En 1972, en la ciudad de Asunción (Paraguay), nace una niña cuyo nombre en guaraní quiere decir «una gota de lluvia».
Cuando Amandy tiene apenas tres años, la policía stronista consigue decapitar la Organización Primero de Marzo (OPM), grupo guerrillero que comenzaba a organizarse para intentar derrocar el régimen dictatorial en el poder desde el golpe de 1954.
El 5 de abril de 1976, el padre de Amandy, el carismático líder revolucionario Juan Carlos da Costa, cae muerto en un enfrentamiento con la policía.
Clandestina y perseguida, su compañera sentimental y también dirigente de la OPM, Nidia González Talavera, se ve obligada a dejar a su hija al cuidado de su abuela paterna.
Basado en el texto autobiográfico de la propia Amandy da Costa González, AGUA DE LLUVIA intenta reconstruir la historia de una niña aislada y vigilada, atrapada entre la utopía política de un movimiento revolucionario y la crueldad represiva de una de las dictaduras latinoamericanas alineadas en el conocido como Operativo Cóndor.
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Agua de Lluvia
Norberto Montero. ¿Vamos al teatro?. 08/04/2007
El relato teatral documental que hoy nos ocupa, más allá de conmovernos con la tierna historia de Amandy en las circunstancias de su país natal, nos enfrenta a nuestros propios miedos en relación con el tema de la violencia subversiva revolucionaria, con el derecho a la libre expresión de las ideas y con sus opuestos: la sangrienta represión de estado que vivimos en nuestras sucesivas dictaduras y la censura que ellas implantaron a cualquier costo. Al ver esta obra me surgieron algunas preguntas: nuestra generación, nacida poco antes o durante los primeros gobiernos peronistas, ¿no habrá sido condicionada en su identidad por aquel miedo incipiente? ¿El rechazo que todos sentimos a debatir profundamente estas temáticas, a expresar lo que cada uno pensamos al respecto, muchas veces disfrazado de aburrimiento o de negación esperanzada proyectada al futuro, no será quizás otra forma encubierta de ese miedo con el que hemos crecido?
Me parece un feliz hallazgo la talentosa dramaturgia (Egido Leiva – Vejabalbán) que ficcionaliza la biografía de Amandy, porque nos sumerge emotivamente en el relato de lo que fue su vida hasta la actualidad, testimoniada además –en las proyecciones que se intercalan- por personas cercanas de existencia real, por su propia madre, por su hermana y por ella misma, lo que a su vez nos brinda –a la manera brechtiana- la distancia imprescindible para poder pensar.
También se trasuntan conducciones precisas en la dirección de cámaras y sonidos audiovisuales (Rubén Vejabalbán), en las acciones de las personas filmadas y en las composiciones actorales (Eva Egido Leiva) de Amandy niña, Amandy hoy adulta y de otros personajes que intervinieron en algunas situaciones; a modo de ejemplo, recuerdo al funcionario que niega el permiso para salir con la niña a Bolivia.
Las escenotecnias de concepción minimalista, en las que se integran en un todo armónico con el relato, el espacio escénico, el sonoro, la iluminación y la fotografía (Rubén Vejabalbán) se sustentan con los aportes de una única silla, una pantalla de proyección y la música original (también de Vejabalbán), al servicio de la maravillosa actriz Eva Egido Leiva, dotada de un físico pequeñito que ya de por sí suscita toda la ternura de una niña, y de unos recursos expresivos corporales y vocales que le permiten transitar la amplia gama de roles de sus interpretaciones. Animados con exquisita creatividad y fuerza, como para profundizar estados emocionales que van desde la ingenua alegría infantil hasta el dolor arcaico de toda una humanidad oprimida por los autoritarismos.
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“Agua de lluvia”: Un cuerpo que recuerda
Diego Braude. imaginacionatrapada.com.ar. 30/03/2007
Latinoamérica ha sido durante el siglo XX el escenario de las contradicciones de la democracia liberal. La búsqueda de la autodeterminación y los horizontes propios, el crecimiento como pueblo o nación (en otras palabras, algunas de las características fundacionales de las democracias liberales), terminaron en general con su efecto opuesto: gobiernos de facto, dictaduras pretendidamente “eternas”. La figura que caracteriza a América Latina es el golpe de estado.
El Mercado, los beneficios del sistema liberal, han estado históricamente unidos a la idea de ser beneficiosos para uno y perjudiciales para otro, sea este planteo de forma explícita o implícita. Las represalias, las intervenciones desde adentro (los golpes de estado propiamente dichos y el establecimiento de dictaduras temporales o duraderas) avaladas desde afuera han tenido siempre la intención de “restablecer” un orden perdido. Este orden está, a su vez, relacionado a la aceptación de que “cada cosa tiene un lugar”, que cada uno debe aceptar su ubicación en la estructura. Durante todo el siglo XX, los intentos de superación o subversión de esta estructura sin previo acuerdo o “permiso”, llevaban en sí el germen de su propio final.
El problema con la Historia, la que tiene la mayúscula, es que suele tener la incapacidad de cubrir lo que le ocurre a los individuos. Estos quedan, necesariamente, tipificados, unidos por el lazo espacio-temporal, las patologías que desarrollan enmarcadas dentro de las cicatrices que propician estos períodos represivos. Al eludir la Historia de los Nombres Propios, la de grandes héroes, príncipes, militares, monarcas, aventureros, a veces también se olvidan de los pequeños nombres propios (los que permiten la tipificación retroactivamente).
En “Agua de lluvia”, una mujer es ella, es otra, es niña, es joven, es adulta. Es el recuerdo de otra mujer, el recuerdo hecho rompecabezas (un poco al estilo de “Kamchatka”, de Marcelo Piñeyro) en la mente de una niña y luego adolescente y joven. Es la historia de una niña cuyos padres militantes en el Paraguay de Stroessner desaparecen o deben pasar a la clandestinidad; para esa niña (la que la mujer-actriz trae a través de su voz y cuerpo) es el relato de fantasmas, de ausencias, de presencias casi fantásticas en un mundo que aparece incomprensible, donde la ficción no es sólo un juego, sino asimismo una manera de sobrevivir.
A esa niña la introduce la joven, entrevistada por un periodista invisible que le permite narrar su historia (la que es con minúscula, la que se multiplica por miles, pero que suele quedar fuera de los textos). El cuerpo abierto de la niña es reemplazado por el medido, discreto, de la adultez. Es esta la que trae el entendimiento y el trauma en lo que la piel oculta, lo que los ojos narran si querer hacerlo.
Detrás de la niña, detrás de la joven (que habitan el mismo envase), aparece una pantalla. En ella transcurren entrevistas e imágenes documentales. Es la realidad fuera de la sala que irrumpe desde el video. A veces, este recurso puede obrar más como ruido que como ayuda. Un “en vivo” es interrumpido por algo ausente, lo bidimensional choca con lo tridimensional. Cada formato tiene su propia forma de vivencia, por lo cual hacerlos convivir es algo conflictivo. Acá son las voces, las de otros, las que se suman a la que actúa en lugar de otra para nosotros. El montaje, el choque, acá complementa, no separa. Esas voces cuentan lo que la niña no podía saber, lo que la joven tiene dificultad para decir. Ellos son testigos, son la huella, son las piezas que completan el simpático pero desesperante rompecabezas de la niña envuelta en una serie de juegos que no entiende.
La “en vivo” recuerda, relata, trae a través suyo. Los otros le dan contexto. La idea de la niñez, la idea de lo que las dictaduras fabricaban o buscaban fabricar (individuos no subversivos), el hecho de que el terrible mundo de adultos que habitamos no es otra cosa que un extraño y muchas veces caprichoso, perverso y ridículo esquema de convenciones.
El escenario vacío es llenado por la actriz y la pantalla, nada más, siendo el propio cuerpo de la “en vivo” el nexo, la bisagra permanente del montaje. Es el juego teatral, otro set de convenciones. Y también es el relato, donde la memoria, los fragmentos dispersos, retornan, reaparecen, le dan un sentido a las cosas. Las dictaduras latinoamericanas no sólo buscaron construir un relato, sino eliminar tanto los otros posibles como la propia noción de un “otro relato”. Curioso como la memoria, la huella, sin embargo, persiste, se agarra, no termina de desaparecer. La necesidad de relatar, de recordar, se ha resignificado, de todos modos, porque ya no es sólo el poder dar sentido a la vivencia histórica. Se ha vuelto también una manera de preservación frente al pensamiento dictatorial. Recordando la necesidad de aceptar la multiplicidad de narraciones (y de mantener viva la memoria de los “derrotados”), el pensamiento represivo se vuelve él mismo una forma más de relato posible (una no deseable) y por eso mismo va perdiendo parte del poder que representara.
La historia del Paraguay, con todos sus detalles terribles, es la historia de América Latina. Una voz, un cuerpo, recuerdan.
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Doloroso testimonio de hechos paraguayos
Carlos Pacheco. La Nación. 23/03/2007
El grupo madrileño Acciones Imaginarias, que el año pasado presentó en diversas provincias argentinas su espectáculo "Casting", llega ahora a Buenos Aires con una experiencia que combina el teatro y el video. Ambas disciplinas confluyen para narrar una dolorosa historia, la de Amandy da Costa González. La joven, nacida en Asunción del Paraguay y que creció durante el régimen del dictador Alfredo Strossner, es hija de militantes de la Organización Primero de Marzo (OPM), grupo guerrillero que se conformó con la intención de derrocar a Strossner pero que fue quebrado por el poder gubernamental
Así Amandy, nombre guaraní que significa "una gota de lluvia", perdió a su padre (muerto por las fuerzas militares), mientras que su madre debió escapar primero a Bolivia y luego a San Pablo, Brasil. La niña quedó en custodia de su abuela hasta que ambas lograron salir del país.
En escena, la actriz Eva Egido Leiva es la voz de la protagonista, fundamentalmente, mientras las imágenes de video dan cuenta, a través de múltiples testimonios, sobre los días del gobierno de Strossner, el accionar de la OPM y el mundo personal de los padres de la joven.
La pérdida de la libertad, las persecuciones, las muertes, la oscuridad en la que esa sociedad cayó y de la cual no logra escapar aún hoy, asoman con fuerza.
HISTORIA POLÍTICA Y FAMILIAR
"Agua de lluvia" resulta una experiencia sumamente conmovedora, sobre todo por los padecimientos de la familia de Amandy. Esa historia política y familiar sin dudas tienen también muchas resonancias en nuestra sociedad y es imposible mantenerse al margen de ese mundo sombrío que la escena rescata.ç
El único reparo está en la interpretación de Egido Leiva, que, en muchas escenas, reitera un esquema de personaje sobre el que ha trabajado. Según avanza el espectáculo ella parecería no terminar de acomodarse a los sucesos que cuenta y entonces su relato, por momentos, es de una fuerte linealidad. En oposición, los testimonios grabados superan marcadamente su trabajo y ese desequilibrio es notorio.
De todos modos, "Agua de lluvia" cumple sobradamente con su objetivo: "mantener presente la memoria histórica dando dimensión pública a hechos de la historia paraguaya", según se destaca en el programa de la función.
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Verdades que no dejan de doler
Adriana González. críticateatral.com.ar. 23/03/2007
Una instalación de video y teatro para exponer uno de los tantos hechos aberrantes por los que pasó Nuestra América.
Con dramaturgia y dirección de Eva Egido Leiva y Rubén Vejabalbán, está obra está basada en los textos autobiográficos de Amandy da Costa González y en videos-entrevistas realizados para la puesta en escena en Sao Paulo y en Asunción. Presentada por el grupo español Acciones Imaginarias.
En 1976 Amandy tenía tres años, su padre -Juan Carlos da Costa, lider revolucionario de la Organización Primero de Marzo- fue asesinado por la policía stronista y su madre tuvo que exiliarse, primero en Bolivia y luego en Brasil. Ante el peligro que implicaba para sus hijos tratar de salir de Paraguay, decide dejarlos al cuidado de personas de su confianza. Amandy se quedó con su abuela paterna.
Está niña se convirtió en rehén de la dictadura: en dos oportunidades la madre trata de llevarla consigo y las dos veces le rechazan el pedido. No volvería a ver a su madre hasta trece años después, una vez derrocada la dictadura.
Todo esto es relatado a través de entrevista a personas que tuvieron que ver con Amandy y a compañeros sobrevivientes de sus padres, como así también con imágenes de lo que fue la dictadura en Paraguay; entre ellas, cuando se encuentran los archivos de los nefastos años stronistas y ahí en cuando se encuentra documentación fehaciente sobre el “Operativo Condor” que tanto daño hizo en todas las Naciones del Cono Sur.
A su vez, está en escena la actriz Eva Egido Leiva que compone el personaje de Amandy, alternativamente de joven y de niña, poniéndole cuerpo a las palabras de la autora, transmitiendo sinceridad, dolor, incomprensión, humanidad y, por sobre todas las cosas, esperanza en la reconstrucción de los vínculos familiares y en el poder alguna vez comprender el por qué de tanto sufrimiento. Amandy, en guaraní, significa una gota de lluvia. En el relato la autora dice que los hechos importantes de su vida pasaron en días de lluvia, a veces resultó agua purificadora y otras no.
"Agua de lluvia", la pieza teatral, es absolutamente purificadora. Es necesario verla, sentirla, llorarla.
Es la única forma que tenemos de transformar el dolor en verdad, la verdad en acción, la acción en esperanza.
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Para que Paraguay cuente su historia
. Página 12. 16/03/2007
ACERCA DE AGUA DE LLUVIA
La historia trágica latinoamericana, según Eva Egido Leiva y Rubén Vejabalbán.
La joven paraguaya Amandy Da Costa González los conmovió con su historia. Tenía tres años cuando su padre, Juan Carlos Da Costa, militante de la Organización Primero de Marzo (OPM), murió en un enfrentamiento con la policía del dictador Alfredo Stroessner. “Le pedimos que escribiera episodios de su niñez. Sus recuerdos eran caóticos y la escritura, automática y en portuñol. Vivimos momentos de pánico, porque no era fácil introducirse en esas vivencias”, cuentan la actriz Eva Egido Leiva y el músico y creador de montajes audiovisuales Rubén Vejabalbán, los dos madrileños, dramaturgistas y directores de Agua de lluvia, obra que rescata la historia de la joven “gota de lluvia”, pues eso significa Amandy, en guaraní.
Fundadores del grupo Acciones Imaginarias, vienen desarrollando tareas artísticas y docentes dentro y fuera de España, especialmente en América latina. En la obra que presentan los domingos a las 20 en la Sala CELCIT (Bolívar 825) incorporan entrevistas en video y, entre éstas, la realizada a la madre de Amandy, Nidia González Talavera, ex dirigente de la OPM establecida en San Pablo junto a su hija. Los testimonios obtenidos en esa ciudad y en Asunción del Paraguay enriquecen una obra que cruza disciplinas audiovisuales con el teatro. Según los realizadores, es el primer documento de este tipo en Paraguay. La demora en revisar el pasado no es un dato nuevo: “Stroessner cayó en 1989 (tomó el poder el 4 de mayo de 1954), el Partido Colorado sigue en el poder y el ciudadano paraguayo todavía tiene miedo. Ahora el pueblo se expresa más, pero no ha habido una revisión importante”, sintetiza Eva. “Es un pueblo castigado –señala Rubén–, con una dualidad cultural muy marcada y actitudes diferentes frente a la autoridad.” En este punto, los dos destacan el recambio generacional: “Los nacidos en democracia pertenecen a la generación sin miedo”, sostienen.
–Esa tardanza en revisar el pasado inmediato se dio también en España...
Rubén Vejabalbán: –Es que para la historia y el arte la gran protagonista ha sido la Guerra Civil. Ahora están saliendo a la luz episodios como el de las fosas comunes durante el franquismo. Nosotros nos ocupamos de esas investigaciones en una obra de 2003. Las revisiones no interesan demasiado a las sociedades que tienen garantizados sus derechos. El Estado de bienestar adormece la conciencia crítica, aunque no hay duda de que ese Estado está ofreciendo lo mínimo. No ha impedido, por ejemplo, que se profundice la precariedad laboral.
Eva Egido Leiva: –En general, la gente no demuestra interés por despertar. Al contrario, creo que le molestan las críticas.
–¿Pueden resumir la propia experiencia en América latina?
E. E. L.: –Después de vivir y trabajar durante un año en Brasil, un año y medio en Argentina y de haber recorrido casi toda América, hemos hallado más similitudes que diferencias, y disfrutamos con lo que nos une.
R. V.: –En España no se tiene la misma percepción. Se ve a América latina como algo más homogéneo. Por eso, proponemos un espacio cultural iberoamericano de cruce, donde los creadores, la población y las organizaciones civiles se globalicen para despertar conciencias. Nos ocupamos especialmente de la infancia y del arte escénico como elemento de integración y resistencia.
E. E. L.: –El próximo trabajo que presentará Rubén en Ecuador será un audiovisual en colaboración con el Festival del Sur. El tema es la inmigración ecuatoriana en España, la más numerosa luego de la marroquí.
R. V.: –El lugar del inmigrante no es fácil ni agradecido en ningún país: se relaciona con la intolerancia, el racismo y la xenofobia. Por eso intentamos una vez más crear el espacio necesario para que la historia se cuente también desde otro lado.
E. E. L.: –Y se haga voz pública y trascienda.
R. V.: –Seguimos las enseñanzas del brasileño Paulo Freire, gran investigador en el campo de la educación, que debió exiliarse. Analizaba estas cuestiones y todo lo relacionado con la palabra, porque –decía– tener la palabra es tener la posibilidad de liberarse.
–¿Qué se critica hoy básicamente en Europa?
R. V.: –En Europa, y también en Estados Unidos, se siguen creando movimientos en contra de lo hegemónico. No todos los estadounidenses están con el demonio Bush. El pueblo critica su gestión, como los españoles, ahora más polémicos, a sus gobernantes. El Parlamento está cada vez más agresivo.
–¿Qué significa Acciones Imaginarias?
R. V.: –El nombre del grupo responde a la idea de que sólo podemos construir aquello que somos capaces de imaginar. Si queremos cambiar cosas, tenemos que saber antes qué queremos, y ponernos a trabajar. El arte es capaz de crear utopías legítimas y convertirlas en acción.
–¿Cuáles son las expectativas sobre "Agua..."?
R. V.: –En nuestras obras buscamos siempre el vínculo con la sociedad. Preferimos preguntarnos sobre el mundo en que vivimos. En Europa hay aspiraciones de vanguardia. Se investiga sobre el lenguaje y las formas y se hace poco sobre temas que preocupan de modo directo a la sociedad. Eso no tiene sentido para nosotros, porque el teatro es algo social. Comenzamos en 2001 y dos años después hicimos catarsis: trabajamos con españoles que habían emigrado a Francia, investigamos sobre la Guerra Civil, y después en Brasil, conocimos a Amandy y sentimos que a través de ella podíamos nuevamente darle voz a la infancia, y por extensión a Paraguay.
E. E. L.: –Que es una isla rodeada de tierra, como decía el escritor Augusto Roa Bastos. En España no se sabe absolutamente nada de Paraguay y lo sorprendente para nosotros es que tampoco se sabe en América latina. Es un país ignorado por el mundo. En Agua de lluvia dejamos que los paraguayos cuenten su historia, aunque yo le haya dado vida a la niña. El estreno en Asunción fue muy hermoso. Amandy vive con su madre en Brasil y pudo ir. El teatro desbordaba.