Monogamia
Los hermanos
sean unidos
por Ernesto Schoo
El
hermano menor, Juan, cita al mayor, Felipe, en el club
exclusivo del que aquél es socio. Juan está en crisis,
necesita un consejo: casado con la misma mujer desde años,
mantiene con ella relaciones más amistosas que apasionadas; y
se ha enamorado de una muchacha más joven y linda. Ante él
se alza la muralla maciza de los parámetros que rigen su vida
de burgués acomodado y convencional: el baluarte más
inexpugnable es el relativo a la monogamia. Juan defiende su
condición de monógamo, y este nuevo amor le crea un
desgarrador problema de conciencia. ¿Quién mejor que Felipe,
el bohemio de la familia, sobreviviente airoso de varios
matrimonios, para ayudarlo a resolver el conflicto?
Al comienzo
parece uno más de los habituales enfrentamientos maniqueos
entre dos personajes opuestos: el ordenado, prolijo y
prejuicioso, y el “bon vivant” despreocupado, indiferente
ante las consecuencias de sus caprichos, pero con solidez de
hierro.
Con destreza,
el autor va acumulando rasgos y datos, supuestamente
insignificantes, que en algún momento empiezan a desnudar los
complejísimos mecanismos de la conducta humana. La espiral se
hunde cada vez más en los misterios del sexo, la memoria, la
nostalgia, la inexorable usura del tiempo sobre la arrogancia
fálica, el miedo a la impotencia y a la muerte. Poco a poco,
los papeles van intercambiándose: nadie ni nada es del todo
lo que aparenta, y a medida que los silencios y las
reticencias se colman de franqueza, asistimos a revelaciones
sorprendentes.
El
procedimiento recuerda la acción de pelar una cebolla:
sutiles capas van revelando, hasta llegar a un punto donde se
comprueba que el bulbo era justamente eso, tan solo una
superposición de finas láminas. En “Monogamia”, esa
ausencia es compensada por una infinita compasión y una gran
ternura, que florecen a pesar de las disidencias, los rencores
y las mutuas traiciones de los dos hermanos.
Carlos Ianni
ratifica su talento como puestista y como director de actores:
con total despojamiento escenográfico, traza un fascinante
dibujo espacial, donde nada falta ni sobra, y extrae de sus
intérpretes actuaciones notables por la sencillez (aparente)
de los recursos y la intensidad expresiva. El arduo equilibrio
entre el juego de comedia brillante, en los tramos iniciales,
y el gradual descenso a los infiernos de cada uno, está
admirablemente logrado. Sin cesar se entrelazan el humor y la
desolación, en un texto endiabladamente difícil, resuelto
con suma idoneidad.
Revista NOTICIAS
Año 19 Nº 1234
19-08-2000
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