi sin quererlo comienzan a espiar lo que sucede en una casa vecina. Pero esto no es lo importante: lo importante es el despliegue de humor, ironía, acidez y más todavía de vuelo literario que el autor se ha permitido en este capítulo final, donde abundan los juegos de palabras, las rimas y aliteraciones increíbles e hilarantes y donde la actuación de Roberto Municoy como don Abundio se “roba” el capítulo, si bien Román Lamas como don Bolonio no se queda un centímetro atrás. Ambos personajes exaltan y exacerban hasta el paroxismo todos los tópicos españoles esperables y los llevan más allá, haciéndolos universales.
Del mismo modo que la obra en su conjunto, con maestría singular, toma una dictadura particular para denunciar el horror de todas y para hacernos pensar en las dictaduras nuestras de cada día.
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La memoria del olvido
Luis Mazas. Veintitres. 15/08/2008
Revulsiva obra de José Sanchis Sinisterra
En "Terror y miseria en el primer franquismo", José Sanchis Sinisterra ("¡Ay, Carmela!", "Dos tristes tigres", "El cerco de Leningrado") revisa los primeros diez años del régimen hegemónico que agobió a España con seis historias que experimentan diversos elementos de la teatralidad. El autor valenciano juega esa similitud formal con "Terror y miseria en el Tercer Reich" de Brecht aunque difiere en su tratamiento sobre hipocresía y revanchas, desaparecidos, exilios de adentro y de afuera. En complicidad con buena parte del cuerpo social e instituciones, desgarros e intemperancia forjaron aquella dictadura medieval entre 1939 y 1975. Un sometimiento a la paz de los cementerios, que el apoyo del Eje (la Alemania de Hitler, la Italia mussoliniana) ayudó a consolidar, radicalizando el enfrentamiento entre vencedores y vencidos.
Sanchis Sinisterra despliega diversos registros del drama, desde el más crudo realismo hasta algunas variaciones del patetismo, grotesco, soliloquios y surrealismo, entre los que destacan "Plato único", "Intimidad" (basadas en hechos reales) y "El topo". El remate propone la forzada farsa de "Atajo", la menos feliz de esa escritura, aunque remita productivamente al rol del Opus Dei. En la versión local, tres directores (Claudia Quiroga, Teresita Galimany, Carlos Ianni) se distribuyeron el material, a dos historias por cabeza, alcanzando similar claridad expositiva. Con mínimos cambios de ambientación, la dirección centra su atención en el juego actoral y de la decisión del matiz adoptado.
Este ejercicio de la memoria colectiva es, para nosotros, profundamente movilizador por su similitud con lo ocurrido aquí entre 1976 y 1983. En "Terror y miseria..." resuenan otras historias que nos involucran. De este modo, en la nueva sala del CELCIT un raro espejismo reactivo se produce, capaz de exceder la mayor o menor excelencia de lo representado. Mientras los actores agonizan sus partes, el espectador reabre sus propias heridas. Nos impide ser estérilmente equidistantes. Libres de juzgar la mera estética ante la elocuencia demoledora del conflicto ético y aún en carne viva.
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El franquismo en lograda version de obra de Sanchis Sinisterra
Héctor Puyo. Telam. 09/08/2008
La obra "Terror y miserias del primer franquismo", del dramaturgo español José Sanchis Sinisterra, tiene una encomiable versión dirigida por Claudia Quiroga, Teresita Galimany y Carlos Ianni, que se ve los domingos a las 20 en la sede del CELCIT, Moreno 431.
El título de la pieza remite a "Terror y miserias del Tercer Reich", que Bertolt Brecht escribió alrededor de 1938 para denunciar el horror nazi, y toma su misma estructura episódica en diez fragmentos, aquí reducidos a seis.
El autor de "Ay, Carmela!" y "El cerco de Leningrado" describe de una forma clara y colorida -a pesar de la oscuridad de la época-, las situaciones cotidianas posteriores a la derrota republicana, donde vencedores y vencidos se vinculan de modo inevitable.
No es necesario saber de qué lado se ubica Sanchis, ya que sus personajes hablan por él; así, en "Plato único", un ferretero prepotente y santurrón pretende llegar al Cielo a través de un cartel publicitario, pero la aparición de una mujer violentada por él cambia su apariencia.
Tampoco en "El anillo", donde dos primas jóvenes dejan en claro quién quedó del lado fascista y quién del vencido, hasta que las acciones cambian y tanto en "Intimidad" y "Dos exilios" como en "El topo" el drama es de los republicanos.
El final apuesta al humor y a un macarrónico encuentro entre dos empresarios falangistas y chupacirios que demuestra la endebles de las actitudes, los prejuicios, la censura y la autocensura, y transforma a los dos personajes en monigotes presos de sus propias miserias.
El primer acierto del espectáculo es haber confiado a tres directores el comando de dos cuadros cada uno y logrado una homogeneidad ejemplar, incluso con la utilización de una utilería mínima que cada cual usa a su modo.
El segundo es la versión respetuosa de lo planteado por Sanchis, con un realismo claro y expositivo y sus debidas "traducciones" al porteño, donde "rojos" y "rojillos" se transforman en "zurdos" y "zurditos", entre otros detalles.
Hay también un elenco bastante parejo en su corrección con algunos destaques -Claudia Sánchez y María Forni en "El anillo", Claudia Quiroga en "El topo", Annie Stein en "Intimidad", Octavio Bustos en "Dos exilios"-, con un gran desempeño de Daniel Bazán Lazarte en el último esquicio nombrado.
También resaltan Roberto Municoy y Román Lamas en "Atajo", en soberbias e hilarantes sobreactuaciones que parecen salidas directamente de la cámara de Luis García Berlanga.
Si bien se denuncia una sociedad opresiva bajo el primer período de Franco en el poder, en 1939, el conjunto no utiliza golpes bajos y aun en pasajes como "Intimidad", sobre dos presas políticas en su calabozo, hay una cierta poesía que lima el cariz terrible de la situación.
Eso también se ve en "Dos exilios", con un hermano periodista que piensa levantar cabeza en México y otro que permanece en España, escondido aunque militante y en medio del terror de ser descubierto.
A partir de entonces -y porque el personaje del militante está notablemente delineado-, lo que se cuenta asume un aire universal que involucra a los argentinos y sus años de plomo, en los que el miedo era un compañero cotidiano para muchos.
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Las marcas que dejó el franquismo, en 6 obras
Carlos Pacheco. La Nación. 02/08/2008
Las interpretaciones son intensas y sólidas
Terror y miseria en el primer franquismo, de José Sanchís Sinisterra. Intérpretes: Fito Pérez, Alejandro Orlandoni, Stella Minichiello, Claudia Sánchez, María Forni, Annie Stein, Concha Milla, Octavio Bustos, Daniel Bazán Lazarte, Sebastián Vila, Claudia Quiroga, Roberto Municoy y Román Lamas. Escenografía y vestuario: Marta Abertinazzi. Operador técnico: Fernando Díaz. Música: Osvaldo Aguilar. Asistente: Pablo Lyonnet. Dirección: Claudia Quiroga, Teresita Galimany y Carlos Ianni. En el Celcit (Moreno 431). Viernes y sábados, a las 20.30, y domingos, a las 20. Duración: 110 minutos.
Nuestra opinión: buena
Esta nueva producción del autor español José Sanchís Sinisterra, con la que ganó el Premio Nacional de Literatura Dramática, está compuesta por una serie de obras breves en las que se muestran, con dolor, las secuelas que han quedado en los sobrevivientes de la Guerra Civil Española. Las acciones se desarrollan entre 1939 y 1949 y, según ha contado el escritor, la elaboración de ellas se ha producido en distintos períodos de su creación. Desde el título, queda claro que Sanchís parafrasea la obra de Bertolt Brecht Terror y miserias de Tercer Reich y sigue la estructura de aquel material, concebido en el período 1935-1938.
En Plato único , El anillo , Intimidad , Dos exilios , El topo y Atajo , tales los nombres de las diferentes piezas que se presentan, el autor da cuenta de situaciones en las que la represión franquista ha dejado huellas muy fuertes en los habitantes de España y ha signado la vida de quienes han partido al exilio.
Todos resultan individuos acosados por la realidad. A ellos se los verá en muy diferentes situaciones. Han perdido su identidad. Son presos políticos; están escondidos en la oscuridad; son golpeados para que digan una verdad; han logrado salir del país, pero igualmente sufren; necesitan ser libres y no hay posibilidades de lograrlo. Sus discursos expresan un intenso dolor.
Las diferentes escenas muestran una fuerte cotidianidad. Sanchís apuesta a develar, en esas pequeñas conductas de sus personajes, las fuertes modificaciones que han sufrido en sus hábitos de vida y es ahí, en esa intimidad, donde tal vez más provoque una fuerte toma de conciencia.
El espectáculo se desarrolla con mínimos cambios escenográficos y la apuesta de los tres directores está en las interpretaciones. En la construcción de unos personajes que, aunque muy afectados, pueden mostrar esas marcas y promover una fuerte reflexión en la platea. Cada breve pieza también se recrea con imágenes potentes, lo que refuerza unos modos y una calidad de vida de ese devastado mundo español.
Entre los materiales más logrados actoralmente, pueden destacarse Plato único , Intimidad y Atajo . Tres historias muy diferentes, pero en las que las interpretaciones alcanzan momentos de intensa conmoción. La última, en tono de comedia, descubre con fuerte intencionalidad, la impunidad de una alta clase social. Terror y miseria en el primer franquismo es una propuesta muy elocuente que posibilitará el reconocimiento, también, de una historia muy ligada a la Argentina.
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España como tragedia y como farsa
Hilda Cabrera. Página 12. 11/07/2008
"TERROR Y MISERIA EN EL PRIMER FRANQUISMO" EN LA NUEVA SEDE DEL CELCIT.
Claudia Quiroga, Teresita Galimany y Carlos Ianni presentan la obra del dramaturgo valenciano José Sanchis Sinisterra, inspirada en el ejemplo de la clásica pieza de Bertolt Brecht.
Basta enlazar las palabras terror y miseria para que el imaginario teatral surja "Terror y miseria del Tercer Reich", obra imprescindible del dramaturgo alemán, escrita durante su exilio escandinavo y estrenada bajo su dirección en el París de 1938. Con el propósito de refrescar la memoria de los españoles, el dramaturgo, director y maestro valenciano José Sanchis Sinisterra recogió aquel título en "Terror y miseria en el primer franquismo", ahora de estreno en Buenos Aires, en Moreno 431, nueva sede del CELCIT (Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral). Claudia Quiroga, Teresita Galimany y Carlos Ianni dirigen seis de los nueve cuadros que retratan los miedos y absurdos de la vida cotidiana bajo el régimen del general Francisco Franco. "Sanchis estuvo de acuerdo con nuestra selección -apunta Ianni. Estas historias son las de mayor anclaje con nuestra realidad".
- Sanchis Sinisterra comentó, en una entrevista a este diario, que había retomado la escritura de "Terror y miseria...", iniciada en los años de la transición democrática, ante el deseo evidente de políticos y ciudadanos "de olvidar lo que fue el franquismo puro y duro". ¿Cuáles son las semejanzas y cuáles las diferencias respecto de la obra de Brecht.
- Carlos Ianni: La similitud está en la estructura y en el rescate de lo cotidiano, pero se aparta de Brecht en el tratamiento. Estos cuadros, o pinceladas, tienen cada uno un color diferente. Algunas historias se presentan como tragedia y otras como farsa. Una es realista, otra surreal, y otra más sigue la línea del absurdo.
- ¿Empezando por "Plato único"?
- Claudia Quiroga: Esa fue una imposición del franquismo. La acción transcurre en la trastienda de un taller de electricidad al que su dueño quiere darle el nombre de Por el amperio hacia Dios. Al principio, pensé que era un error plantearlo a la manera de nuestro grotesco, pero después descubrí que se le parecía. Un día de la semana se debía comer solo una ración. Ese era el plato único para el pueblo. La escena es cómica, pero la circunstancia es terrorífica.
- Era la época de las cartillas de racionamiento.
- CQ: Pero esa imposición era una burla, porque a veces ni plato único había. La gente se moría de hambre. Los vencedores podían apretarse el cinturón, pero no los pobres.
- La experiencia de "Dos exilios" es también argentina.
- CQ: Porque habla del exilio interior y exterior. De estos hermanos, uno decide quedarse en España y otro emigra a México. Durante seis años no saben nada uno del otro, pero los dos sufren la separación, aunque Leandro, el que se queda y quema todo lo que pueda comprometerlo, diga que la nostalgia no es nada si se la compara con su situación.
- Teresita Galimany: La nacionalidad del exiliado y el lugar del exilio no tienen importancia. El desarraigo y el miedo es común a todos. Sanchis plantea también la necesidad del encuentro.
- ¿Cuál es la particularidad de "Atajo"?
- TG: Mostrar con humor sarcástico la connivencia entre el poder económico y el religioso.
- CQ: Sanchis temía que esto no se entendiera en Argentina, pero nosotros creemos que sí se entiende. Es la misma hipocresía.
- CI: Está armado a la manera de una farsa, con un lenguaje elaborado y referencias al Opus Dei, pero el contenido es claro.
- CQ: Los personajes pueden ser cualquiera de los que vemos a diario, y que ante algo que funciona mal reaccionan pidiendo orden, sin importarles qué orden.
- El caso de "El topo" como forma de escape resulta único. ¿Cómo se traduce esa experiencia?
- CI: Con el más crudo realismo.
- CQ: La víctima de ese realismo es Julia, mi personaje. Ella pasó nueve años escondiendo al marido. Lo quiere pero no puede evitar la pelea. Sufre en carne propia las consecuencias de las requisas.
- CI: Esta obra, como "Intimidad" -que transcurre en una celda en la que se encuentran dos mujeres que sufren tortura-, se inspira en hechos reales. Los casos de gente que se enterró para no ser apresada o asesinada están documentados. Y los crudos monólogos de "Intimidad" son transcripción directa de lo narrado por sobrevivientes.
- ¿Por qué tres directores para un mismo espectáculo?
- TG: Esta decisión es consecuencia de la reapertura del CELCIT en un nuevo espacio. Nuestro deseo era celebrar la continuidad con un trabajo que reuniera a muchos de los que aportaron, y "Terror y miseria..." se prestaba, porque los cuadros son independientes, tanto por su temática como por su estilo y época.
MEMORIA COLECTIVA DE UN PAÍS
En busca de la unidad, los directores de "Terror y miseria en el primer franquismo" optaron por una escenografía que se adaptara a los distintos episodios, y por intermedios musicales logrados a través del canto y la percusión ejecutada por los actores y actrices. Esta obra -una indagación en la memoria colectiva de España, según Sanchis Sinisterra- es parte de la actividad docente de este dramaturgo, hijo de republicanos y fundador de compañías y teatros, como el Teatro Fronterizo y la Sala Beckett, de Barcelona. Los seis capítulos que se dramatizan en el CELCIT llevan por título: "Plato único", "El anillo", "Intimidad", "Dos exilios", "El topo" y "Atajo". Interpretan Stella Minichiello, Alejandro Orlandoni, Fito Pérez, María Forni, Claudia Sánchez, Concha Milla, Annie Stein, Daniel Bazán Lazarte, Octavio Bustos, Claudia Quiroga, Sebastián Vila, Román Lamas y Roberto Municoy. La escenografía y vestuario es de Marta Albertinazzi y la música de Osvaldo Aguilar. Asiste en escena: Pablo Lyonnet. Funciones en el CELCIT, Moreno 431, los viernes y sábado a las 20.30 y domingos a las 20. Entrada: 25 pesos. Estudiantes y jubilados: 15 pesos. Reservas: 4342-1026.
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"Si una obra te cambia la vida, es porque estabas preparado para eso"
. ANSud.com. 08/07/2008
Tras el exitoso estreno en el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT) de la obra "Terror y miseria en el primer franquismo", de José Sanchis Sinisterra, ANSud.com dialogó con uno de los directores de la puesta, Teresita Galimany. Con entusiasmo ante la positiva respuesta del público, aseguró que el colectivo de actores se lanzó a la interpretación del trabajo basado en el pasado español porque consideraron que su relato era “aterradoramente similar” a la última dictadura militar. “Queríamos volver sobre el tema de qué pasa con el poder y el ser humano en esas situaciones tan opresivas”, dijo.
Al respecto, explicó que la narración original se compone de nueve actos pero el grupo tomó los seis que más remiten a la historia argentina. En ese sentido, subrayó que el dramaturgo enfatiza en las situaciones cotidianas en que el terror y la miseria afloran, sea en el seno de la familia o en las relaciones entre un empleado y su patrón. “La historia siempre vuelve, con el abuso del poder, el fanatismo y la ideología por encima de la vida”, alegó.
A continuación, sus concepciones sobre el teatro, los públicos y la escena actual.
P: ¿Qué miserias encuentran en la actualidad que guarden parentesco con el terror que se instauró durante la dictadura?
R: Por ejemplo, la primera obra trata de la escasez de alimentos. Ahí muestra cuál es la situación de alguien que está más acomodado y tiene un negocio y cuál es la del muchacho que trabaja para él. Entonces, aparece el tema del plato único, que se implementó en esa época, y cómo el muchacho y su familia lo cumplían, pero porque no tenían otra alternativa, y cómo otros estratos de la sociedad no, por amiguismo, favores o coimas.
O la segunda obra, que es sobre dos primas que quedaron divididas por los bandos de la guerra. Ahí podés ver todos los mecanismos del anti y el pro algo, sea peronismo o antiperonismo. Hay un desgarramiento profundo por los bandos, que nosotros seguimos teniendo.
P: Rodolfo Walsh escribió en las cartas de Cadena Informativa, un mecanismo de contrainformación que ideó en plena dictadura, que el terror se basa en la incomunicación. ¿Cómo entendés al teatro, en tanto espacio de comunicación para poner estos temas en discusión?
R: El teatro tiene que hacer prensar, en el sentido de ponerte delante de tus narices o confrontar tu entendimiento o tu comprensión de las cosas con algo que sea desafiante. El público que venga puede estar de acuerdo o no con lo que estas obras dicen pero lo va a hacer reflexionar. El teatro tiene que poner unas cartas sobre la mesa para que, después, la gente arme el juego.
P: Ante el apogeo del bombardeo informativo y la presencia de los medios masivos de comunicación, cómo se hace para, además de provocar y conmover, atraer al público.
R: Hacemos todo lo que podemos. Hay gente que manda correos, se utiliza el foro que tiene el CELCIT, se hacen tarjetas, invitaciones y afichitos para cada espectáculo e invitamos a estudiantes. Y muchas veces confiamos y contamos con el boca a boca.
P: ¿Puede una obra cambiar la vida?
R: Creo que puede cambiar cosas de la vida de alguien en tanto le da elementos que en ese momento vengan bien. Si una obra te cambia la vida, es porque estabas preparado para eso y estabas buscándolo, tenías una pregunta o una situación determinada y te dijo algo que tenía que ver con tu necesidad. Si no, es muy difícil. Cambiar la vida, no sé.
P: ¿Es muy pretencioso?
R: (Duda) ¿Viste que uno dice ‘fui a ver una obra y me partió la cabeza’? No sé si es ‘me cambió la vida’, sino que ‘me abrió un panorama u otra perspectiva’. Más bien me inclino a pensar eso. Es un poco lo que intentan hacer los terapeutas también, cuando te muestran otro lugar o te ponen otro enfoque.
P: Esto no pretende ser provocador pero hace poco el escritor inglés Hanif Kureishi dijo que “los talleres literarios son los nuevos hospitales psiquiátricos”. ¿Será igual con el teatro?
R: (Risas) No, no creo. Me parece que lo que tiene de específico el teatro es que siempre estás en el mismo momento compartiendo el espacio con otras miradas. En la terapia la persona está más solita. El teatro sigue siendo un hecho social.
Terror y miseria en el primer franquismo
Funciones: Viernes y sábados, 20.30 horas. Domingos, 20 horas.
Entrada: $ 25. Estudiantes y jubilados: $ 15
CELCIT. Moreno 431. Reservas al 4342-1026.