Puerto Rico.
¿Religión, folclore o diversión? Santiago Apóstol y Las
Máscaras, dos fiestas puertorriqueñas
por Rosalina Perales
La colonización española
legó una gran cantidad de fiestas, rituales y
representaciones, mayormente de origen religioso medieval, a
la extensa comunidad americana. Combinadas con los rituales y
danzas autóctonas, estas escenificaciones produjeron
expresiones innovadoras que
perduran hasta hoy, mayormente como parte del folclore
popular. En su evolución, esas representaciones sagradas
-como agradecimiento o deseo (petición)- han adquirido una
mayor teatralidad, perdiendo lentamente su raíz sagrada
original, a la vez que adquieren preeminencia los signos
externos como el vestuario, las máscaras, los cantos y la
danza; mestizaje de elementos, en sus orígenes, significantes
de la magia religiosa.
Estas fiestas constituyen una
parte integral de las culturas en las que se celebran y como
ellas, se han transformado de modo particular en cada región
geográfica. Aunque no pensamos hacer un análisis etnodramático(1), como lo llama Gabriel Weisz, sí "hay
cierta cosa que hemos perdido y que deberíamos hacer el
esfuerzo por recuperar" (Lévy-Straus,23). Si no se
pueden recobrar como si nunca se hubieran perdido, al menos
"podemos tomar conciencia de su existencia y su
importancia" (Lévy-Strauss,23).
Las celebraciones de mayor
teatralidad en la antigua América española fueron las
representadas en fiestas de origen religioso como el Corpus
Christi, el Día de San Juan (Inty Reymy, en la Zona Andina),
la Semana Santa (Fiesta de Judas en Guatemala), la Pascua
Florida o la Navidad (pastorelas y autos en México) entre
otras muchas. En Puerto Rico han quedado dos celebraciones
importantes surgidas de estas grandes fiestas religiosas, una
de ellas unida a la cultura popular más importante en el
país, la cultura negra. Se trata de la Fiesta de
Santiago Apóstol, celebrada el 25 de julio en el pueblo
"negro"'(así se le llama por su población casi
íntegramente negra) de Loíza Aldea y la Fiesta de las
Máscaras, correspondiente a la Fiesta de los Santos
Inocentes, celebrada el 28 de diciembre, en la ciudad de
Hatillo. En ambos casos hay un origen religioso que, con los
años, se ha debilitado en un caso y perdido en el otro, para
dar paso a una celebración comunitaria con visos
folclóricos, cada día más laica y más alejada de su
devoción ancestral. Ambas se han convertido en una fiesta
patronal o lo que en otros países se conoce como feria de
santos. Para el puertorriqueño son fechas y lugares de
peregrinación isleña, pero no religiosas, sino festivas.
En su análisis interpretativo
de las culturas, Clifford Geertz dice que la cultura no se
puede predecir. (C. Geertz, Interpretation of Cultures, 26)
Estamos de acuerdo, ya que contrario a la teoría logística,
de evolución científica de Stephen Tyler (Citado por C.
Geertz, p. 12) pensamos que las culturas se constituyen por un
universo cambiante, de modo que no se puede prever el vector
de su desarrollo o su desenlace. En este trabajo me propongo
examinar la evolución de dos de las más populares fiestas
ritualísticas puertorriqueñas, desde su fondo religioso
hasta su desenlace a fines del siglo XX en lo que se percibe
como un performance cultural dirigido al entretenimiento
popular.
Clifford Geertz ve la cultura y
sus componentes como símbolos a los que hay que buscarles sus
múltiples significados, y añade que la mayoría de los
hombres viven los símbolos religiosos por momentos (119); dos
de esos momentos son los que recogemos en este trabajo.
La Fiesta de Santiago Apóstol
se celebra en el pueblo de Loíza desde tiempos inmemoriales.
Nadie sabe con exactitud la fecha en que se cambió el Patrón
San Patricio por la Fiesta de Santiago Apóstol, pero se cree
que existe desde hace unos tres siglos, edad de la aún
existente capilla de la población.
El origen de esta festividad se
remonta a las luchas medievales entre moros y cristianos y a
la presencia del Apóstol Santiago como santo protector de los
cristianos. (Recuérdese el Cid y el dicho común de la
época: “Santiago y cierra España”). Una vez expulsados
los árabes de España, se multiplican las celebraciones al
Santo Patrón gracias al cual se creó en el Medioevo la
peregrinación religiosa del Camino de Santiago desde toda
Europa hasta Santiago de Compostela, en el noroeste de
España.
El mismo año de la expulsión
definitiva de los moros, 1492, los españoles llegan a
América, aún frescos los recuerdos del fragor entre árabes
y cristianos. Entre los muchos elementos culturales que traen
a América arriban las festividades religiosas y, por delante,
la fiesta del mayor patrón medieval: Santiago Apóstol. Por
qué se celebró con especial atención esta Fiesta en Loíza
Aldea, región originalmente indígena y luego africana, pero
con arraigo de costumbres
hispánicas, tampoco se sabe. El caso es que varios siglos
atrás se empezaron a crear una serie de leyendas sobre
apariciones del Santo, primero como niño -Santiaguito-, luego
como Santo adulto, de los hombres y de las mujeres. De manera
que el Santo se multiplicó convirtiéndose desde muy temprano
en una figura tríplice concretada en tres imágenes
diferentes que durante el año se cuidan con veneración y se
sacan en procesión en su onomástico, el 25 de julio. Hoy
día la celebración se ha extendido a tres días -del 25 al
27 de julio-y cada día se saca una de la imágenes, seguida
por sus adeptos: los hombres, las mujeres y los niños.
Poco a poco lo español se fue
sustituyendo por lo criollo con inclinación hacia las
creencias de los negros que por siglos han vivido en la
región, y separándose cada vez más de las celebraciones de
moros y cristianos efectuadas en otros lugares de
Latinoamérica. Por ejemplo, la Danza de los Tastuanes en
México, que se celebra el 26 de julio, con el Santo montado a
caballo y los fieles llevando máscaras de animales o seres
bíblicos malignos.
Los negros de Loíza agregan
sus creencias y supersticiones a la Fiesta del Apóstol. Y en
ella ponen también toda su energía. El Santo a caballo, sus
vestimentas coloridas, los disfraces de vejigantes con
máscaras hechas de coco seco y el baile de bomba se constituyen en elementos del
folclore popular, y la Fiesta, en una celebración de pueblo
que ya no recuerda las luchas entre moros y cristianos. Los
elementos externos, el color, la parafernalia festiva, la
peregrinación de los curiosos, los platos típicos cercanos
al Africa ancestral dominaron la Fiesta folclórica de
Santiago Apóstol a lo largo del siglo XX. Se conservan aún
los bailes de bomba, forma de danza al son de tambores que
comienza lenta, en un revoloteo de faldas decimonónicas y
termina en voluptuoso ritmo (de hombres y mujeres) en
ocasiones cercano al trance del despojo(2).
(Geertz decía que
el estado de trance es una parte crucial de toda ceremonia y
este baile nos recuerda el ritual). "Los diversos
procedimientos del despojo tienen como objetivo la
elaboración de un cuerpo mágico (el que puede entrar en
contacto con los espíritus) que por definición se opone al
cuerpo ordenado de nuestras sociedades"(G. Weisz, Palacio
chamánico, 37). La finalidad de este ritual, realizar tareas
que en un cuerpo normal no se pueden hacer, se ha perdido en
la versión festiva de la actualidad.
Más adelante salen a bailar
los vejigantes, “imprescindibles", según la bailarina
afrocaribeña Silvia del Villard, "en la Fiesta de
Santiago Apóstol" (S. del Villard, "Vejigantes …,
3). Añade Del Villard que el vejigante "representa al
brujo de la tribu en la cultura africana; el espíritu de lo
desconocido, lo terrible, lo respetado"(Del Villard,3).
Pero la palabra en sí es puertorriqueña -gigante con vejiga-
y proviene de la vejiga de vaca que el disfrazado llena de
aire y ata a una varita para "imponer respeto a la
muchachería" (Del Villard,3). La máscara hecha de coco
seco y cuernos largos y delgados de madera es una tradición
que se hereda de los primeros africanos quienes las hacían a
imitación de las elaboradas con más tiempo y más atención
en su Africa original. Esta expresión plástica, lo mismo que
el vestuario que lo acompaña produce nuevos significados que
manifiestan "las
dualidades entre lo mágico y lo real" (Weisz,129).
En los últimos años, las
Fiestas de Santiago han adquirido una vasta concurrencia y con
ella unas nuevas características. Primero, los loiceños
sacan el Santo a caballo a hacer un paseo que el pueblo y los
curiosos siguen, antes solemnes, hoy más bien divertidos. Al
baile de bomba, se le añadió la amulatada plena (C. Méndez
Santos, Por tierras de Loíza, 26), ritmo más cercano a la
salsa, que se acompaña de un pandero hecho de cuero de chivo
y es más rápido y alegre que la bomba; a los platos típicos
-salmorejo de jueyes, yuca con coco, alcapurrias- se añadió
la piña colada, las hamburguesas y las salchichas, para el
rápido abasto de las huestes que acuden a curiosear y a
bailar sin recordar demasiado las imágenes del Santo o la
tradicional devoción que aún observa la comunidad. Bailes en
las calles, música autóctona y ajena, borracheras, comilonas
interminables, vestimentas más playeras que devotas, en
ocasiones, más ruido que música verdadera describen lo
que es hoy la Fiesta de Santiago Apóstol. "La cultura no
se puede predecir" escribó Geertz, y los primeros
devotos del Santo, los que vivieron sus apariciones, los que
añadieron su fe africana a esta celebración, nunca
imaginaron que se convertiría en un performance cultural, es
decir, una trasposición de las creencias religiosas que
define un nuevo tipo de expresión (C.Geertz,113), lo que
confirma que las formas simbólicas pueden servir a múltiples
propósitos.
La espiritualidad de las
máscaras y los vejigantes, su sentido metafísico se perdió
en el camino. El recuerdo lejano, pero aún respetado de la
festividad como folclore, menguó. La fiesta se ha convertido
en una ocasión social que conglomera curiosos, ajenos a la
comunidad y sus creencias o al espíritu del pueblo
(volkgeist) loiceño. Acuden allí como podrían hacerlo a
cualquier actividad moderna que les llene su tiempo y les
provea entretenimiento y diversión. El modelo original de
ritual religioso, traspuesto con los siglos al folclore,
adquirió un nuevo significado simbólico: un entretenimiento
concurrido, presentado en determinada ocasión. Se cierran
entonces, tal como dice Geertz, "las diferencias
sociales, políticas y teológicas para pasar a un acto social
comunitario" (Geertz,168).
Un caso similar es el de las
Fiestas de las Máscaras, celebrada el 28 de diciembre en el
pueblo de Hatillo. Su origen se remonta al Día de los Santos
Inocentes, celebrado como memorial del Degüello de
Niños en Judea realizado por el Rey Herodes en su afán por
deshacerse del Niño Jesús. (Este episodio se recoge en el
Evangelio según San Mateo, en el Nuevo Testamento). Esta
fiesta ha pasado a ser una de las tradiciones navideñas en
Puerto Rico. Al principio se celebraba en toda la Isla,
especialmente en los campos. Las parrandas de ese día
aparecían con caretas y se convirtió en tradición gastar
bromas ingenuas que siempre concluían con la frase
"Inocente Mariposa". Por lo regular, el día 27 iban
los chicos y el 28 los mayores, quienes se acompañaban de
música popular; cantaban, bailaban y pedían un aguinaldo
(obsequio). Ya dentro de las casas cantaban aguinaldos (un
tipo de canción) alusivos a la historia de Herodes, al Niño
Jesús y a la Huida a Egipto. Hoy quedan pocos pueblos que
celebran esta festividad y la más importante es la de
Hatillo.
La celebración del Día de los
Santos Inocentes en Hatillo y la consecuente Fiesta de las
Máscaras se inició hace casi 200 años con los primeros
pobladores del lugar, llegados de Islas Canarias. Con el
tiempo se hizo un extraño arreglo con la Iglesia en el que la
fiesta religiosa se observaba el 27 de diciembre y la Fiesta
de las Máscaras el 28, de modo que la festividad profana es
el día de la verdadera celebración religiosa (según el
calendario santoral).
Igual que se cambió el día,
se cambió el lugar. Del Barrio Lechuga -colindancia entre
varios pueblos- la fiesta se trasladó al centro mismo del
pueblo de Hatillo, en el que concurren todas las clases
sociales, elemento importante de la celebración. Del origen
religioso se pasó entonces a una celebración que reunía a
todo el pueblo en medio del entusiasmo de una gran fiesta. Lo
más atractivo eran los disfraces y el desfile. Antiguamente
caminaban a caballo, siempre con el objetivo de perseguir a
los niños como parte de la tradición del decreto de Herodes.
Se vestían con trajes llamativos, de colores vivos, hechos de
rizos y cascabeles, al que acompañaban con un sombrero de ala
ancha o pava campesina, decorados del mismo modo. Sobre los
hombros se colocaban capas muy anchas y las manos las cubrían
con medias, a manera de guantes.
Las máscaras, que simbolizan
las huestes de Herodes, se hacían de coco con tela metálica
al frente. Los enmascarados, o "Máscaras" como se
les llama, visitaban casas de conocidos donde a pesar de hacer
maldades -Inocente Mariposa- eran obsequiados.
Como vemos, ya convertida en
fiesta popular cargada de folclore y pintoresquismo, el origen
religioso ya no se recuerda abiertamente; sólo el simbolismo
de las máscaras -las huestes de Herodes- perdura (los
múltiples propósitos de los símbolos de Geertz).
En la actualidad, el Día de
los Santos Inocentes ha sufrido drásticas trasposiciones en
el pueblo de Hatillo, dándosele preeminencia a una
extraordinaria celebración carnavalesca que atrae público de
toda la Isla y hasta del extranjero. Observemos algunos de los
cambios:
-
Muy pocas máscaras usan el
caballo y si lo hacen es sólo en la mañana. La modalidad
actual son las carrozas, decoradas de forma llamativa. Allí
se acomodan los grupos de Máscaras o comparsas, elegantemente
ataviados con vistosos trajes similares.
-
Como parte de la tradición
es visitar diferentes casas en las que se obsequia a los
participantes e invitados con bebidas, golosinas y platos
típicos, hoy día las visitas se hacen en la mañana para
disponer de la tarde para el desfile.
-
El desfile comienza a las
cuatro de la tarde. Poco antes se les asigna turno a las
carrozas a la vez que se evalúan para la premiación
(¡Cuánto nos recuerda el Carnaval de Río! -Valgan las
distancias). Este desfile dura hasta bien entrada la noche,
sin perder la animación.
En la actualidad, las carrozas
llevan nombres y motes extravagantes, música estridente,
bocinas y sirenas ensordecedoras que no paran de tocar,
enloqueciendo a los más sensibles. La Fiesta de las Máscaras
ha evolucionado hacia la algarabía y la congestión del
tráfico. Las maldades al público, devenidas en bromas de mal
gusto realizadas por los enmascarados, así como la forma
descuidada y peligrosa de manejar las carrozas llegan a
molestar. Los choferes y las Máscaras beben demasiado licor
lo que provoca una conducta impropia. Lo positivo es que
algunas Máscaras obsequian brindis a los amigos y que ese
día regresan los hatillanos ausentes, lo que es motivo de
alegría para los familiares y conocidos y para la comunidad.
Pero ya no estamos ante una celebración religiosa como en el
siglo pasado ni ante el respeto por la conservación del
folclore. Lo que vemos, como en la Fiesta de Santiago
Apóstol, es un performance cultural; una gran celebración que sirve de
entretenimiento y reunión. La Fiesta ha evolucionado hasta
encontrar un nuevo público con nuevos gustos, adquiriendo
unas características más cercanas al carnaval pagano que al
ritual religioso o al folclore. Del ritual queda la
"interacción social" de la que habla Geertz
-"un ritual no es sólo un patrón de significados, es
también una forma de interacción social"- (C. Geertz,168).
Lo predominante es la carroza, la comparsa, la música, el
baile, la comida y la bebida, tal como en el carnaval.
Tanto el sentido ritualístico
como sentido folclórico-cultural se ha ido perdiendo en estas
fiestas, dando paso a un acto social destinado a la diversión
y el entretenimiento superfluo. Como la "mayoría de los
hombres vive los símbolos religiosos por momentos" y
esos símbolos pueden adquirir proyecciones semánticas
múltiples, se puede decir entonces que las Fiestas de
Santiago Apóstol y de las Máscaras en Puerto Rico, han
superado sus orígenes y el ritual arcaico para entrar en una
nueva etapa de inesperados propósitos y significados.
NOTAS
1 - Término que usa Gabriel
Weisz para "abordar aspectos de la representación que no
contemplan los estudios teatrales, pero incluyen fiestas y
rituales de diferentes etnias" (p.29). Volver
2 - Expulsión de los malos
espíritus efectuada mediante danzas y contorsiones en las
religiones afro-caribeñas. Volver
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