De Patricia Zangaro. Dirección: Gustavo Insaurralde. Hasta el 24 de septiembre. Domingos 16 hs.
Reunidos en un sótano, y bien provistos de vino tinto, tres actores buscan y rebuscan la manera de evocar los tiempos revolucionarios.
El hallazgo de un viejo manuscrito anónimo sobre un émulo inglés del Marqués de Sade que pretende emancipar a los criollos del yugo español a través del libertinaje viene a distraer al trío de actores de su impotencia y abulia.
Por todo esto, tanto el sexo como el vino funcionan en ellos como consuelo, para reprimir aquellas heridas causadas por la imposibilidad de lo irremediable. Sin embargo, ensayan.
Además del espectáculo, el grupo propone abrir una instancia de diálogo sobre la experiencia generacional que supone la larga noche de la dictadura del ‘76 junto a moderadores jóvenes que nos acompañen en este, entendemos será, un interesante intercambio.
De Patricia Zangaro
Con (por orden de aparición): Mónica Felippa, José Manuel Espeche, Daniel Dibiase
Música original : Fernando Diéguez
Asistente de vestuario: Éstel Gómez
Diseño escenográfico y vestuario: Agustín Justo Yoshimoto
Diseño de iluminación : Luis Rivera López, Gustavo Insaurralde
Prensa: Kasspress
Producción ejecutiva: Julieta Rivera López
Asistente: Airton Santos
Dirección: Gustavo Insaurralde
Duración: 60 minutos
CELCIT. Temporada 2023
Los que nacimos en los 60, somos una generación sin identidad propia. Sin una revolución que nos defina.
Nos encontró demasiado jóvenes para la lucha.
Espectadores de los grandes cambios que marcaron el rumbo hasta este hoy incierto que nos encuentra, ahora sí, "demasiado viejos para la lucha".
Quizá por ello, los que abarcamos el teatro, nos atrincheramos sobre un escenario convirtiendo a ese diminuto espacio, en un campo donde se pueden librar todas las batallas, donde ser vencedores y vencidos, Santos o demonios.
Donde las pasiones prohibidas se abrazan con los sentimientos más puros.
Donde la máscara desenmascara.
Donde la vida se detiene para celebrar el génesis.
Donde despiertan nuestros sueños y se duermen nuestras frustraciones...
Ese es el escenario de los tres personajes de "LIBERTINS", en la búsqueda de un final digno para su existencia que, como sombra siniestra, se cierne sobre sus destinos.
Tal vez el alcohol adormezca el dolor del momento que se aproxima inexorable o busquen en el libertinaje del sexo, al que se entregan en el juego teatral, dar sentido a esos años... perdidos? (cada quien hará su propia lectura).
Pero lo cierto es que todos compartirán la misma suerte... un presente que los desconoce.
Textos movilizantes los de Patricia Zangaro, en esta apuesta que tal vez pueda incomodar a algunos públicos, pero que despierta conciencias.
Las descollantes interpretaciones de Daniel Dibiase, Mónica Felippa y José Manuel Espeche con la dirección de Gustavo Insaurralde hacen de esta pieza un testimonio generacional.
Dramaturgia: Patricia Zangaro
Actúan:
Mónica Felippa
Jose Manuel Espeche
Daniel Dibiase
Producción Ejecutiva: Julieta Rivera López
Música original: Fernando Dieguez
Asistente de Vestuario: Éstel Gómez
Diseño de Vestuario: Agustín Justo Yoshimoto
Diseño Escenográfico: Agustín Justo Yoshimoto
Diseño de iluminación: Luis Rivera López
Asistente de Dirección: Airton Santos
Prensa: Kasspress
Dirección: Gustavo Insaurralde
La dramaturga Patricia Zangaro conversó con Maximiliano Curcio sobre Libertins, escrita por ella, que tiene una fuerte reminiscencia con el espíritu revolucionario de los años setenta pero también con el presente, atravesado por rugidos en nombre de la libertad. “Lo que caracteriza al arte en general es que no hay mandato, sino de deseo y pulsión vital creativa”, apuntó.
En la obra “Libertins”, en cartelera en el Teatro CELCIT durante los sábados de septiembre, Patricia Zangaro evoca tiempos en donde la revolución socialista era un horizonte posible en Latinoamérica. Una inquietud flota en el aire de la escena: ¿qué queda en pie de los ideales emancipatorios? Por deseo y pulsión vital, su teatro no cesa de manifestarse, y toda pregunta lleva a una puesta en crisis, mientras la autora reflexiona acerca de la verdadera concepción de libertad, en medio de un contexto de peligrosos discursos totalitarios, acentuación de las desigualdades y valores sociales degradados.
En conversación con Revista Kranear, la destacada dramaturga también nos comparte las motivaciones de un proyecto como “Transoceánicas”, una celebración teatral de dos grandes figuras iberoamericanas como Griselda Gambaro y José Sanchís Sinisterra.
¿De qué modo “Libertins” evoca los tiempos revolucionarios?
“Libertins” evoca los tiempos en que la revolución socialista era un horizonte posible en el continente latinoamericano, allá por los sesenta y principios de los setenta. Desde una perspectiva generacional, es decir la propia, yo voy a cumplir sesenta y cinco años y esta obra tiene que ver con mi generación. Una generación en la cual, como se dice en uno de los textos, “éramos demasiado jóvenes para haber hecho la Revolución y ahora somos demasiado viejos para poder reírnos de su fracaso”. Efectivamente, éramos muy jóvenes. Me refiero a esa generación que en los años setenta estaba en el colegio secundario o apenas terminándolo, cuando fue el golpe de Estado. Y en aquellos tiempos, dos o tres años hacían una gran diferencia; no era lo mismo tener quince que dieciocho. En general, la generación comprometida con la militancia y la lucha armada en aquellos tiempos era un poco mayor, si bien por supuesto hubo adolescentes que desde muy jovencitos se comprometieron políticamente ("La Noche de los Lápices" es una evidencia de ello), pero me refiero justamente a esa generación.
¿Cómo te identificás con esa generación? ¿Qué ocurría en aquellos años?
Como parte de quienes todavía estábamos todavía en el colegio secundario y no fuimos protagonistas de esa década, pero, sin embargo, sufrimos todas sus consecuencias porque pasamos nuestra primera juventud. Son años de poderío, en donde se sale al mundo para conquistarlo todo, bajo las botas, en medio de la represión más brutal que vivió el país. Estamos absolutamente marcados y marcadas por esa experiencia. Desde ese punto de vista generacional es que se evoca en “Libertins” esos tiempos, y desde esa frase que te mencionaba, que, para mí, condensa mucho el universo de la obra.
¿De qué forma utilizaste el hallazgo de un viejo manuscrito anónimo como disparador y elemento de cambio?
En realidad, ese manuscrito anónimo que, por supuesto, es una invención -porque está escrito por mí-, tiene que ver con una investigación, una indagación dramatúrgica que yo había hecho hacía unos años. “Libertins” data de 2016, aproximadamente, que fue el año del Bicentenario de la Independencia, cuando había muchas convocatorias, concursos de dramaturgia y demás, para escribir sobre la emancipación americana. Y en ese momento retomé, como decía, una indagación dramatúrgica que había hecho hacía unos años, que eran escenas sueltas en las que intentaba explorar el lenguaje y universo del Marqués de Sade. Eran unas pocas escenas inconclusas y son las mismas que se utilizan en la obra. A partir de la relectura de ese material que nunca pude concluir, me apareció esta imagen de estos tres actores de mi generación intentando hablar sobre una revolución que nunca hicieron. Así que eso que en la obra se vislumbra como elemento disparador para que ellos den cuenta de sus propias experiencias individuales y colectivas. De alguna manera replica lo que me ocurrió a mí en el proceso creativo: a partir de esas escenas que tenía inconclusas, aparece este mundo en este "aquí-ahora", donde estos tres actores en esta especie de sótano, embriagados por el vino y marcados por la sensación de fracaso, se encuentran para ensayar y a partir de eso aparecen sus vivencias personales.
¿Por qué el sexo y el vino funcionan como consuelo para reprimir heridas?
Más que reprimir yo diría para restañar heridas, y en el caso del vino sobre todo… el vino como evasión para aliviar el dolor, para huir del dolor, una evasión quizás más próxima a este recorte generacional, seguramente hoy serían otras las formas de evasión para estas generaciones más jóvenes. El sexo en realidad, más que como consuelo aparece como en el plano del "aquí-ahora" de los tres actores encerrados en el sótano, asociado a recuerdos de esa adolescencia traumática marcada por la experiencia del golpe y el terrorismo de Estado. También en ese plano, así como la libertad fue truncada, asimismo la experiencia sexual es reprimida. Y en el plano de la ficción, que es eso que ellos ensayan sobre este personaje inglés, una especie de émulo del Marqués de Sade que pretende hacer la revolución a través del sexo. Es decir, el sexo se muestra como instrumento de la revolución en este proyecto delirante que él tiene, al promover el libertinaje en estas tierras, dominio de España en el Río de la Plata. Lo dice en un momento: “cuánto más disolutos se vuelvan tus rebeldes, más arderán en deseos de alzarse”, como si propiciando este desenfreno sexual pudiera también propiciar la rebeldía de los criollos contra la opresión española tan atravesada por la Inquisición y el aspecto más tétrico de la Iglesia.
"Liberté, egalité, fraternité". ¿Qué queda en pie de los ideales emancipatorios?
Esto ya tiene que ver con lecturas propias sobre la obra, justamente los ideales de la Revolución francesa: libertad, igualdad, fraternidad. También es una gran pregunta sobre qué es lo que quedó de aquellos ideales emancipatorios en estos tiempos tan oscuros que vivimos, marcados por el resurgimiento de proyectos totalitarios, autoritarios que promueven, más que la igualdad, la acentuación de las desigualdades. Entonces, de alguna manera, más que una respuesta aquí hay una pregunta, ¿no? Una pregunta que flota en el aire de la obra, que lleva a estos personajes a preguntarse sobre el pasado, sobre ese pasado como trauma y como marca, y sobre el presente.
¿Por qué la concepción de libertad se reduce a la "libertad de mercado"?
Esta es una pregunta que me hago yo en medio de un contexto, el contexto que vivimos donde hay una degradación de la palabra libertad; ahora no se habla de libertad sino de libertarios y estos libertarios hablan de la libertad de mercado, como el bien supremo digamos. El ideal máximo de una sociedad donde toda la libertad finalmente se reduce a la libertad de poder comprar y vender, incluso la vida humana, entonces esto no es una afirmación sino justamente una interrogación: ¿cómo se ha degradado la concepción de libertad? Y toda pregunta lleva a una puesta en crisis de determinados paradigmas que se van volviendo hegemónicos, y la puesta en crisis de cualquiera de ellos es lo que nos hace posible pensar e imaginar otras configuraciones posibles de la realidad. Esto es lo que mantiene vivo el sentido crítico frente a un pensamiento hegemónico.
¿Cómo ves a nuestra sociedad de cara a las próximas elecciones de octubre?
El escenario de cara a las elecciones de octubre es el más dramático que hayamos vivido en cuarenta años de democracia. La falta de respuesta a las necesidades de amplios sectores de la población por parte de la dirigencia política ha permitido el surgimiento de una nueva fuerza cuyo advenimiento supone la ruptura misma del pacto democrático. Quienes por nuestra actividad participamos de algún modo u otro de la conversación pública debemos advertir sobre el peligro que el movimiento "libertario" significa y superar los antagonismos que nos han llevado a la fractura social que hizo posible la aparición de Javier Milei para comprometernos a poner por encima de toda diferencia la defensa del contrato social que nos instituye como Nación.
¿Con qué herramientas el teatro debe combatir impotencia y abulia?
El teatro no debe combatir nada. Yo creo que, justamente, lo que caracteriza al arte en general es que no hay mandato, no se trata de mandatos, se trata de otra cosa: de deseo y pulsión vital creativa. El teatro, como cualquier otra disciplina artística o expresión, permite, a través de la imaginación y la configuración de otros mundos posibles más allá de la realidad andada, la ruptura del status quo. Eso hace a la naturaleza del teatro. El teatro y la teatralidad en general, proponen en su hacer mismo, en ese presente, la ruptura de la estabilidad, la transformación y el cambio, porque eso es finalmente la acción dramática. Eso que sucede en el aquí-ahora en el teatro es, justamente, otra realidad posible, otro mundo posible. La transformación y el cambio son posibles, entonces, esa es la naturaleza de nuestra labor y del arte en general. Imaginar otras configuraciones posibles de la realidad y eso, en sí mismo, es lo que puede combatir la impotencia, la abulia, la parálisis, la resignación, la aceptación de lo dado como único horizonte.
¿Qué significa en lo personal poder estrenar esta obra en el CELCIT?
Es un espacio muy importante, por la labor constante de formación de cursos y talleres, seminarios, charlas a cargo de teatristas de toda Iberoamérica, pero también en la difusión de la dramática iberoamericana, a través de su biblioteca virtual. Es vital su labor de promoción y difusión del teatro, así que siempre es un placer trabajar en el CELCIT, tanto en este proyecto “Libertins” como fue el proyecto de “Transoceánicas” que dirigió Carlos Ianni, y donde el público nos acogió con especial amorosidad.
Conversemos acerca de otra de tus obras: ¿qué representa en tu trayectoria "Transoceánicas"?
En principio, es la obra que hicimos durante el año pasado y parte de éste en el querido CELCIT -que también está alojando “Libertins”- y que tuvo que ver con un homenaje teatral. Más que un homenaje es una celebración teatral a la vida y obra de dos grandes de la escena iberoamericana que son Griselda Gambaro y José Sanchís Sinisterra. Un espectáculo que quisimos mucho, en verdad entrañable, con un equipo extraordinario de actores: Ana María Castel, Guido D´Albo, Teresita Galimany, Pepe López y Daniel Di Cocco. Quiero aclarar que la obra fue estrenada con Pepe López y, en este segundo año su personaje, que de alguna manera es el alter ego de José Sanchís Sinisterra, lo hizo Daniel Di Cocco, que también trabajó preciosamente. Así que para mí significó ese espectáculo la posibilidad de sumergirme nuevamente en la obra de estos creadores que conozco y admiro profundamente y entretejiendo textos de ambos.
¿De qué forma influyó la pandemia en su concepción?
“Transoceánicas” me permitió imaginar un diálogo posible entre ellos a pesar de la distancia, a pesar de que los separe un océano. Como ese texto fue concebido en tiempos de pandemia, donde no era posible justamente cruzar ese océano y el sólo hecho de encontrarnos, esto cobraba un sentido todavía más profundo. Esa voluntad de, a pesar de todo, seguir tendiendo un puente hacia el otro y abrazarlo, estableciendo un diálogo tan distante como cercano.
¿Podrías compartirnos un reto profesional que recuerdes?
Cada proyecto es un nuevo reto profesional. Tanto ahora el estreno de “Libertins” en el CELCIT, con la dirección de Gustavo Insaurralde y actores tan extraordinarios como Mónica Felippa, Daniel Dibiase y José Manuel Espeche, como con la adaptación que hice del clásico de Discépolo, “Amanda y Eduardo”, que se está dando los domingos en el Patio de Actores. Todos son retos profesionales, cada uno de ellos. Seguramente, el que fue más particular es “Transoceánicas”, porque significaba abordar la obra de dos creadores que admiro profundamente y a los cuales me une una amistad de casi treinta años, que son Griselda Gambaro y Sanchís Sinisterra. Entonces, allí había muchos desafíos: por un lado, qué recorte de su obra hacer. En el caso de Griselda, como el proyecto se armó en espejo con España tenía que ser una obra que pudiera ser una puerta para que ella fuera más conocida de lo que es y merece ser en España, que era un poco el motor inicial de Sinisterra al abordar un proyecto sobre su obra.
¿Cuál fue tu principal motivación al encarar este proyecto?
El poder difundir una creadora imprescindible del teatro iberoamericano en España, pero también al hacerlo acá, tomar fragmentos de su obra que no fueran tan conocidos, porque su obra acá es sumamente conocida. En el caso de José, también se lo consulté; él quería que se trabajara sobre su teatralidad menor, entonces eso también fue un desafío, es decir otra vez recurrir al recorte.
¿Y de qué modo procediste a dichos recortes?
Intervine la obra de ellos para que cada fragmento tuviera autonomía y pudiera ser comprendido más allá de la totalidad a la que pertenecen y después imaginé ese diálogo posible entre ambos, de alguna manera apropiándome de sus voces, de voces que yo tengo muy incorporadas en el oído por conocerlos, por hablar con ellos, por tener largas conversaciones, encuentros muy profundos; pero dar cuenta de ello era una enorme responsabilidad, así que ese es un proyecto que fue muy desafiante, muy hermoso. Por otro lado, porque poder celebrarlos en escena, que es la esencia de la vida de los dos, era una invitación, un convite delicioso. Algo que implica también una gran responsabilidad y desafío y creo que, gracias a la dirección tan cálida y entrañable de Carlos Ianni, así como el trabajo de los actores, hemos salido airosos de ese desafío.
¿Cómo definirías tu dramaturgia?
Como un oficio, el oficio que me define como mi estar en el mundo. No sé si lo hago bien, pero si sé que es lo único que sé hacer. Me gustaría muchísimo escribir narrativa, escribir un cuento, una novela, escribir poesía que me parece tan extraordinaria como escritura, tan cercana a la música, y a eso inefable que tiene la música, qué paradoja… pero sólo sé escribir, más allá de su resultado, obras de teatro. Seguramente es porque mi origen es como actriz, me formé como actriz, es el lenguaje que conozco, el lenguaje de la escena. Y ese oficio es también mi horizonte de sentido, lo que permite atravesar los días y las horas tratando de encontrar un norte a nuestra existencia, cada uno desde su lugar, ¿no?
¿Necesitamos al teatro hoy más que nunca?
En estos tiempos más que nunca, tiempos oscuros que vivimos. El teatro y cada una de las expresiones artísticas es nuestra pequeña trinchera de resistencia. Volvemos a los sótanos a encontrarnos, a decirnos y a poder imaginar, que ya es, de por sí, un acto de resistencia absoluta. Poder imaginar otros mundos posibles, otras realidades posibles.
"Libertins", o la revolución a través del sexo
8 de septiembre de 2023 - 00:01
. Imagen: Jorge Larrosa
Un inglés, émulo del Marqués de Sade, pretende hacer la revolución a través del sexo en las colonias del Río de la Plata. Lo acompañan su servidor y una mujer que mantiene vínculos con los movimientos emancipatorios, ambos criollos. Inspirándose en el lenguaje literario del autor de La filosofía en el tocador, la dramaturga Patricia Zangaro tenía escritas unas escenas protagonizadas por estos personajes con la idea de abordar situaciones de sexo explícito, algo poco común en la dramaturgia local. Más tarde, con el objeto de realizar un vínculo con el presente, la autora concibió otros tres personajes que toman aquellas escenas para presentarse a una convocatoria teatral. Libertins, tal el nombre de la obra de Zangaro, acaba de reestrenarse en el Celcit (Moreno 431) bajo la dirección de Gustavo Insaurralde y la interpretación de Daniel Dibiase, Jose Manuel Espeche y Mónica Felippa. La música original es de Fernando Dieguez, el vestuario y la escenografía, de Agustín Justo Yoshimoto y el diseño de iluminación, de Luis Rivera López.
Con la estructura de teatro dentro del teatro, la obra oscila entre los días de la colonia y el tiempo propio de estos actores que se proponen darle forma final a un manuscrito encontrado providencialmente. Pero hay demasiadas frustraciones y temas pendientes entre ellos y demasiado vino a disposición como para concentrarse en la tarea y no terminar evocando otros ímpetus revolucionarios, los de los ’70, además de sus propios infortunios.
Fue la misma Zangaro quien reunió al elenco y convocó al joven director para realizar el montaje. “En su puesta de mi obra Por un reino, descubrí su gran sentido de la teatralidad y su audacia, además de una sensibilidad especial para potenciar el universo que una obra propone”, elogia la autora al director, en la entrevista con Página/12. Por su parte, Insaurralde afirma que esta obra es “un drama generacional”. Lo dice no solamente porque fueron derrotados los sueños revolucionarios, sino porque tanto a los actores y sus personajes como a la misma autora les quedó pendiente el no haber podido atravesar plenamente la experiencia de la militancia. Zangaro resume: “Tenía necesidad de hablar sobre el fracaso y la derrota, desde lo más íntimo hasta lo social. Y también hablar del teatro como trinchera de resistencia, porque esta obra es dura e incómoda pero también tiene mucho de luminoso y esperanzador.”
-El teatro está muy presente en varias piezas tuyas…
-Sí, el teatro dentro del teatro es algo que se repite en mi obra. El teatro es el lugar donde me siento amparada, donde la vida cobra sentido y donde puedo crear los lazos más fuertes porque es donde comprendo mejor a la condición humana. Con el avance de las derechas, con el colapso ambiental, estamos viviendo un mundo casi distópico. Frente a ese afuera tan confuso y aterrador, el teatro es un lugar donde conectarse. Esto es lo que les pasa a los personajes de Libertins.
-¿Te gusta involucrarte en los procesos de ensayo?
-Sí, incluso para que mis obras se estrenen yo misma pienso a quiénes llamar para realizar la puesta. Disfruto mucho de los ensayos, de la metamorfosis de la obra escrita en otro lenguaje, cuando el registro linguístico se enriquece con el cuerpo y la emoción de los actores.
-¿Cómo son los personajes que participan de la obra que están armando?
-Esos tres personajes funcionan como alter egos míos. Porque como ellos, soy de una generación demasiado joven como para haber protagonizado los ideales de la militancia de los ’70. Cuando terminé el secundario, como ya teníamos las botas sobre nuestras cabezas, crecí con las marcas que a todos nos dejó el golpe militar.
-Se puede decir que ésta es una obra de ideas…
-Creo que hoy hay una degradación muy grande de las ideas. La noción de libertad está despojada de los ideales emancipatorios y sólo se habla de la libertad de mercado, de la posibilidad de comprar y venderlo todo, un órgano o un niño. Las nuevas derechas se autodenominan libertarios. Y en ciertos casos, vemos que la libertad va asociada a la penetración del narco.
-Hay una cita de Sade en tu obra que dice: “en un mundo totalmente corrompido yo no te aconsejaría más que el vicio”…
-Sí, es una cita de Justine. Pienso en lo que ocurre en Rosario, que es aterrador. La penetración de la figura del narco disuelve todo vínculo, todo contrato social porque es una penetración que se da en toda la sociedad. Hasta los niños son tentados a entrar en ese mercado porque viven en un mundo sin alternativas de educación, de proyección laboral. Luego de haberse ampliados los derechos civiles estamos volviendo a los idearios más rancios y retrógrados.
*Libertins se puede ver en el Celcit (Moreno 431), los domingos a las 16 hs.
“No es extraño que Pitt, jefe del partido Tory, quien desde 1783 hasta su muerte en 1806, rigiera los destinos de Inglaterra, aleccionado por la pérdida de los Estados Unidos, tuviera siempre presente la conveniencia, no de conquistar las colonias españolas sino independizarlas.” (Carlos Roberts, Las invasiones Inglesas) (1)
Los personajes de “Libertins” pertenecen a una generación, que bucea con exasperación en un pasado, el reciente, mientras el lejano, aquél que dio origen a este presente, es una fuente de respuestas en ese deseo trunco que fue la libertad de los pueblos, su autonomía, la construcción de una identidad propia, necesariamente de uno, en busca del placer de la vida cotidiana, o no tanto, y de la expresión de una cultura que les pertenezca. Son seres que los une el espanto, y la memoria idealizada que los lleva a una reunión teatral, ensayar una obra, ganar un concurso que les permita recuperar y recuperarse, de tanta ausencia y de tanto dolor. Es una obra sobre el exilio, no sólo de las geografías conocidas sino también del paisaje propio, que buscan en vano en el estar con el otro. Exilio, agachadas para sobrevivir, sueños rotos en pedazos, seres desangelados, los personajes que juegan a ser otros personajes, y de a poco nos van diciendo quienes son; si ellos con sus carga de cicatrices, o aquellos que construye el argumento de la obra imposible de escribir por Ella, o la de darle un final a la encontrada entre los escombros de un teatro, ¿por qué cuál sería ese punto de cierre, si todavía la historia se está gestando, si es un proceso inacabado?
Admitir que nunca tuvimos una verdadera revolución, pero que a la vez es “un sueño eterno” como diría Andrés Rivera, es el centro de una herida que al volver sobre ella, sólo nos devuelve el sabor amargo de la derrota. Gustavo Insaurralde desde la dirección construye con la dramaturgia de Patricia Zangaro una puesta interesante, fuerte y cruel, sobre un texto complejo que está tejido en numerosas capas, donde el cuerpo es protagonista, el cuerpo del placer y el del dolor, el que se pone en el terreno de la revolución, aunque esta nunca se concrete, aunque la herida de su ausencia nos duela todavía; y ese tejido se produce cuando el teatro pone en abismo su propia teatralidad, punto de encuentro entre el pasado y el presente, para los personajes y para el espectador. Luego de verla, seguir hablando sobre las huellas que deja es inevitable. Tres personajes, que como en espejos cóncavos se multiplican hacia atrás y hacia adelante, en una sala de ensayo despojada y poblada a la vez de una memoria que transita la violencia. Cuerpos de mujeres, humilladas en su sexualidad, tierras a conquistar en los relatos, los que nos recuerdan al famoso Marqués, y en la ignominia del tratar de sobrevivir, se convierten en la geografía de un territorio de fertilidad para un poder que habita sin mostrarse: de afuera hacia adentro, pero del centro del miedo hacia afuera, hacia las acciones que nos recuerdan nuestra propia cobardía. La que ahuyentamos con una copa de buen vino. “Fue una idiotez volver a encontrarnos…”
Tiempos de un progresividad que nos habita, sueños interrumpidos por la muerte y la descomposición de las ideas, la actriz, Mónica Felippa, Doña Elvira; El / Daniel Dibiase, Le Frocard; El / José Manuel Espeche, Huasca, y el espectador que asiste en concentrado silencio al desarrollo del vértigo de las palabras, somos protagonistas de un relato que dentro y fuera de la escena nos arrolla con una tormenta de dudas: ¿Quiénes somos, quiénes fueron nuestros libertadores, cuándo seremos libres realmente, qué responsabilidad nos cabe hoy en este fracaso prolongado? Fracaso endulzado por un mito, que necesariamente nos une, el de creer que nuestro destino fue nuestro deseo, pero que como en Sade, es sólo una furia desatada entre las paredes del encierro. Excelentes trabajos de los tres, y de la dirección que encontró el tono a pesar de un texto descarnado, y que deja en lo no dicho, las vías de escape a la comprensión del hoy, salpicado con el barro y la sangre de la violencia de la conquista, y la violencia de la liberación.
Ficha técnica: “Libertins” de Patricia Zangaro. Actúan: Mónica Felippa, José Manuel Espeche, Daniel Dibiase. Música original: Fernando Diéguez. Asistente de vestuario: Éstel Gómez. Diseño escenográfico y vestuario: Agustín Justo Yoshimoto. Diseño de iluminación: Luis Rivera López, Gustavo Insaurralde. Producción ejecutiva: Julieta Rivera López. Asistente: Airton Santos. Dirección: Gustavo Insaurralde. Prensa: Kasspress (Laura Mathieu)Duración: 60 minutos. Celcit.
Tres actores maduros intentan ensayar, con más desesperanza que convicción, una obra que parece hablar de cambios sociales por la que los personajes lucharon y, por supuesto, no fueron. Hay autocríticas y reproches, experiencias comunes y algo de alcohol para desatar las lenguas. Aparece un viejo texto de un estrafalario inglés, admirador o precursor del Marqués de Sade quien en tiempos de la colonia pretendía emancipar, y previsiblemente llevar para su lado británico, a la criollada, que uno imagina pueblerinamente pacata, apelando al libertinaje con o sin consenso de los involucrados. Espíritu libre o apología del crimen según se mire. El texto dispara recuerdos de experiencias sexuales en los protagonistas que con la ayuda del vino, le ponen algo de fervor en su poco entusiasmante proyecto actoral. Metáfora del fracaso, los protagonistas dejan entrever, inconscientemente, la posibilidad de que la derrota no haya sido tal y por eso siguen ensayando.
Un muy buen texto de Patricia Zangaro, que prescinde de la perífrasis o el eufemismo, incursionando otra vez en una época histórica en que la autora de Auto de fe... parece sentirse a gusto. Buena dirección de Gustavo Insaurralde con una puesta convenientemente austera para el lucimiento de Dibiase, Espeche y especialmente Mónica Felippa, que hacen gala, impecablemente, de su sobrado oficio.
La obra de Patricia Zangaro se presentará, desde el 20 de agosto, los domingos a las 16 horas en el CELCIT ¿Qué queda de los ideales emancipatorios en una época en la que la concepción de libertad se reduce a la “libertad de mercado”?
Con Mónica Felippa, Daniel Di Biase y José Manuel Espeche.
CIUDAD DE BUENOS AIRES (ANDigital) Liberté, égalité, fraternité ¿Qué queda de los ideales emancipatorios en una época en la que la concepción de libertad se reduce a la “libertad de mercado”?
El 20 de agosto estrena Libertins, una obra de Patricia Zangaro con dirección de Gustavo Insaurralde. Estará en escena los domingos a las 16 horas, hasta el 8 de octubre, en el CELCIT, calle Moreno 431 de la Ciudad de Buenos Aires.
Reunidos en un sótano, y bien provistos de vino tinto, tres actores buscan y rebuscan la manera de evocar los tiempos revolucionarios.
El hallazgo de un viejo manuscrito anónimo sobre un émulo inglés del Marqués de Sade que pretende emancipar a los criollos del yugo español a través del libertinaje viene a distraer al trío de actores de su impotencia y abulia.
Por todo esto, tanto el sexo como el vino funcionan en ellos como consuelo, para reprimir aquellas heridas causadas por la imposibilidad de lo irremediable. Sin embargo, ensayan.
Tres teatristas sesentones se empeñan, a pesar de todo, en hacer una obra sobre una revolución de la que nunca participaron, pero que aún los desvela.
Tal vez descubran, después de tanta obstinación y desánimo, que es justamente el teatro su trinchera de resistencia contra la adversidad de estos tiempos.
Libertins cuenta con actuaciones de Mónica Felippa, José Manuel Espeche y Daniel Dibiase. (Entrada general $ 2500 | jubilados y estudiantes $ 1500). (ANDigital)
Hace tiempo no veía una obra en dos frentes. Una puesta desde ya muy ambiciosa y particular, donde se reúnen tres amigos, tres actores que buscan de una forma particular evocar los momentos en los que fueron revolucionarios. Tres actores que hacen teatro dentro del teatro; donde ensayan una obra que van representando poco a poco, intercambiando la realidad con la ficción que teatralmente va recreando una historia de libertad, de emancipación de la corona española, donde el vino, el sexo y el libertinaje, sirven de placebo ante esta imposibilidad de volver a esos tiempos de revolución de los que empiezan hablando.
Una obra donde el tiempo se hace efímero, donde el ir y volver a la realidad se hace necesario y donde cada cosa se entrelaza con la realidad y la ficción.
Vayan a verla, está en el CELCIT, vuelven con una segunda temporada desde el 20 de agosto, todos los domingos a las 16hs.
FICHA TÉCNICA
Autoría: Patricia Zangaro / Actúan: Daniel Dibiase, Jose Manuel Espeche, Mónica Felippa / Diseño de vestuario: Agustin Justo Yoshimoto / Diseño de escenografía: Agustin Justo Yoshimoto / Música original: Fernando Dieguez / Diseño De Iluminación: Gustavo Insaurralde, Luis Alberto Rivera López / Asistencia: Airton Santos / Asistencia de vestuario: Éstel Gómez / Producción ejecutiva: Julieta Rivera López / Dirección: Gustavo Insaurralde.
El pasado domingo 20 de agosto se estrenó en el Teatro CELCIT (Moreno 431, C.A.B.A.) la obra Libertins de Patricia Zangaro. La obra tiene una duración de 60 minutos y se puede disfrutar todos los domingos a las 16:00hs. hasta el 8 de octubre inclusive.
Reunidos en un sótano, y bien provistos de vino tinto, tres actores buscan y rebuscan la manera de evocar los tiempos revolucionarios. El hallazgo de un viejo manuscrito anónimo sobre un émulo inglés del Marqués de Sade que pretende emancipar a los criollos del yugo español a través del libertinaje viene a distraer al trío de actores de su impotencia y abulia.
Por todo esto, tanto el sexo como el vino funcionan en ellos como consuelo, para reprimir aquellas heridas causadas por la imposibilidad de lo irremediable. Sin embargo, ensayan. Liberté, égalité, fraternité. ¿Qué queda de los ideales emancipatorios en una época en la que la concepción de libertad se reduce a la “libertad de mercado”? Tres teatristas sesentones se empeñan, a pesar de todo, en hacer una obra sobre una revolución de la que nunca participaron, pero que aún los desvela. Tal vez descubran, después de tanta obstinación y desánimo, que es justamente el teatro su trinchera de resistencia contra la adversidad de estos tiempos.
Ficha técnico-artística
Dramaturgia: Patricia Zangaro
Intérpretes (en orden de aparición): Mónica Felippa, Jose Manuel Espeche, Daniel Dibiase
Producción Ejecutiva: Julieta Rivera López
Música original : Fernando Dieguez
Asistente de Vestuario: Éstel Gómez
Diseño de Vestuario : Agustín Justo Yoshimoto
Diseño Escenográfico: Agustín Justo Yoshimoto
Diseño de iluminación : Luis Rivera López
Asistente de Dirección : Airton Santos
Prensa : Kasspress
Dirección : Gustavo Insaurralde
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