de Juan Carlos Gené. Dirección Dora Milea. Reestreno abril
Vivir, hoy, la vida religiosa en Latinoamérica, ¿no debería ser, sin más, aprender a ser pueblo?
GOLPESA MI PUERTA, Es una Obra plena de poesía, drama y algo de humor, que relata la fatalidad de Ana y Úrsula, dos monjas que viven en un país cualquiera de Latinoamérica dedicadas a predicar y convivir el día a día con los más pobres y desprotegidos en una cotidianidad que se rompe cuando Pablo, un joven perseguido por la fuerza militar que huye del trágico final que le tienen preparado sus opresores, se refugia en la casa de estas religiosas.
A partir de este momento, se ven envueltas en una serie de acontecimientos que ponen en crisis a la protagonista respecto a la religión, la fe, la justicia y el poder de las instituciones.
de Juan Carlos Gené
con Patricia Palmer, María Marta Guitart, Pablo Caramelo, Livia Fernan, Rodrigo Álvarez, Silvina Muzzanti, Cesar Repetto, Leandra Rodríguez, Lucas Méndez, Jorge Duarte
Diseño de iluminación: Leandra Rodriguez
Asistente de iluminación: Sofía Montecchiari
Diseño de vestuario: Alejandro Mateo
Diseño de escenografía: Marcelo Valiente
Diseño sonoro: Marcelo Andino, Julieta Milea
Productora ejecutiva: Alejandra García
Asistente de dirección: Andrea Giglio
Dirección: Dora Milea
Duración: 100 minutos
Este espectáculo cuenta con el apoyo de Fundación SAGAI, INT y PROTEATRO.
María Marta Guitart, nominada al Premio Luisa Vehil 2019, rubro Actriz de reparto
CELCIT 45 aniversario. Temporada 2019 - 2020
Después de un largo calvario, la vemos a Ana (Patricia Palmer), una monja abnegada en una gran disyuntiva entre hacer lo que siente y lo que debe hacer como religiosa, en relación a la protección incondicional de un ser humano, o si acepta la mentira como medio de salvación propia e indirectamente de terceros. A este atormentado estado arriba después de transitar violentas situaciones producidas por la irrupción de un joven fugitivo llamado Pablo (Rodrigo Álvarez) en el lugar de residencia de Ana y Úrsula, otra monja de la misma congregación, apareciendo un poderoso opresor que intuye lo que pasa complicando aún más las cosas, ya que, sorprendentemente, busca acomodar a las instituciones en cuestión por sobre la moral y la ética. Y, justamente Ana, quiere y necesita afianzarse y afianzar a la iglesia, su institución, como símbolo de amor y caridad.
Tal argumento, es el que nos lleva a alabar a Golpes a mi puerta, la obra teatral de Juan Carlos Gené porque nos habla de temas muy delicados y actuales como lo políticamente correcto, la pos verdad, la honestidad como valor primordial, las conductas según conveniencias, la justicia divina y la de los hombres, el poder autoritario, la coerción de la libertad, y muchos otros contenidos candentes de una forma clara, imbricándolos perfectamente para que todo tenga sentido. Su autor nos va transportando hacia un universo plagado de miedo, inseguridades y desconciertos hasta llegar al clima máximo de la desesperación al sentir como esa mujer oprimida no puede decidir sus acciones a seguir.
Las actuaciones de Rodrigo Alvarez, Jorge Duarte, Livia Fernan, Lucas Mendez, Silvina Muzzanti, Cesar Repetto, Leandra Rodríguez, son impecables. Destacamos a tres de los protagonistas principales porque realmente merecen doble reconocimiento por su gran vocación en escena, hablamos de la Sra. Patricia Palmer, del conocimiento artístico que tiene, de su “saber componer un personaje” como si fuera un don innato, pero logrado seguramente de mucho estudio y dedicación, trabajo que podemos ver a través de su mirada y de cómo maneja su serenidad dentro de la turbulencia que atraviesa su personaje Ana. Es realmente, admirable. Así como también, nos deslumbra las capacidades propias de la gran actriz Maria Marta Guitart ya que desarrolla un extraordinario dominio de sus habilidades emocionales al ponerse en la piel de una persona sencilla llena de pánico como lo es Ursula. Y, como si esto fuera poco, nos atrapa el temperamento adaptativo de Pablo Caramelo cuya transformación en un hombre autoritario y con fuerte presencia como la que tiene Cerone, es inmejorable.
La dirección de Dora Milea, ha logrado mantenernos en vilo durante toda la puesta pudiendo apreciar cada instante y cada expresión. El clima que se ha conseguido, fue ideal; los momentos con algo de humor, se disfrutaron, y, los difíciles, padecidos; y, hasta la fotografía humana concluyente, en donde nos podemos imaginar cual fue la determinación final ha sido impresionante y con una estética única. El conjunto del equipo artístico junto al creativo, demostró su profesionalismo siendo el resultado una puesta IMPERDIBLE.
EXCELENTE OBRA. EXCELENTE ELENCO. EXCELENTE TRAMA.
UN LUJO!
Dos monjas se niegan a traicionar la verdad en este drama sobre la dictadura.
Golpes a mi puerta nos habla de la búsqueda de la verdad y la defensa de nuestros ideales. Ana y Úrsula son dos monjas que se visten como laicas. Se sustentan dando inyecciones a la gente. Cuando entra en su casa un chico que escapa de los represores, cada una reacciona de manera distinta. El miedo es fuerte, pero también lo son los lazos de solidaridad y de amistad.
La fe es el punto central de la trama, el hecho de cómo la fe en Dios y sobre todo en el ser humano puede llevarnos hasta desafiar a la muerte. Será la fe, la ética y nuestra conducta en esta vida lo que deje esa huella que nos vuelva inmortales.
Patricia Palmer y María Marta Guitart encarnan a estas monjas cuyo vínculo más importante es el que hay entre ellas y con Dios porque Dios aparece en la presencia del prójimo. Pero también ellas cuestionan su fe en un Dios que pide amar a todos por igual; Ana se rebela y no quiere amar a los represores. Aunque ella forma parte de la Iglesia, no va a acceder a traicionarse a sí misma para defender su posición en la institución.
La mentira es pecado. Más allá de eso, Úrsula y Ana se niegan a condenar a un inocente. Si bien ya todo está perdido, ellas aún pueden salvar sus vidas. No obstante, no están dispuestas a ceder en la defensa de sus ideales y eso podría costarles muy caro.
Las dos actrices realizan un trabajo sobresaliente, dirigidas por Dora Milea quien demuestra seguridad y solvencia en su desempeño. La interpretación de Golpes a mi puerta, de Juan Carlos Gené, no podría ser mejor y todos los actores cumplen sus roles con destacable oficio. Es una propuesta de excelencia en nuestra cartelera, para no dejarla pasar.
Patricia Palmer llega como una monja al teatro. La prestigiosa actriz asume un nuevo desafío de la mano de la directora Dora Milea con “Golpes a mi puerta”.
La última aparición de Patricia Palmer en televisión fue en el 2016 en “La Leona”, la telenovela protagonizada por Nancy Dupláa y Pablo Echarri, adonde interpretaba a la madre del personaje de la actriz principal. Desde entonces no se la volvió a ver en la pantalla chica, aunque su carrera sí continuó expandiéndose en el teatro. Ese mismo año la encontró haciendo “Falladas”, de José María Muscari y en el 2019 estrenó “Gente feliz”.
Pero ahora vuelve con otro desafío teatral en Buenos Aires. Junto a la directora Dora Milea llevan a escena “Golpes a mi puerta”, una obra de Juan Carlos Gené que remite a tiempos dictatoriales en países de la región.
Allí, Palmer interpreta a una monja que está al frente de un peculiar convento, al que llegan un muchacho perseguido y luego sus perseguidores, con una energía y una lucidez del que carecen las otras monjas, y en cuyo elenco figuran Rodrigo Álvarez, Pablo Caramelo, Jorge Duarte, Livia Fernán, María Marta Guitart, Lucas Méndez, Silvina Muzzanti, César Repetto y Leandra Rodríguez.
“Cuando una obra está bien escrita los personajes están muy definidos y son más fáciles de componer que cuando uno se encuentra con una mala obra. Mi personje, Ana, fue un viaje hermoso que comenzó hace mucho tiempo cuando leí por primera vez esta obra maravillosa -dijo Patricia a Télam-. Vengo hace mucho tiempo estudiando la vulnerabilidad y la fortaleza de Ana, fue un proceso apasionante”.
Cuando le preguntan qué actualidad tiene la historia que lleva a las tablas, Palmer explica: “Muchas, lamentablemente y también afortunadamente; es una obra profunda en su reflexión y rica en sus contenidos, que retrata las contradicciones humanas. En un tiempo de crisis, cuando el mundo está tan polarizado, parece que las posturas éticas fueran secundarias. Hay valores que día a día están en decadencia. El rol de la Iglesia y sus relaciones con el poder es una constante, así como el funcionamiento arbitrario y desequilibrado de la justicia. Hay una frase con la que promocionamos esta obra que, para mí, expresa de manera contundente el germen que sigue desatando las tragedias cotidianas: ‘La desigualdad social es una forma de violencia oficial que dispara sobre las libertades”.
El guión de Juan Carlos Gené a cuyo personaje principal le pone el cuerpo Patricia es lectura obligatoria para quienes se forman como actores y directores, ya que su autor es un gran referente para quienes transitan esta profesión.
Hace rato que Palmer venía impulsando en Dora Milea el deseo de hacerla realidad sobre las tablas. Este año la directora dio el “si”.
Patricia Palmer y Dora Milea son protagonista y directora, respectivamente, de "Golpes a mi puerta", una obra de Juan Carlos Gené que remite a tiempos dictatoriales en países de la región, que se ve en la sala del CELCIT.
Allí, Palmer interpreta a una monja que está al frente de un peculiar convento, al que llegan un muchacho perseguido y luego sus perseguidores, con una energía y una lucidez del que carecen las otras monjas, y en cuyo elenco figuran asimismo Rodrigo Álvarez, Pablo Caramelo, Jorge Duarte, Livia Fernán, María Marta Guitart, Lucas Méndez, Silvina Muzzanti, César Repetto y Leandra Rodríguez.
"Cuando una obra está bien escrita los personajes están muy definidos y son más fáciles de componer que cuando uno se encuentra con una mala obra. Mi personje, Ana, fue un viaje hermoso que comenzó hace mucho tiempo cuando leí por primera vez esta obra maravillosa -dijo Patricia en diálogo con Télam-. Vengo hace mucho tiempo estudiando la vulnerabilidad y la fortaleza de Ana, fue un proceso apasionante."
Télam: -Dora, ¿cómo llegó a tus manos "Golpes a mi puerta"?
Dora Milea: -Juan Carlos Gené es uno de los grandes referentes de nuestro teatro, y la obra es lectura casi obligatoria, como toda su escritura, para aquél que transite la profesión. El deseo de llevarla a escena estaba latente desde hace algunos años impulsado un poco por Patricia Palmer, sin embargo más allá del placer artístico de hacerla, sentí que en un momento tan delicado socialmente como el actual, era sustancial exponer una obra que propone un planteo sobre la ética, el amor, la fe, la religión y el poder político.
T: -¿Encontrás paralelos entre tu monja de esta obra y la reina Juana la Loca, otra mujer conflictuada con su tiempo, que también encarnaste?
Patricia Palmer: -Quizá las une el ser mujeres en un mundo manejado por varones, pero Juana la Loca era una reina y Ana es una monja obrera y su entorno es completamente diferente.
T: -¿Qué significó enfrentarte a ese texto?
PP: -Siempre me sentí muy identificada con su contenido: la ética, la duda frente a la existencia de Dios, los poderes, las cúpulas de los poderes negociando entre sí y dejando siempre como víctima a las bases. Me encantó siempre la obra y el texto me es absolutamente decible a pesar de no ser un asunto cotidiano.
Uno de los textos más emblemáticos del actor, autor y director Juan Carlos Gené es revisitado en Buenos Aires y en un espacio al que el creador estuvo ligado por años, el Celcit. La pieza se dio a conocer en Buenos Aires a mediados de la década del 80 en el Teatro San Martín, dirigida por el mismo Gené e interpretada por el grupo venezolano Actoral 80.
Un testimonio de época, la década del 70. Una reflexión profunda sobre dos poderes: la Iglesia y un gobierno de facto. La acción se ubica en un país latinoamericano en tiempos de dictadura. Dos monjas, Ana y Úrsula, esconden en un su casa a Pablo, un joven de ideas contrarias al régimen, perseguido por la policía. La acción se desarrolla al cabo de un día en el que los tres padecerán horas de terror, pero también donde cada uno pondrá en claro quién es y esto llevará a generar un débil lazo de amistad que, sobre todo, se sostendrá por el mundo de esas monjas que solo están formadas para asistir al que lo necesite y, a la vez, no terminan de comprender el horror en el que deben vivir: persecuciones, muertes, torturas.
La dirección de Dora Milea apuesta a poner en valor el texto. Sigue a rajatabla la acción diseñada por Gené, pero pierde en ese acto algo muy importante: exponer con profunda emoción el clima de ese tiempo en el que se mezclan las convicciones políticas y religiosas, un afuera que provoca una profunda incertidumbre y, sobre todo, el gran temor a morir.
Milea distancia la escena, es un camino posible, no desacertado. Pero en el espacio el espectador observará a una Ana (Patricia Palmer) que contiene sus emociones para demostrar una cordura que, por momentos, resulta innecesaria. En contraposición coloca a Úrsula (María Marta Guitart) con unos desbordes apasionados que hacen que la relación entre ellas dos se torne muy desequilibrada.
Aunque se lo ve algo débil, Rodrigo Álvarez logra darle a su personaje una entidad provocadora y resultan muy elocuentes las interpretaciones de Pablo Caramelo, Livia Fernán y Silvia Muzzanti. Estos últimos logran unas construcciones muy potentes y, además, dan cuenta con rigor de esos mundos tan diferentes a los que pertenecen. Es un friso epocal muy atractivo de ver, pero hay una tensión allí que no termina de desplegarse.
El mito de Antígona, que Sófocles registró en 440 a.C. en una tragedia admirada a través de los siglos, sigue despertando profundas resonancias. La joven hija-hermana de Edipo, que decide enterrar a su hermano Polinices contra la ley de la ciudad de Tebas dictada por Creonte, y que elige la muerte por no dejar de seguir la ley familiar y divina, se ha reencarnado en Golpes a mi puerta (1988), de Juan Carlos Gené, sin duda la obra más representada del gran autor. Gené imagina a dos monjas, Ana y Úrsula (correlatos de Antígona y su hermana Ismene), en un país latinoamericano bajo la violencia represiva de un régimen totalitario (Creonte y sus fuerzas). Ana y Úrsula ocultan en su casa-claustro a Pablo (Polinices), joven perseguido por las fuerzas militares. Gené pone el acento en la complicidad civil de una vecina. Es muy valiosa esta versión de Golpes a mi puerta, que cuenta con dirección de Dora Milea. Hay que destacar el trabajo actoral de Patricia Palmer y María Marta Guitart, a cargo de las religiosas. Componen sus personajes con excelencia, pero también construyen un dueto de relaciones y diferencias que resulta muy potente dramáticamente, e incluso adquiere matices humorísticos. En el equipo actoral sobresalen también Pablo Caramelo (Cerone), Rodrigo Álvarez (Pablo), Livia Fernán (Severa), Silvina Muzzanti (Amanda), César Repetto (el Obispo) y la iluminadora Leandra Rodríguez (Guardia Mujer). Revive la relevancia simbólica del mito originario: en Golpes a mi puerta se enfrentan las leyes divinas versus las leyes humanas, la coerción dictatorial versus el humanismo. Para la investigadora María Gabriela Rebok, el mito de Antígona se vincula con «el nuevo pensar desde y para la relación», que resulta «una verdadera cura de la omnipotencia, la fragmentación y el vacío formalismo de la racionalidad moderna». Acontecimiento teatral potente, imperdible. (CELCIT)
El teatro ¿ Es solamente un espectáculo de entretenimiento y para pasar un momento placentero que permite mostrar ciertos acontecimientos de la vida misma desarrollándolos artísticamente, o por el contrario, debe ser un arte comprometido, un arte que definitivamente se convierta en una crítica a la realidad social de la vida humana? Hurgar en las grandezas y miserias que los mortales somos capaces de realizar y que en la historia de la humanidad quedó ampliamente reflejado y demostrado.
Me vienen tales divagaciones, luego de haber espectado la impresionante propuesta teatral de Juan Carlos Gené, GOLPES A MI PUERTA.
La obra fue ideada durante la obligada estadía de Gené en Venezuela y la temática, pese a tener ya casi 50 años de escrita, es de una impresionante actualidad. El terrorismo de estado y la brutalidad que el mismo conlleva están plasmados con mano maestra.
La historia transcurre en cualquier país latinoamericano o el nuestro mismo, que sufrió los golpes de estado y violencia militar gestados o promovidos por intereses económicos anti populares y una despreciable y obsesionada ambición de poder.
Dos monjas que en su afán de identificarse con el pueblo, e integrarse a él se visten sin los clásicos hábitos, viven su rutina en la máxima pobreza subsistiendo como pueden. Lo hacen con absoluta convicción sin imposición. No saben de política ni se interiorizan por ella. Si saben de la miseria que padecen los pobres y que solidaridad pueden acercarles a esos seres para aminorarles sus sufrimientos.
El asilo de un militante de la resistencia que, desesperado trata de salvarse de la persecución en la que se ve envuelto por las cruentas fuerzas invasoras y opresoras, gestoras de la situación sangrienta, genera una conflictiva relación entre las religiosas.
Las dos fervientemente identificadas con los puros y genuinos preceptos bíblicos poseen distintos caracteres, ambos comprensibles y humanos.
Una de ellas, de riquísima personalidad, llena de amor por el semejante y querer trasmitirlo, basada en hacer el bien sin mirar a quien, tratando siempre de hacer lo que según entiende, y Dios le marca, asumiendo los peligros. A su vez está llena de contradicciones, pero siempre sigue fiel a sus principios solidarios.
La otra un poco exaltada, temerosa también, muy atada a los preceptos religiosos y obediente a los dictados de la dirección eclesiástica.
Un texto dramático, provocador, de enorme dimensión que desnuda la relación de la iglesia con las fuerzas militares y políticas, situación lamentablemente conocida, denunciada y sufrida en nuestro país, que fueron cómplices de los mas aberrantes métodos de tortura y desaparición de personas.
La trágica historia que se cuenta y su desenlace, nos trae a la memoria a las dos monjas francesas, quienes después de las salvajes torturas fueron arrojadas vivas al rio. En esta obra la que dio el asilo es detenida. El siniestro comandante de la represión y el arzobispo tratan de salvarla, a condición de degradarse firmando una infame confesión, humillándose y declarando contra inocentes.
La delación, mentiras, falsedades y falacias de todo tipo se exponen con total crudeza. Los valores éticos y los morales preceptos clásicos de las religiones son antepuestos a la vil y miserable política de las fuerzas armadas opresoras.
Una muestra artística que acompaña el texto con una pobreza en los recursos escenográficos, dándole de ese modo mayor jerarquía a la parte actoral, que clarifica con nitidez que la desigualdad social, y el hambrear a los desposeídos,”es una forma de violencia oficial que dispara sobre las libertades, “ como dice el programa.
El amor que derraman estas sufridas religiosas, inocentes de las barbaries a las que se ven envueltas, sufren la delación y una de ellas, el encierro que con entereza enfrenta. No se deja amilanar con lo mejor que el humanismo nos dotó, por sobre la mentira y perversidad de la obediencia debida a la que la quieren obligar, pero sus principios cristalinos pueden mas que la muerte que la acecha.
Una propuesta de teatro político social de enorme y grandiosa elaboración, concretada con una solvencia artística admirable que emociona al espectador.
Esta temática, remarcando los procesos históricos de estas tierras, de la violencia y años de fuego, hace tiempo se viene abordando con distintas miradas, pues la memoria es el idioma de los sentimientos y no se puede renunciar a el.
Asi como hoy los curas villeros, viven con los pobres predicando la lucha contra la injusticia, esta enorme escritura de Gené, desenmascara la mas vil perversidad del autoritarismo, el despotismo y a la degradación a que nos quieren llevar quienes rigen los destinos de los demás y con el aval de cierta justicia, avasallan como sea a quienes tienen la osadía de enfrentarlos.
Impecables actuaciones con el medido dramatismo que los personajes requerían, una solvencia artística que ya es rutina en nuestro teatro y mas aun en el independiente.
Patricia Palmer- Maria Marta Guitart-Pablo Caramelo- Livia Fernan-Rodrigo Alvarez- Silvina Muzzanti-Cesar Repetto- Leandra Rodriguez-Lucas Mendez y Jorge Duarte son los que dan vida a los personajes. Si la actuacion de todos es de un altísimo nivel, el cinismo del represor y las dos monjas es memorable, mucho debido a la dirección de Dora Milea que con lo mejor de la sensibilidad femenina, le fue dotando los movimientos, tiempos y reacciones que ellos requerían.
Otro logro de este inmenso templo de arte que es el CELCIT y un justo y merecido homenaje a la enorme figura que fue Juan Carlos Gené.
MUY BUENA
Ana y Úrsula. Dos monjas que no usan hábito en prueba de humildad y pobreza. Hasta ellas llega Pablo, un joven militante de la resistencia armada, a refugiarse. “Golpes a mi puerta”, de Juan Carlos Gené es una obra producida en el exilio del teatrista argentino; cuando el director y dramaturgo desplegaba su actividad pedagógica en Caracas, y participaba en la creación del Grupo Actoral 80 (GA80), integrado por actores exiliados de diversos países latinoamericanos y artistas venezolanos. Fue creado a partir del Taller Actoral Permanente del Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT) de Venezuela. A su vez, el CELCIT mismo tiene un carácter ecuménico y nació en Caracas en 1975, de una propuesta de dirigentes culturales de Latinoamérica organizada por la Unesco. Este apartado es imprescindible para poner en caja “Golpes a mi puerta”, entender su génesis.
Releyéndola, ratifico el complejo entramado que constituye el corpus de la obra y que excede –la cualidad militante de las causas justas de Gené-. La mera parábola contra el autoritarismo –político, religioso-. Se abre a múltiples lecturas interrelacionadas y a diversos acentos para su versión escénica. Habla, del ser humano trabado entre la fidelidad a sus propias convicciones y las que le son impuestas por las instituciones. “Golpes” es una profunda reflexión que delata las contradicciones de la realidad de latinoamerica, en lo colectivo, y la íntima realidad de los pequeños dramas humanos.
Por eso, el texto resulta tan provocador. De movida, Gené es un constructor de su relato. Un notable dramaturgo que pone a jugar todo lo que expone y nada sobra ni resulta aleatorio.
Dora Milea (“Mujeres de ambas clases”; “La Música”; “Telémaco o el padre ausente”… “Bienvenidos al tren” –autora y dirección), echa una particular mirada del material, equilibrando siempre la natural provocación de subjetividad en desmedro del discurso. Atiende, en sus términos, a la voz rectora del autor. Milea es consciente que el conflicto central es y debe ser el de una conciencia puesta a prueba –la de la monja Ana-; el núcleo ético y moral profundo, ese “ser fiel a uno mismo” -debe quedar, como lo hace, expresado claramente. Permitirle al espectador ver el todo y elegir a qué parte complementaria prestará atención preferencial.
Gené logra siempre un dibujo económico y eficaz de los personajes y de su mutua vinculación. La versión Milea es sensible al sutil gradación de un humor latente, que va desde la exaltación desmesurada de sor Úrsula hasta la mordacidad acerba del policía. En la caracterización, Milea conduce con seguridad a sus intérpretes, hasta Ana y su contraparte, la hermana Úrsula. Trazada como pusilánime, bien intencionada pero histérica. (frente a las circunstancias, un ser peligroso por impredecible). La dirección pone especial atención al vínculo de opuestos, la dualidad que las une y las separa; las vuelve necesariamente complementarias. Milea trabaja el carácter de cada uno; la emotividad y verdad un neto recorte de interacción entre los roles centrales (las dos monjas, el subversivo, el policía acosador). Todos valorados en cuanto sus contradicciones y pequeñas flaquezas que los subliman –aún el lábil arzobispo componedor. Y en alguna medida, el propio antagonista, el policía acosador, el temible Cerone, a cargo del exterminio de los rebeldes. Acaso la lectura apunte en especial a esta prueba de fuerza de todos ellos, y cómo responde cada uno ante el gran momento de decisión; el miedo de no estar a la altura.
El elenco es impecable y todos responden a su rol en el juego. Muy buena labor de Patricia Palmer, como Ana la hermana valiente y temerosa, rica en contradicciones. Acierta al pedido de dirección María Marta Guitart ofreciendo una Úrsula, exaltada, débil, temerosa. Convincente Rodrigo Álvarez, como Pablo, el joven subversivo, y muy interesante el sinuoso Cerone de Pablo Caramelo, un verdadero punto fuerte que elude el esquematismo. Acompañan con solvencia Livia Fernán, Silvina Muzzanti, César Repetto, Lucas Méndez, Jorge Duarte y Leandra Rodríguez –la estupenda iluminadora- aquí, la celadora impasible, que vive su parte con mínimo gesto y mirada observadora.
Los “Golpes a mi puerta” resuenan ahora, aun cuando la trama original suceda en los 70, en algún país latinoamericano víctima de la violencia; una invasión o guerra civil, dirigida contra un gobierno dictatorial. Puede suceder en cualquier otro lugar del continente o del mundo. Acaso en la propia Venezuela hoy… Tal vez en Argentina, ahora. Qué curioso cómo las cartas repartidas en su momento por Gené, pueden con el tiempo, invertir sus signos; quedar incursas en la misma parábola de la inconsistencia personal y de conjunto.
Durante su exilio en Venezuela, Juan Carlos Gené escribió y estrenó su obra Golpes a mi puerta, sobre la complicidad de las jerarquías eclesiásticas con las feroces dictaduras que asolaron Latinoamérica en aquellos tiempos, y la fe en la palabra del evangelio, llevada adelante con firmeza por curas y monjas que adscribían al movimiento de opción por los pobres. Las protagonistas son dos monjas que visten de civil y viven de manera austera para sentir en carne propia lo que sienten los humildes, prestas para ayudar a quienes lo necesiten. Ana, la mayor, protege como una madre a Úrsula, más joven e inocente porque, a pesar de que no hay lazos de sangre, conviven y se aman como una familia. Dos personajes creíbles, con carnadura, dos mujeres que eligieron el camino del amor a Dios y lo vuelcan a sus semejantes, que se plantean los mismos interrogantes del común de los mortales, el tema de la pareja y los hijos a los que han renunciado , que les aparece en algún momento y les sirve para reafirmar su elección.
Mientras tanto, afuera, hay patrullas que se pasean por las calles amenazadoramente, deteniendo adversarios y sospechosos y es por esa circunstancia que aparece en sus vidas un fugitivo que huye de estas fuerzas militares. Esta aparición y su desenlace plantea el conflicto, el nudo central de la obra porque una de las dos protagonistas deberá hacer uso de su libertad de elección y, a pesar de las dudas y los miedos y de la sumisión a la autoridad religiosa, tomar un camino difícil y sin retorno.
Dan vida a estas mujeres sensibles y en apariencia frágiles, pero llenas de coraje, dos actrices de probado talento, Patricia Palmer y María Marta Guitart, que se mueven en el escenario con solvencia provocando en el espectador empatía y cariño, manteniéndolo en el límite de la emoción.
El resto del elenco acompaña con acierto, con buenas, actuaciones parejas en calidad. La escenografía es sencilla pero eficaz para lograr la atención en el conflicto y hacer rápido el cambio de escenario.
Una obra para no dejar pasar, que invita a la reflexión sobre temas sensibles a la memoria del país.
Nos encontramos con una obra en la cual se narra una historia que hace que dos monjas, Ana y Úrsula, den asilo a un joven revolucionario, Pablo, que huye de las fuerzas militares. Es narrada en la década de los '70 y nos ubica en cualquier lugar de Latinoamérica. Cuestionará de manera muy particular cuál es el papel de la Iglesia oficial frente a las injusticias y nos llenará de sorpresas debido a la forma que suceden los acontecimientos. Más allá del esfuerzo de las monjas por ocultar a este joven. Pablo será encontrado en el convento por los opresores y sufrirá torturas que tendrán un dramático final. La puesta plena de poesía y algo de humor, nos dejará que atravesemos por estos difíciles momentos y padezcamos el dolor por el que sugiere. Quedaremos inmersos en ese devenir de preguntarnos hasta qué punto pueden darse los avatares de un hecho histórico. La dramaturgia de un grande como Juan Carlos Gené, dejará en claro que la pieza trata con delicadeza todo lo que sucede. La dirección de Dora Milea lleva a los actores a desempeñar sus roles en una forma por demás expresiva y nos hará que presenciemos la representación con fervorosa sorpresa. El vestuario y el juego de luces que acompaña en todo momento, hacen que se resalte aun más el juego que se impone.
Caracas, 1983. Juan Carlos Gené, desde el exilio, termina de escribir Golpes a mi puerta, una obra de teatro sobre el compromiso, la liberación y el amor al prójimo como acción política en tiempos de miedo y represión. Ana, la protagonista, es una mujer que con la decisión de dar cobijo a Pablo, un militante que viene escapando de las patrullas, desestabiliza las estructuras más cercanas, invisibles y perversas del orden social.
Buenos Aires, 2019. Patricia Palmer, tras más de veinte años de querer hacer la obra, hoy encarna a Ana en escena. Junto a un gran elenco compuesto por María Marta Guitart, Pablo Caramelo, Livia Fernán, Rodrigo Álvarez, Silvina Muzzanti, César Repetto, Leandra Rodríguez, Jorge Duarte, Lucas Méndez, y bajo la dirección de Dora Milea, dan vida a esta gran historia, que se estrenó hace pocas semanas en la sala del CELCIT (Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral). Corriendo la voz conversó con la actriz sobre la coyuntura actual en el que se presenta esta pieza, los valores que se ponen en discusión, las instituciones, el movimiento feminista y su pertenencia al colectivo de actrices.
Una obra sobre la violencia institucional, la desigualdad social, el miedo y el amor que moviliza y se vuelve motor para la acción política, casi cuarenta años después de haber sido escrita.
PP: Es un momento bastante interesante para hacerla. Creo que fundamentalmente es el momento para hacerla.
Sobre todo cuando toda discusión o posición, en este momento, la planteamos como una disputa entre enemigos…
PP: Sobre todo creemos que nuestro par es un enemigo. Nos hacen creer, ¿no? Bien de manual de El Príncipe, de Maquiavelo, divide y reinarás. No sé si viste en Netflix un documental nuevo que se llama Nada es privado. Te lo súper recomiendo. Justamente, de cuáles son los manejos que hacen los gobiernos neoliberales para enfrentarnos y dividirnos. Yo creo que las cúpulas de poder se pueden constituir en base a la división.
Instalando el miedo…
PP: Claro, lo que te divide es el miedo. No hay otra cosa. Obviamente, el amor no te divide.
Será que el acto de Ana, tu personaje, el de abrir la puerta, o no cerrarla… ¿es una acción contra el miedo?
PP: Yo creo que en nuestra existencia hay dos caminos, el amor o el miedo, y siempre están salpicados uno de otro. Pero el amor es la ausencia del miedo y lo que a mí me parece es que Ana tiene miedo, mucho miedo, pero su amor es más grande. Y eso es lo que uno tiene que aprender de Ana. Que en la vida uno puede tener miedo, no se es cobarde por tener miedo. Todos tenemos miedo, dudas, debilidades, miserias. Lo importante no es qué hacemos con eso sino qué hacemos con el amor. Si podemos sufrirlo, presentarlo todo el tiempo, el amor que tiene que ver con la ética, con la compasión, con el otro.
Y si lo podemos entender como una llamada a la acción.
PP: ¡Claro! Exactamente, y una llamada de propósito a nuestra existencia. De amar y aprender a amar. De eso se trata, de este nivel energético por el que estamos transitando. Y en ese sentido, me parece que Ana golpeó a mi puerta, también. Como todos los personajes, como todas las cosas que pasan por la vida de uno. Por todas las personas. En nuestro caso, los actores, los personajes son como maestros, puentes que cruzan de una orilla a la otra. Algo dejás atrás, algo mirás para adelante. Con cada persona, con cada personaje. Por la vía negativa o la positiva.
Escuchaba hace un rato una entrevista a Gené donde reivindicaba al teatro como el verdadero espacio, o al menos una forma, para cambiar el mundo. Sobre todo por el encuentro, una ceremonia viva, una reflexión que se pone en común.
PP: Totalmente, una reflexión que se pone en común… Y una manera de concientizar que estás vivo. Porque te trae inmediatamente al tiempo presente. Es una comunión en tiempo presente. Gené… tuve el placer de que fuera mi maestro en dirección. Porque yo a esta obra la quiero hacer hace mucho tiempo. Muchos años. La íbamos a hacer con Virginia Lago, pero él tenía un gran amor por Verónica Oddó, su mujer, y se la había escrito para ella y no la quería dar. Él me decía «Patricia, esta obra es de Verónica«. Así que no me la quería dar. Y quizás estaba bien, porque las cosas suceden cuando tienen que suceder y este es un momento muy interesante para que suceda la obra. Quizás no lo era hace quince años atrás cuando con Virginia la queríamos hacer. Así que, bueno, agradecida una vez más al universo que siempre se complota para ayudarte a aprender y crecer.
¿También era con Dora como directora aquel proyecto?
PP: No, no era con Dora en esa oportunidad.
Con ella ya trabajaste en varias obras, ahora se reunieron para Golpes a mi puerta…
PP: Con Dora es la cuarta obra que hago. Yo se la llevé a ella hace un par de años cuando ya existía la posibilidad real de tenerla. Y ella muchas ganas no tenía… No la había atrapado mi pasión por esta obra. Y un día, hace poco, cinco o seis meses, me dijo «sabés qué, vamos a hacerla». Porque ahora sí. Las cosas se fueron dando, no con una tremenda facilidad, sino cuando tenían que ser. Y aquí estamos. Con esta bella obra, un elenco maravilloso. Estamos los que tenemos que estar.
Entre las personas del elenco compartís con Livia Fernán, es muy conmovedora su presencia. Imagino que es un privilegio enorme para ustedes.
PP: Mirá es un privilegio de actriz, de persona y de experiencia. Livia tiene ochenta y seis años, es una maestra de la vida, del teatro. Yo estoy tan agradecida por su presencia que, la verdad, es como un impulso todo el tiempo de crecer, de hacer. ¡Está en tres obras Livia!, en tres obras de teatro, ¿podés creer? Yo tengo una escena con ella y soy tan feliz cuando trabajamos porque es, realmente, de esos regalos que te da la vida, poder trabajar con una artista tan impresionante.
Hacerla justamente en el CELCIT, ¿cómo opera la nostalgia en un espacio tan cercano a su autor?, fue fundador, director, presidente, ¡defensor!…
PP: ¿Vos sabés que eso fue una casualidad? Nosotros no la presentamos en el CELCIT. La presentamos en el Teatro del Pueblo, en el CCC, no se me había ocurrido el CELCIT, te soy sincera. Y se ve que Juan Carlos, desde el más allá, la quiso hacer en su teatro. Porque en el Teatro del Pueblo no sabían cuándo terminaban de construir, en el CCC la programación ya estaba cerrada y bueno, en mi teatro estaba todo programado… Yo tengo un teatro.
Sí, claro, el Taller del Ángel…
PP: …me acuerdo que Gené cuando hice La Música, de Marguerite Duras, me dijo ¿por qué no la hace en su teatro?, ¿por qué tiene que ir a otro teatro? El maestro… Pero estaba todo programado en mi teatro cuando Dora me dijo de hacerla. Y mirá donde estamos, en el CELCIT. No se puede creer.
Cuando pienso en Golpes a mi puerta, tanto en su versión teatral, como la película, siempre me resuena la desaparición y muerte de las monjas francesas durante la última dictadura militar, Léonie Duquet y Alice Domon y la responsabilidad de Astiz como infiltrado entre ellas y las Madres. En fin, conocemos la historia. Pero esta obra, escrita a principios de los ’80, en los primeros años de la vuelta a la democracia, me hace pensar irremediablemente en este genocida en particular…
PP: De todas estas cosas que mencionás, nosotros inevitablemente, en el proceso de ensayo hemos hablado. Porque empezás con la época del proceso que yo creo que fue lo que más nos enseñó a delatar. O a desconfiar del vecino. Y bueno, la obra es tan provocadora que todos estos temas aparecen. Y también a un universo privado sobre la ética y los principios. Pero inevitablemente caíamos en “yo lo haría”, “yo no lo haría”.
¿Creés que Ana y Úrsula, los personajes centrales de la obra, son mujeres de fe, mujeres que reivindican en un amor que acaba accionando político, tal vez?
PP: Yo creo que tienen fe, pero fundamentalmente tienen fe en ellas. Son feministas de algún modo, sororas, muy. O sea, que eso también está muy presente en este momento. Mirá, después de la entrevista yo tengo la reunión en el teatro de la colectiva de autoras y también estoy en la colectiva de actrices. Entonces, a mí se me juntan estas cosas. Estos movimientos que tenemos las mujeres de tanta sororidad y unión para poder hacernos lugar y para poder tener una paridad. Y también para cuestionar a un sistema que también daña al varón. Y a mí me parece que ese mundito entre ellas dos con ese hombre ahí provoca una unión entre ellas muy importante. De mucho sentido del prójimo. Porque, las dos dudan. Todo el tiempo dudan. No son heroínas. Ana tampoco es una heroína, es un ser humano absolutamente vulnerable, con muchas dudas. También duda de la fe. Y no sé si se va teniendo fe o no. No lo sé, porque lo duda y lo manifiesta. Por lo menos de la institución, muchísimo. De la Iglesia. Así que, bueno, por donde la mires es muy provocadora.
Si, de hecho reivindica el no llevar hábito religioso…
PP: ¡Claro! Ana dice: “nos sacaron el hábito para que no nos diferenciemos de la gente, y sin embargo, nos salvan porque somos monjas, llevamos el hábito incrustado en la frente. Se pueden negociar lo poderes, no somos la gente común”.
Eso mismo, la cuestión del poder. Y qué relación tan directa con este momento donde nos estamos preguntando todo, donde estamos interpelando todo…
PP: Totalmente… También, hoy en día, hay un replanteo de las elecciones de las instituciones, que están tan decadentes, corruptas y tan desprestigiadas pero que son necesarias para una sociedad. Porque el anarquismo no funcionó. Pero hace falta una reflexión y todas estas cosas colaboran.
¿Creés que el teatro puede transformar?, ¿participa de la transformación, de alguna manera?
PP: Yo, por lo menos, creo que el teatro es provocador. No sé si transformador, pero sí provoca. Quizás a una transformación, a un camino. No sale igual a como entró un espectador. Ni hablar. Sale provocado, molesto o enojado, o reflexionando, o conmovido, pero igual que cuando entró a ver esta obra, no sale. Y eso está bueno.
De alguna manera se desestabiliza el orden en el que convivimos, que nos inventamos y nos organizamos para la vida.
PP: Claro, y en un punto, no sé si ese orden nos lo inventamos o somos víctimas, todos, de un sistema que nos excede, un sistema muy perverso. Y creo que es un poco lo que pasa en la obra. En ese sentido nos podemos encontrar.
Y el personaje de Pablo, ¿qué tipo de víctima es? De alguna manera es el que habilita la discusión y pone en escena a todos los demás.
PP: Pablo es el disparador de los conflictos internos de todos los personajes. Todos los personajes tienen conflictos internos. El único que no lo tiene y que sabe lo que quiere desde que empieza hasta que termina es Pablo. Por su juventud, también. Yo creo que él no es tan consciente de ese sistema que lo oprime. Creo que él todavía cree que puede cambiar el mundo. Como lo creímos todos cuando teníamos esa edad. Y son necesarios. Por algo se va cambiando.
Volviendo a eso que decías sobre el teatro como un provocador, pensaba que el sólo hecho de provocar el encuentro, el tener que movilizarte hasta un espacio y ver actuar en presente, toda la operación a la que invita el teatro es un poco antisistema.
PP: A mí me gusta el momento que estoy viviendo, ¿sabés? Me da esperanza y me da mucho placer, yo tengo sesenta y cuatro años y veo cosas muy buenas, muy lindas. Por ejemplo, lo que hacemos con las chicas tanto en la colectiva de autoras como la de actrices, que son agrupaciones apartidarias, tal y como lo hemos decidido en nuestros manifiestos. Y lo son. Porque nunca hablamos de política, y cuando alguna vez alguien quiere mandar alguna propaganda política o algo, le recordamos que hay un manifiesto. No podemos decir apolíticas porque todo lo que es construcción social es político.
¿Tiene que ver con este momento de movilización feminista, específicamente? Te lo pregunto en el marco de este debate que se está dando en la prensa, a veces con bastante mala intención, con un tratamiento de escándalo, sobre las diferencias expresadas por algunas actrices con el colectivo.
PP: Mirá, Las Bolten no es una colectividad, no es una agrupación, no es nada. Ya manifestado por ellas. Son cuatro o cinco actrices que decidieron irse, que hicieron un chat que se llama las Bolten, casi como algo que surgió en el momento. Ellas mismas salieron a decir que no hay ruptura. Y eso es maravilloso.
Tal cual…
PP: Ellas se fueron de nuestro colectivo porque no se sintieron apoyadas en determinadas ocasiones. Una fue lo de Darín y otra fue con Lanata, que son episodios que la colectiva no contiene. Si vos te llevás mal con un compañero de trabajo no lo contiene la colectiva. Nosotras estamos por la Ley del Aborto y sí, cuando vino ésta compañera en particular, Thelma (Fardin) y nos dijo que un actor la había violado. Son cosas de una dimensión distinta a que te lleves mal con un compañero. Y entonces, para no perder el rumbo de la colectiva, se decidió no apoyar todos los reclamos de todas las participantes porque, además, no tenemos estructura ni capacidad. No era el objetivo. Ellas en su momento sintieron que este no era el lugar pero no están divididas. Y la prensa, claro, también es divide y reinarás porque la prensa responde a un amo. A uno o a otro. Yo fui directora de un canal y sé que la prensa no es imparcial.
Absolutamente. Y se rige por una razón patriarcal, también. Entonces, si vemos mujeres peleando tiremos barro…
PP: ¡Destruyámoslas!… Claro. Aparte, están todos con miedo. Tuvieron que cuidarse mucho después de lo de Thelma, ¿no?
Ante una imagen –tan antigua como sea-, el presente no cesa jamás de reconfigurarse (…) Ante una imagen –tan reciente, tan contemporánea como sea-, el pasado no cesa nunca de reconfigurarse, dado que esa imagen sólo deviene pensable en una construcción de la memoria. Georges Didi-Huberman, Ante el tiempo (2006)
Golpes a mi puerta es un texto escrito por Juan Carlos Gené en 1983 que retrata la violencia extrema del terrorismo de Estado. La piedad de dos monjas que cobijan a un fugitivo del régimen dictatorial plantea un contrapunto interesante entre horror y misericordia, entre semejanza y desigualdad. En 1994, la obra se convirtió en guion cinematográfico y el filme homónimo fue dirigido por Alejandro Saderman; hoy vuelve a ver la luz de la escena teatral con dirección de Dora Milea.
La puesta, estrenada el pasado 4 de agosto en el CELCIT, reactualiza la memoria sobre las dictaduras que acecharon las tierras latinoamericanas durante la segunda mitad del siglo XX, pero también tiende un diálogo con el presente. El autoritarismo como reacción frente a modelos políticos que reivindican la igualdad social es un hecho que continúa golpeando a nuestro continente. En esta ocasión, la puesta se apoya en el conmovedor despliegue de emociones que motorizan las sensibles actuaciones del elenco compuesto por Patricia Palmer, María Marta Guitart, Pablo Caramelo, Livia Fernán, Rodrigo Álvarez, Silvina Muzzanti, César Repetto, Leandra Rodríguez, Jorge Duarte y Lucas Méndez. La austera escenografía resulta el marco justo para que se exprese la historia, el cambio de espacios se resuelve con inteligencia y la luz aporta el drama necesario para plantear un diálogo eficaz entre presente e historia.
En el CELCIT, en el barrio de San Telmo, asistí a la función de prensa de la obra teatral Golpes a mi puerta, con dirección de Dora Milea y libro de Juan Carlos Gené.
Una fría noche, en la calle, mientras en el CELCIT, una pieza de alto voltaje, donde la actriz Patricia Palmer, como nos tiene acostumbrados, en un despliegue actoral destacable y junto a un elenco que no se queda atrás: María Marta Guitart, Pablo Caramelo, Rodrigo Alvarez, Silvina Muzzanti, César Repetto, Leandra Rodríguez, Jorge Duarte y Lucas Méndez.
La historia se desarrolla en un momento de opresión, no importa dar nombres de lugares, ni fechas, porque la situación descripta al inicio, se parece a muchas que se han vivido en algún país de Latinoamérica, se refiere a tristes épocas donde las calles están patrulladas, hay un régimen despótico en la que el Estado comete abusos de poder. En medio de esa situación, dos monjas, Ana y Úrsula, dos mujeres que creen en la religión que profesan hasta sus últimas consecuencias. En la zona donde ellas viven, se aparece un supuesto subversivo, que para evitar ser atrapado, ha entrado a esconderse en la casa donde habitan estas dos mujeres, confiado en la protección que podría dar la iglesia, que está exenta de requisa. No vamos a contar más, porque lo interesante son los diálogos de los personajes, la presión sicológica, luchar contra el sistema y pensar que se lo puede evadir y en el trasfondo, están las decisiones de cada uno de los protagonistas de esta historia, quienes deberán evaluar si son capaces o no, a renunciar a sus principios, jugándose en la decisión a perder la vida propia o arriesgando la integridad física de las personas más cercanas.
Los domingos a las 19 hs., no se la pueden perder, los espera en el CELCIT, esta obra fuerte, intensa, donde la trama captura la atención del espectador desde el momento cero, quien va acompañando a este viaje que golpea todo el tiempo con el miedo y un desenlace, que está a tono con el desarrollo y que resuelve planteos morales y éticos.
Esta semana llegó al CELCIT una nueva colaboración entre la directora Dora Milea y la actriz Patricia Palmer: “Golpes a mi puerta” de Juan Carlos Gené. La historia cuenta la vida de dos religiosas, Ana y Úrsula, dedicadas a predicar la palabra de Dios y colaborar con aquellas personas que quedaron fuera del sistema. La rutina de ambas se modifica radicalmente cuando aparece Pablo, un guerrillero perseguido por las fuerzas militares que se refugia en la casa de las religiosas. Las funciones son todos los domingos a las 19 horas y el elenco lo completan María Marta Guitart, Pablo Caramelo, Livia Fernán, Rodrigo Álvarez, Silvina Muzzanti, César Repetto, Leandra Rodríguez, Jorge Duarte y Lucas Méndez. Hablamos con Patricia después del estreno y horas antes de la función de prensa.
-¿Cómo fue la previa al estreno de “Golpes a mi puerta”?
-Trabajamos mucho pero afortunadamente lo hicimos muy tranquilos, ensayamos cuatro meses, es un elenco muy compacto. La obra es una profunda historia de amor por un lado, y por el otro un discurso entre los poderes militar, político y eclesiástico. Cómo de alguna manera todos somos víctimas de un sistema bastante rígido y que tiene sus zonas oscuras.
-¿Cómo fue tu trabajo con la directora, Dora Milea?
-Yo con Dora trabajo muy bien, es la cuarta obra que hacemos juntas. Siempre que trabajamos juntas me ha ido muy bien, tanto en lo personal como en cuanto a críticas, premios. Siempre ha sido un placer enorme trabajar con ella. Es una gran directora de actores como no hay muchos. Sumado al libro de Gené, que es otro maestro, y un elencazo. Somos diez actores los que hacemos esta bella obra.
-¿Qué sentís que encontrás en el teatro independiente a diferencia del circuito comercial?
-En el teatro independiente uno puede decir lo que tiene ganas de decir, sin preocuparse de que te bajen la obra. La obra la elegís vos, de hecho esta obra fue una propuesta que yo le hice a Dora. Hace mucho tiempo que tenía ganas de hacerla. Son otras propuestas, otro lenguaje. Por suerte hay lugar para los dos. Por ejemplo, estoy en gira con una obra de José María Muscari, ‘Gente feliz’, haciendo teatro comercial. O sea que no tengo ningún prejuicio, pero entiendo que son espacios diferentes, de comunicaciones diferentes. El teatro comercial busca entretener y el independiente es más provocador. Uno tiene que tener ganas de ir a que lo pecheen un poco.
-En tu costado de turista, ¿qué destino del mundo te gustó por un motivo en especial?
-A mi me gusta el mundo, pero uno en particular es Positano. Es una ciudad muy pequeña de Italia, una ciudad muy romántica. Callecitas muy pequeñas, hay que subir al sector comercial caminando. Y encima enfrente tenés el mar de Capri que es de un azul impresionante.
En el CELCIT, en el barrio de San Telmo, el jueves 8 de agosto, asistí a la función de prensa de la obra teatral “Golpes a mi puerta” con dirección de Dora Milea y libro de Juan Carlos Gené.
Una fría noche en la calle, mientras en el CELCIT nos encontramos con una pieza de alto voltaje donde la actriz Patricia Palmer, como nos tiene acostumbrados, en un despliegue actoral destacable y junto a un elenco que no se queda atrás: María Marta Guitart, Pablo Caramelo, Rodrigo Alvarez, Silvina Muzzanti, César Repetto, Leandra Rodríguez, Jorge Duarte y Lucas Méndez.
La historia se desarrolla en un momento de opresión, pero no importa dar nombres de lugares ni fechas porque la situación descripta al inicio se parece a muchas que se han vivido en algún país de Latinoamérica. Se refiere a tristes épocas donde las calles están patrulladas bajo un régimen despótico en la que el Estado comete abusos de poder.
En medio de esa situación, dos monjas, Ana y Úrsula, dos mujeres que creen en la religión que profesan hasta sus últimas consecuencias. En la zona donde ellas viven, se aparece un supuesto subversivo que para evitar ser atrapado, ha entrado a esconderse en la casa donde habitan ellas, confiado en la protección que podría dar la iglesia, que está exenta de requisa.
No vamos a contar más, porque lo interesante de esta pieza son los diálogos de los personajes, la presión psicológica, la lucha contra el sistema y pensar que se lo puede evadir. En el trasfondo, están las decisiones de cada uno de los protagonistas de esta historia, quienes deberán evaluar si son capaces, o no, de renunciar a sus principios, jugándose en la decisión a perder la vida propia o arriesgando la integridad física de las personas más cercanas.
No se pueden perder “Golpes a mi puerta” los domingos a las 19hs. en el CELCIT, los espera esta obra fuerte e intensa, donde la trama captura la atención del espectador desde el momento cero, quien va acompañando a este viaje que golpea todo el tiempo con el miedo y un desenlace que está a tono con el desarrollo y que resuelve planteos morales y éticos.
"Es una obra sobre el amor y el miedo"
La recordada pieza teatral de Juan Carlos Gené vuelve a partir de hoy al Celcit. "Tratamos de humanizar a todos los personajes", dicen la directora y la actriz.
“Todas las obras, metafórica o literalmente, hablan del amor y de la muerte”, afirma la directora Dora Milea, a punto de estrenar Golpes a mi puerta, de Juan Carlos Gené. Junto a Patricia Palmer, protagonista de esta historia ambientada en “algún país latinoamericano en dictadura”, Milea considera que la pieza replantea cuestiones que aún hoy, en democracia, sobreviven. Completan el elenco Rodrigo Alvarez, Pablo Caramelo, Jorge Duarte, Livia Fernan, María Marta Guitart, Lucas, Mendez, Silvina Muzzanti, Cesar Repetto y Leandra Rodríguez.
Escrita en 1985, Golpes… se estrenó originalmente en Venezuela, donde Gené estaba exiliado desde 1976. Luego, en 1994, basado en la obra escribió el guión para la película del mismo nombre que dirigió Alejandro Saderman. Según cuenta Palmer, ella quería hacer la obra desde hace tiempo pero como “todo lo que sucede conviene”, como asegura Milea, finalmente hoy domingo se estrena en el Celcit, espacio que hasta su muerte en 2012 Gené co-dirigió junto a Carlos Ianni, hoy al frente de la institución. Ambas fueron sus alumnas de dirección y ésta es la cuarta obra que las reúne en los roles de actriz y directora.
La acción comienza cuando Pablo, un integrante de la resistencia al gobierno autoritario que representa el temible Cerone, a cargo del exterminio de los rebeldes, busca asilo en la residencia de las religiosas Ana y Ursula. Ambas deberán decidir cómo justificar ante las autoridades la decisión de esconder al prófugo. Para Palmer esta obra es de las que provocan: “porque es profundamente existencial: es una historia de amor con los propios principios, una historia de fidelidad a las propias convicciones”, subraya.
-¿Cómo describe a su personaje?
-Patricia Palmer: -Ana es profundamente humana. Llena de contradicciones, dudas y miedos. Y si en el teatro se escribe siempre sobre el amor y la muerte yo diría que es sobre el amor y el miedo: la dimensión del amor hará, en todo caso, que el miedo resulte menos dañino.
-¿Qué consecuencias tiene su accionar?
-P.P: Lo que Ana hace al esconder a Pablo es una acción que borra cualquier grieta porque responde a las verdaderas prioridades de la vida, al respeto por el otro.
-¿Cómo fue el trabajo de dirección?
Dora Milea: -Tratamos de humanizar a todos los personajes, incluido Cerone, el más antagónico en relación a Ana, quien tiene las mismas ambiciones que puede tener todo ser humano y es esto lo que hace que sus acciones se justifiquen a pesar de su lado oscuro.
P.P: -Tanto Cerone como Ana son víctimas de un sistema. Y hay una humanidad que los une horizontalmente. Pero también hay que decir que hay humor en esta obra.
-¿Qué tipo de humor?
P.P: -Inteligente y no efectista, porque surge del cruce de los personajes, de su situación límite.
D.M: -Y es también el humor de la inocencia. En Golpes… cada uno de los personajes tiene una característica que puede identificarse con individuos reconocibles de cualquier sociedad.
-También están los que delatan…
P.P: -No nos resultan desconocidos, porque después de años de dictadura estamos instruidos en hacer temer a los vecinos, siendo sus posibles delatores. Hoy estamos más entrenados en linchar a un motochorro que en pedir a las autoridades que hagan algo por la inclusión. Y para que las reglas dejen de basarse en el miedo.
-¿Porqué eligieron hacer esta obra?
D.M: -Porque su texto pega fuerte en este momento particular que vive Latinoamérica. Y porque aún en democracia, esta obra replantea interrogantes que tienen que ver con la violencia de Estado.
P.P: -A mí me gusta creer que el arte hace más libres a las personas. Como ver esta obra o escuchar una música maravillosa.
Las obras “Como el clavel del aire”, “Monte Chingolo” y “Golpes a mi puerta” analizan la última dictadura militar con propuestas y estéticas diversas. Las ideas de patria, futuro e idealismo en una Argentina en transformación y en año electoral.
La violencia. El exilio. Los vínculos rotos. Las muertes. Aquel horror visto desde nuestro presente. Desde hace años, el teatro viene abordando, con múltiples miradas, los años de la última dictadura argentina. “Los textos teatrales argentinos eran fuertemente codificados con el fin de escapar a la mirada del censor. En las obras de este período, la dinámica familiar funciona como una metáfora de las relaciones de poder asimétricas y el paternalismo alcanza extremos autoritarios”, analiza Jean Graham-Jones en su libro Exorcizar la historia. El teatro argentino bajo la dictadura.La investigadora estadounidense habla de los inicios, cuando se metaforizaba la realidad. Se refiere luego a la reacción -valiente y fundamental- de Teatro Abierto. Y llega hasta mediados de los 80, ya en democracia. ¿Qué rol cumple hoy el teatro en su mirada de los 70? ¿Cuál es su aporte para producir sentido sobre lo ocurrido, a 36 años del regreso de la democracia?
En la cartelera porteña, hay varias obras que revisan aquellos años, con propuestas diversas. E incluso hay algunos clásicos que volvieron a escena como Golpes a mi puerta, de Juan Carlos Gené, estrenada en 1984, que incluso tuvo una versión cinematográfica en los 90.
En su obra Como el clavel del aire, la dramaturga y directora Eloísa Tarruella hace un viaje entre los 70 y la actualidad, a través del universo femenino de dos mujeres: Sara y Olivia; es un relato de un pasado que resignifica el presente. La primera es una perseguida política durante la dictadura. Y la otra es una anciana, que se ve presionada a vender su casa de toda la vida, a raíz de la codicia inmobiliaria.
“Hablar de estos temas es una responsabilidad muy grande. No quise caer en la cuestión panfletaria de vender un mensaje preciso. Me parece importante la inquietud genuina de los artistas. Todavía se siguen escuchando frases como: ‘No hay que volver al pasado’. En ciertos ámbitos se sigue nombrando a la política como mala palabra; es importante reivindicar la lucha política. Fijate que en el debate de estas elecciones no ocupa un lugar. Pensar el pasado, como trabajadores de la cultura, nos permite volver a revisar lo que nos pasó. En la obra cuento todo a partir de los vínculos quebrados”, cuenta.
Helicópteros en la terraza
“Están buscando subversivos, que se escapan por los techos”. Eso le dijo su papá para salir del paso. Alejandro Viola era un niño y veía, desde la terraza de su casa, cómo sobrevolaban helicópteros la noche del 23 de diciembre de 1975, cuando el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) intentó copar el Batallón de Arsenales Domingo Viejobueno en Monte Chingolo.
Con esa historia infantil -y muy vívida- en la cabeza, el actor y fundador de Los Amados escribió Monte Chingolo, junto a Leonel Giacometto. En la historia que construyeron para llevar a escena, hay dos hermanas que preparan los festejos de Navidad, un guerrilleo que cae en el patio de su casa y una noche oscura, que presagia los años terribles que vendrán.
“En los últimos años, sentí la necesidad de hablar de algunos conceptos de esa época: patria, idealismo, futuro, idea de país… Comencé solamente con la mención. Convoqué a Leonel para trabajar juntos y le conté la anécdota de los helicópteros, cuando yo tenía diez años. Vivía a 15 cuadras del batallón y pasé en Monte Chingolo toda mi adolescencia. El primer desafío fue cómo colocar a la guerrilla en escena”, cuenta Viola.
Así fueron reconstruyendo recuerdos de infancia y de sus familias. La idea de producir sentido sobre los ’70, según la mirada de Viola, resulta clave en “estos momentos de incertidumbre”. “Aquellos eran momentos fuertes, en los que se pensaba -y decidía- qué país queríamos. Todos conocemos cuál fue el final. En estos tiempos -estamos en un año de elecciones-, es importante revisar nuestra historia reciente. ¿Para qué? Para tener una empatía, una identidad que aún seguimos buscando. Siento que perdimos toda identidad. No sentimos que pertenecemos a este país. No nos sentimos parte. Hay un pensamiento general, un ‘sálvese quién pueda’… Se pueden encontrar algunas respuestas y algunos rasgos de esa identidad a través del arte. La obra que hicimos está muy lejos de ser una apología panfletaria del ERP ni de nada. Provoca reacciones diferentes en el público que la vio. Y algunos prejuicios en los que no la vieron”.
La mirada de Gené
“Es una obra que surge atravesada por la pasión de Juan Carlos Gené en su observación sobre los procesos históricos americanos, con sus grietas y contradicciones”, escribió la directora Dora Milea sobre Golpes a mi puerta. La obra, que Gené escribió a mediados de los 80, se podrá ver nuevamente en escena, con el protagónico de Patricia Palmer.
Dos monjas que trabajan junto a los más pobres, un joven perseguido por las fuerzas militares y un claustro son los ingredientes del drama, que también tiene unas pinceladas de humor. Y, por supuesto, la mirada aguda de Gené sobre la violencia y la represión en Argentina, pero que podría aplicarse a otros países de la región.
Pese a las crisis que atraviesa el país, Buenos Aires sigue ofreciendo un elevado nivel de producción y algunas de las obras ponen su mirada en los 70. En tiempos de democracia, el teatro porteño sigue analizando y produciendo sentido sobre lo que nos pasó. Y demostrando por qué es uno de los más prestigiosos del continente.
con Hernán Gené (España)
4 al 27 de noviembre
Lunes y miércoles de 13 a 15
con Yoska Lazaro (España)
3 de octubre al 21 de noviembre
Jueves de 15 a 17
con María Svartzman
6 de mayo al 25 de noviembre
Lunes de 18:30 a 21
con Carmen Baliero
5 de octubre al 30 de noviembre
Sábados de 11 a 13