De Federico García Lorca. Dramaturgia y dirección: Juan Carlos Gené.
Juan Carlos Gené y Verónica Oddó en
De Federico García Lorca
(Un cuento para cuatro actores)
Con Camilo Parodi y Violeta Zorrilla
Asistente de escenografía: María Chevalier
Maquillaje y peluquería: Silvia Argüello
Asistente: Milagros Plaza Díaz
Musicalización: Verónica Oddó y Camilo Parodi
Música original: Camilo Parodi
Diseño de iluminación: Juan Carlos Gené
Escenografía y vestuario: Carlos Di Pasquo
Dramaturgia y dirección: Juan Carlos Gené
CELCIT. Temporada 2010
La experiencia amorosa, la supervivencia, el rencor, la venganza y el crimen en todas sus variantes son los temas que ocuparon y ocupan la vida de nuestros semejantes. Narrarlo o representarlo acapara siempre el interés del gran público. Con mayor o menor dramatismo, con más lirismo o menos poesía, el teatro del mundo y los relatos informativos de todas las épocas se han ocupado de registrar tales sucesos. Juan Carlos Gené -desde su notable faceta de dramaturgo- elige recuerdos de su propia infancia para viabilizar un relato escénico de notable impacto. “Bodas de Sangre: un cuento para cuatro actores” resume atractiva e impecablemente buena parte del texto lorquiano -estrenado en Buenos Aires en 1933- y anécdotas de la familia de Gené -algunas inmediatas al estreno; otras, tres años más tarde, al conocerse el fusilamiento del poeta granadino. Una fórmula particular y planteada con maestría tiene el poder cuasi didáctico de poner frente a los ojos de un público no siempre experimentado nada menos que un compendio de la poesía y tragedia lorquianas, una sección de la Buenos Aires pequeño burguesa de los años ‘30 y el horror patente del totalitarismo franquista.
Los cuatro actores que anuncia en el título se desdoblan e interpretan a varios más y lo hacen con una solvencia que mantiene a los espectadores siempre al filo de lo narrado, la tragedia por acaecer y el goce de la poesía que la expresa. Sin alterar la propuesta lorquiana respecto de los nombres, Gené -director- resalta el espíritu original de la obra y duplica su sentido trágico a través de un ejemplar manejo de escena. A la solvencia del elenco –que incluye al propio Gené- se suman una escenografía y un vestuario austero pero riquísimos en significado y alusión, un notable manejo de luces, y un llamativo uso de la música (que compatibiliza ritmos muy diversos).
La Madre, el Novio, la Novia y Leonardo –personajes sobresalientes- van tejiendo los retazos elegidos de "Bodas de sangre" para brindar un espectáculo donde el espíritu mayor de la tragedia termina multiplicado y replicado en otra historia menor pero no menos atractiva. Este montaje resplandece por su originalidad y la intensidad interpretativa de todos sus partícipes: la espléndida Verónica Oddó,el versátil Camilo Parodi, la notable Verónica Zorrilla y el impagable Gené.
Un espectáculo de visión imprescindible en todo sentido.
Cuatro actores, nueve personajes, y un narrador. Juan Carlos Gené evoca a su público los recuerdos infantiles de aquella visita a Buenos Aires del poeta García Lorca, allá por el año 1933. Y esa narración llena de sensaciones físicas, más que de hechos concretos, es excusa perfecta para relatar el clásico granadino Bodas de Sangre. Este texto teatral, escrito en 1931, tiene todos los ingredientes necesarios para ser una tragedia hecha y derecha: el pasado que atormenta al presente, el camino marcado por la imagen de los que yacen muertos, la voz sabia que predice la sangre que se derramará, el amor que no puede ser, y el héroe que lucha en vano contra su sino.
El presente que arrastra el yugo de los hechos pasados y los antepasados muertos es interpretado por Camilo Parodi y Violeta Zorrilla en la pareja de novios, la de casados y hasta en el par mitológico de la Luna y la Mendiga muerte. Por su parte Juan Carlos Gené (el padre de la novia) y Verónica Oddó (la madre del novio y la suegra de Leonardo) juegan el papel del pasado que sobrecarga al presente de malos augurios y rencores eternos. Los cuatro actores se metamorfosean en el mismo escenario, delante del público y con una plasticidad suave y apenas notoria, un chal que se vuelve pañuelo para cubrir la cabeza, un chaleco que viste a Leonardo, y no viste al novio, un saco blanco que diferencia al narrador del padre de la novia, y sutiles elementos que marcan quien es quien. Pero esta multifunción actoral no estriba únicamente en las interpretaciones sobre las tablas. Gené, además de dirigir, es el autor de la dramaturgia y la iluminación, con la que crea ambientes pesadumbrosos e inhóspitos. Parodi y Oddó musicalizan entornos áridos y agrestes, y mediante palmas y percusiones, remiten al espectador a notas andaluzas.
Dos asesinatos, uno real, el otro ficcional. El autor conecta el recuerdo de las lágrimas derramadas por su madre ante la muerte del poeta con la muerte en la tragedia. Dos relatos dramáticos, donde el instinto y la pasión son más recios que el deber ser, que el deber hacer y que indudablemente terminarán en sangre. Dice la novia a los pies de la madre del muerto: “Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera, y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes.”
La figura de Federico García Lorca es una presencia obsesiva en la trayectoria creativa de Juan Carlos Gené, tal como él mismo lo ha reconocido. El descubrimiento que, por vía familiar, hace del poeta, cuando éste viaja a Buenos Aires en 1933, y el posterior impacto que le genera su trágica muerte, marcan su vida y, quizás, explican que sea el autor con el que más intensamente ha trabajado y experimentado, siempre junto a la actriz Verónica Oddó.
A diferencia de sus espectáculos anteriores, que recogían fragmentos de las obras o poemas del autor granadino, Gené ha optado ahora por encarar una obra completa, precisamente aquella que está ligada a sus recuerdos infantiles. Lo hace, sin embargo, desde un abordaje que no abandona lo experimental al incluir, precisamente, el rescate de las circunstancias familiares que lo introdujeron al mundo de Federico. De allí el subtítulo del espectáculo: un yo rememorante –el propio Gené– desgrana sus recuerdos, y al hacerlo los reinventa, a la vez que introduce a los personajes, comenta y verbaliza algunas de las acotaciones para luego incorporarse a la ficción representada. Este enmarque da cuenta de la cautivante energía y arrojo que caracterizaba al autor y que comparte, junto con su destino trágico, con los cuatro protagonistas de la obra. Algunos de ellos sucumben, a pesar de su resistencia, al embate de la pasión mientras que todos por igual ven frustrados sus deseos amorosos y sus ansias de plenitud vital. En esta primera tragedia rural quedan así enfrentados, y sin posibilidad de conciliación, los dos principios antagónicos que dominan todo el universo lorquiano: el de libertad y el de autoridad.
La despojada escenografía intensifica con su carga simbólica las fuerzas en conflicto: la tierra calcinada por el calor, presente en esas hojas secas que delimitan el espacio escénico, y las vidas arrasadas por ella, representadas por las cuatro sillas que se ubican en diagonal para alojar a los cuatro actores que, casi sin desaparecer de la escena, se desdoblan en varios personajes con un mínimo cambio de vestuario o la incorporación de un accesorio. Esta austeridad escenográfica se compensa con el vuelo poético alcanzado por el recitado de los parlamentos en verso, fruto de un esmerado trabajo técnico. Verónica Oddó recrea con rotundidad los personajes de la Madre y la Suegra, mientras que Gené, hace lo propio como Padre de la Novia, además de asumir algunos roles menores. Violeta Zorrilla compone con igual ductilidad expresiva los dos personajes femeninos a los que la muerte violenta condena a la soledad y, en el caso de la Novia, a una vida estéril y sin honra. Camilo Parodi –responsable también de la música– da vida alternativamente y con igual entrega a dos personajes tan disímiles como el Novio y Leonardo, además de corporizar a la Luna, siguiendo las acotaciones del propio autor que pedía que fuera un joven leñador quien encarnara este papel.
Dramaturgia y dirección logran que esta puesta confirme uno de los tantos juicios que sobre Bodas de sangre formuló la crítica: “tragedia de desnudez enteramente clásica”.
La pulsión del deseo, las pasiones irracionales, el odio y la muerte son la vida misma del ser humano. ¿Cómo explicar nuestro ser sin la implicancia del deseo, aquel motor que mueve al mundo?
La recreación del clásico de Federico Gracía Lorca a la que se lanza el gran dramaturgo Juan Carlos Gené no puede ser más que la apuesta a una "fija". ¿Cómo no ganar con semejante adaptación? La idea de Gené de mezclar este clásico con su propia historia familiar, con aquellos relatos cuasi-mitológicos que circulan por su familia y entretejen historias que se vinculan y se rozan con los contextos sociohistóricos es de una creatividad envidiable. Lorca se engrandece con cada línea del texto y con el clima creado: intimista, emotivo, angustiante y sumamente complejo.
Bodas de sangre relata en primerísimo primer plano, nada más ni nada menos que la tragedia que Gené se encargará de colocar sobre el tapete ante los ojos de los espectadores que verán cómo las pulsiones humanas se desenfrenan sin reparos y terminan coagulando en un escenario en carne viva.
La historia ya es conocida por todos. Una boda inconclusa, un novio que busca a su amada tratando de comprender qué ha cambiado su vida en tan solo segundos, y luego, la más cruel de todas las pasiones: la venganza.
Sin dudas esta nueva puesta de Bodas de Sangre es un regalo para el alma de los amantes de los clásicos y un excelente acercamiento a la obra de Lorca para todos aquellos que aún no han tenido el placer de paladearlo.
Un magnífico montaje en el que la tragedia se multiplica en un juego de espejos.
“Bodas de sangre”, una de las piezas fundamentales del teatro de Federico García Lorca, desde su estreno simultáneo en Madrid (por Josefina Díaz), y en el Testro Maipo de Buenos Aires (por Lola Membrives), en 1933, es lo que hoy se conoce como la última de las grandes tragedias del teatro del mundo occidental.
Hace unos meses, "Bodas de sangre, (un cuento para cuatro)", fue estrenada en el CELCIT, concebida, dirigida y actuada por el maestro Juan Carlos Gené. Una trascendental y memorable versión en la que cuatro actores se reproducen en los intérpretes principales de la tragedia lorquiana: la Madre del Novio/la Madre de la Novia (Verónica Oddó), la Novia/la Mujer de Leonardo/la Mendiga (Violeta Zorrilla), Leonardo/el Novio (Camilo Parodi), y el mismo Gené que, además de ser él mismo, el narrador del cuento, hace las veces del Padre del Novio.
En este magnífico montaje la tragedia se multiplica constantemente. Con dos líneas narrativas básicas, desfilan ante nosotros (a un mismo tiempo) la pieza que escribió Lorca y la que nos cuenta Gené. En la segunda se unen la tragedia del tiempo, que todo lo distorsiona y lo magnifica, la del horror de la Guerra Civil Española, el asesinato de Federico –que nunca dejan de horrorizarnos– la de las consecuencias del golpe militar del ’30 en Argentina, y toda la carga de “Bodas de sangre”. La vida, el amor y la muerte desfilan por la escena engarzándose magistralmente en el cuento sin perder ninguno de los valores que imprimió el granadino en la obra original. El narrador es una omnipresencia que extrema las situaciones hasta viajar a los ojos del niño que fue y desde allí explicar (y explicarse) todo lo que no entendía entonces, todo lo que vivía a través de lo que hablaban su madre y su tía, tanto cuando García Lorca visitó Buenos Aires, como el dolor que se apoderó de ellas al conocerse la noticia de su fusilamiento.
La otra línea argumental, la de la tragedia misma, la desarrollan los cuatro actores cambiando sus roles cada vez que es necesario. Entran y salen de la piel de los personajes convenciendo al espectador de cada rol que interpretan y terminando por ser los mismos y los otros a la vez. Verónica Oddó, despliega artesanalmente toda la dureza de esas mujeres que de tan duras se confunden con la aridez de la tierra misma, pero a la que una gota de agua puede llegar a arrancarles dulzura. Camilo Parodi, transita desde ser El Novio amante devoto, que sólo puede comprender la vida de a dos, a transformarse en el fatuo ardiente, posesivo, dominante insatisfecho que es Leonardo, el único a quien Lorca, al darle un nombre, rompe con toda la simbología estereotípica que reviste a los demás personajes. Y en Violeta Zorrilla se funden la inseguridad de La Novia, con el resentimiento de La Mujer de Leonardo y la clarividencia de La Mendiga. Todos ellos sumados a un Juan Carlos Gené que magistralmente navega entre El Narrador del cuento, y el Padre de La Novia lorquiano. Cada personaje es una clara representación de la mitología, las leyendas y los paisajes que existen aún en la conciencia popular del lugar donde nació y creció el autor. Y, al mismo tiempo, conforman un nítido espejo en el que se refleja la realidad argentina de aquellos años. Los símbolos que obsesionaron al dramaturgo español, acaban siendo personajes que, si bien no aparecen en la escena, están allí vivos con toda su carga fálica: el cuchillo, los árboles, el caballo, y todos tienen los sonidos que presagian las muertes cercanas. Gené prescinde de los personajes secundarios dejándolos liberados a la imaginación de los espectadores.
En esta puesta, Juan Carlos Gené, ha sabido captar la profundidad del sentimiento de marginalidad y el olor a muerte, que tanto pesan en la obra original. Estos son dos elementos que contrastan poderosamente con la idea generalizada de la folklórica alegría andaluza. Los versos octosilábicos de Lorca destacan aún más su rima asonante. Los diálogos coloquiales, formulados en base a dichos y formas populares, producen un fuerte choque con los tonos tan cargados del autoritarismo ancestral. Impresiona la fuerza que imprime la música, un chamamé que bailan los novios durante la fiesta de bodas, quizá recreando los sonidos que el niño imprimía a la historia que escuchaba de la madre y la tía.
Dos de los toques más singulares de la puesta, son: la sobria escenografía y el austero vestuario, ambos salidos de la experta creatividad de Carlos DiPasquo. Una mesa de madera con una jarra de agua, vasos, y cuatro sillas que delimitan el espacio escénico por el que cruzan los personajes que, con sus trajes negros que sólo son quebrados por la blancura que emana de las camisas de Gené y Parodi, o los tonos ocre del pañuelo de Oddó, crean toda una simbología que es la encargada de reforzar la intensa carga de muerte que se profundiza con las hojas secas que están esparcidas alrededor de la escena. La iluminación es exacta y juega un rol preponderante a lo largo de toda la obra.
"Bodas de sangre (Un cuento para cuatro actores", no sólo es un nuevo esfuerzo teatral memorable de JUAN CARLOS GENÉ, sino un delicado trabajo coral que merece todas las ovaciones que recibe al finalizar cada función.
Obra de Federico García Lorca, con dramaturgia y dirección de Juan Carlos Gené.
Mundos que se entrecruzan, se fusionan, que chisporrotean sensaciones y amalgaman emociones. De esos elementos está compuesto este hecho teatral de excelencia que es Bodas de sangre, obra de Federico García Lorca, con dramaturgia y dirección de Juan Carlos Gené.
Tanto el drama de Lorca como las vivencias de Gené se albergan mutuamente en el austero pero potente espacio diseñado por Carlos Di Pasquo, en que las sustancias, el peso y la forma de los objetos que lo conforman, van a la esencia misma de la tragedia. En ese espacio dos historias conviven en intensidades equivalentes pero de distintas coloraturas: oscura y con sino trágico una, clara y con la tibieza de la vida la otra. Es la ternura un relator (Juan Carlos Gené) y la carnadura intensa de los actores (Verónica Oddó, Violeta Zorrilla, Camilo Parodi y el mismo Gené, en un desdoblamiento que deslumbra por su simplicidad) lo que posibilita, que esos hilos de tan distintos colores, conformen un tejido armonioso y vivo.
De tal finura es el entramado de la dramaturgia de Gené, que la ficción y el recuerdo borran sus límites, sin que por eso ambas historias pierdan su propio peso dramático. Es interesante como queda expuesto como el Lorca dramaturgo, conmueve tanto como el Lorca mundano. Obra y persona, en la mirada de Gené, ocasionan igual conmoción en la personas.
Otro elemento que moldea el cuerpo de la obra es la música original de Camilo Parodi (hecha de sensaciones sonoras) y la musicalización de Verónica Oddó y del mismo Parodi, alternando bravura y sensualidad cada vez que se imbrican con las palabras y las acciones.
El muy buen vestuario, del mismo Di Pasquo, resume en blanco y negro, lo parco y lo fantástico del drama de Lorca en texturas que van de lo agreste a la fina sensualidad.
Bodas de sangre, es una obra que no merece perderse: Lorca, Gené, cuatro fantásticos actores y un estupendo diseño artístico, así lo exigen.
El amor y la muerte son intensidades ineludibles de la experiencia humana. Lo testimonian los mitos ancestrales, el arte de todos los tiempos, la crónica costumbrista, la noticia policial o las leyendas familiares. De ese constante se ocupa "Bodas de sangre (un cuento para cuatro actores)", espectáculo que se ofrece en el CELCIT y cuya meridiana belleza debe tanto a la poética lorquiana en la que se inspira como a la exquisita madurez creadora de Juan Carlos Gené. En la triple función de dramaturgo, actor y director, ratifica su profunda sintonía con el espíritu del autor granadino como su dominio de cada una de las herramientas escénicas. Desde el compromiso interpretativo que elenco hasta la pertinencia de la luz y la sombra, el color, los volúmenes o los sonidos elegidos, todo responde a una partitura dramática que lleva su sello y roza por momentos ese límite imposible que se concibe como perfección.
Claro que han sido fundamentales los climas aportados por la escenografía y el vestuario de Carlos Di Pasquo, sugeridores de la aridez andaluza que enmarca la acción. Tanto como la música de Camilo Parodi y Verónica Oddó, con hallazgos sonoros que descubren en el rasgueo de la guitarra, en el golpe rítmico de la mano contra una superficie hueca o en la sensualidad de un chamamé, la misma raíz del grito que universaliza dolores y pasiones en cualquier tiempo y geografía. Se trata de una reelaboración de la tragedia familiar escrita por García Lorca, que condensa la línea dramática y los personajes esenciales del texto: una boda que se frustra, una novia que huye con su antiguo amante, el novio que salda la injuria propia y la de su estirpe con la sangre de los traidores. Pero sobre la suma de deseo, represión, venganza y destino que se mezclan en la historia original, el espectáculo sobreimprime, como iluminadoras transparencias, algunos tramos presuntamente autobiográficos que Gené relata en entrañable primera persona. Como la devoción que su madre y su tía profesaban a Lorca o la noticia del asesinato del poeta a manos del franquismo. Todo filtrado -se subraya- por el frágil cañamazo de la memoria, que también construye identidad con los fantasmas del olvido.
Hay que decir, además, que la labor de Verónica Oddó -encarnando alternativamente a la madre del novio y a la Suegra- bordea lo prodigioso. Con la voz, el rictus, el andar, la postura y hasta el gesto seco al envolverse con su chal consigue inscribir el drama de cada una de sus criaturas en el contexto de Andalucía de principios del siglo XX. Su trabajo es el eje actoral que sostiene y dinamiza la impecable y singular estructura dramática en la que Gené anima, además, al padre de la novia. Por su parte, Violeta Zorrilla (novia, mujer de Leonardo, mendiga/muerte) y Camilo Parodi (Leonardo/novio) transitan con encanto y fluidez sus distintos roles y combinan erotismo y oscuros presagios en la escena de la danza nupcial
El dramaturgo, actor y director Juan Carlos Gené (1920) inventa como creador una nueva mirada sobre "Bodas de sangre" de Federico García Lorca.
A partir de una autorreferencialidad (elemento del teatro posdramático, según Lehmann) propone al público la teatralidad de esta obra, donde es el propio Gené quien se transforma en narrador/guía. Con este recurso, la obra aporta interesantes datos de cómo se vivió en Buenos Aires precisamente la visita del poeta granadino y también la noticia de su fusilamiento. La madre y tía de Gené se erigen en personajes ausentes, pero que suman a través del relato miradas femeninas e incondicionales. Esta nueva forma teatral le permite también la palabra final en del espectáculo, cuando la tragedia concluyó.
Gené es un profundo conocedor de la estructura dramática, por lo cual "Bodas de sangre" está sobre el escenario, pero en esta oportunidad es a través suyo y de su lectura. El es quien se encarga de analizar desde la ausencia de nombre de algunos personajes hasta incorporar un interesante anacronismo musical.
El espacio escénico imaginado por Carlos Di Pasquo seduce desde una sencillez notable y nada de lo que se ve es casual, todo responde a un porqué, a partir de detalles sencillos pero concretos. Del predominio del elemento madera a las hojas muertas, con su consabido sonido, sumando también su estética al vestuario, con amplio imperio de negros y blancos.
Casi todas las obras de García Lorca reclaman muy buenos intérpretes y este elenco los tiene. La composición de Verónica Oddó conmueve, ella es la madre tierra, la que pare hijos que son asesinados. Su voz y su cuerpo pasan por quiebres, sutilezas, nada del arte de la actuación le es ajeno. Ese imán que ella ejerce, por energía y puro talento, complejiza el compartir escenario, pero, en este caso, tanto Violeta Zorrila como Camilo Parodi consiguen acompañarla con muy buenos momentos interpretativos, en papeles tan complejos como los que imaginó García Lorca.
Reconoce a Juan Carlos Gené como a su maestro. Y si bien su fuerte es el teatro, su debut se produjo en cine y trabajó en "Ciega a citas", en TV.
A pesar de la juventud, su carrera como actriz ha sido intensa en trabajo y aprendizaje. El teatro ha sido su hábitat natural y desde él ha desplegado los más disímiles géneros y personajes. Participó de los espectáculos Músicos ambulantes -obra de teatro para marionetas- y Stéfano, de Discépolo, pasando por La boda, de Brecht y Sueño de una noche de verano, de Shakespeare, entre otros.
"Tuve la suerte de haberme formado con muy buenos profesores. Incluso estudié y trabajé en Andamio ´90 cuando Alejandra Boero lo dirigía" -cuenta-.
Violeta Zorrilla debutó en cine con Doña Bárbara y en televisión formó parte del elenco de Ciega a citas y Una familia en el tiempo. También incursiona en la producción de cine y televisión. En este momento actúa en Bodas de sangre, bajo la dirección de Juan Carlos Gené.
Comenzó a estudiar actuación a los 12 años, casi de casualidad, asistió a las clases que tomaban sus hermanas mayores y desde entonces no faltó más. "Fui asistente, utilera, apuntadora, doble de luces, hacía lo que fuere con total de estar en ese mundo. Una vez, Juan Carlos Gené dijo que profesión era profesar una fe, y efectivamente eso es para mí ser actriz, es la fe que profeso, lo que me hace feliz, en lo que creo", comenta.
¿Cuál fue tu primer trabajo como actriz?
Estaba haciendo el segundo año en el estudio de Alejandra Boero, cuando me presenté a un casting para una película, a la semana me llaman y me anuncian que había quedado en el papel. Era Doña Bárbara, dirigida por Bety Kaplan, donde yo aparecía muy poco pero hacía de Doña Bárbara joven, así que tenía parte del protagónico. Me acuerdo que se filmó en un pueblo de la provincia de Corrientes, y que la primera toma de mi vida fue con Ulises Dumont. Fue una experiencia muy linda y aprendí muchísimo.
¿Quiénes han sido los maestros que te han marcado de forma especial?
Si tengo que nombrar un maestro ese es Juan Carlos Gené, y si tengo que nombrar una maestra esa es Verónica Oddó (N. de la R., con ellos, más Camilo Parodi comparte la actual obra). Yo estoy cumpliendo un gran sueño con Bodas de sangre ya que cada integrante de esta obra es muy especial para mí: Lorca, es uno de mis autores favoritos y Bodas... es la obra a la que siempre vuelvo. Juan (Gené), es mi maestro, ahora lo tengo a mi lado como director, actor y dramaturgo, y en todo es extraordinario. Es exquisito, profesa lo que enseña y enseña lo que profesa, eso, entre otras cosas lo hace un gran maestro y un gran artista.
A Verónica Oddó la vi hace muchos años en el Teatro San Martín y me impactó de tal manera que dije: "Así quiero ser yo, como esa actriz", tenía una potencia, un talento y una magia única. Y compartir el escenario con Camilo Parodi es un placer, es un actor que es como un volcán, con una creatividad que siempre te sorprende, nunca hace nada de memoria, y vive cada minuto como si fuese el último.
¿Cómo encaras la construcción de tus personajes?
Siempre el proceso de creación es diferente. En Bodas de sangre, por ejemplo, tuvimos el tiempo suficiente para hacer un proceso muy libre. Partimos de diferentes lugares: ejercicios de impulsos, improvisaciones, propuestas de escenas y de personajes. Todo lo que uno sintiese que podía hacer era válido y siempre se capitalizó en función del espectáculo. Es por eso que la obra está llena de momentos muy ricos, no sólo desde el texto sino también desde la danza, desde lo musical o desde los detalles visuales.
¿Cuál es la relación con el director en esta propuesta?
Juan trabaja desde el escenario y para el escenario, constantemente te hace propuestas que despiertan y avivan toda esa mitología que tiene el actor a la hora de jugar.
¿Qué es lo que más te ha gustado de lo hecho hasta hoy?
Sin dudas, Bodas de sangre. Porque hago diferentes personajes, los cambios los realizo en escena con tan sólo darme la vuelta, y paso por situaciones muy distintas entre sí. Es realmente un reto actoral y una fiesta para la "esquizofrenia" de la actriz que soy.
El subtitulo con que se anuncia el espectáculo (Un cuento para cuatro actores), adelanta la reelaboración del gran clásico del siglo XX, Bodas de Sangre, de Federico García Lorca. Los episodios de la obra, se entretejen con los recuerdos y mitos familiares del director y dramaturgo que la versiona, vinculados con la presencia del poeta en Buenos Aires en 1933. Juan Carlos Gené, Verónica Oddó, Violeta Zorrilla y Camilo Parodi son los cuatro actores que integran el elenco. "¿Qué recuerda la memoria? ¿Qué crea? ¿Es cierta la afirmación de Borges de que nuestros recuerdos datan de la última vez que los hemos contado? ¿Cómo se conforman los mitos familiares como verdades, de alguna manera fundacionales? Y, por último, los personajes del teatro que se encarnan en los actores ¿cómo y hasta dónde (y hasta cuándo…) viven en ellos?"
Se trata de un mito familiar, de una ceremonia de olvido y recuerdo. Ingresan ellos cuatro, los actores, de riguroso negro y con luz de sala. Gené nos da las explicaciones del caso y, entonces, todo comienza. [Todo ya ha comenzado, todo comienza de nuevo]. Un cuento para cuatro actores, teatro dentro del teatro, sí, pero de otro modo. Interpelaciones directas a público, cita a Neruda, luego a Federico García Lorca y a Bodas de Sangre, a cierta carta de Lorca a su madre, a la madre del propio Gené, y la guitarra, la música. Cierta función de Bodas en el Teatro Avenida, un mito. Fin de la introducción. El teatro se ha instalado.
Padre y Hermano, la navaja, los matadores. Se trata de una tragedia, una tragedia familiar. La cíclica historia de una casta, de una casa y de un destino. El último intento (en occidente, al menos) de escribir una tragedia. Muertos y matadores. Venganza de la sangre. Memoria frente al olvido. Personajes sin nombre, todos (salvo Leonardo). Cuatro cuerpos que se multiplican y toman todos los personajes necesarios para contar este cuento. Cuento que es puro teatro: pura teatralidad que se respira a ambos lados del espacio escénico. El novio y su madre, la novia y el padre, y Leonardo. La tragedia que ronda, la tragedia que merodea y la boda que será el espacio/tiempo donde las fuerzas del destino harán lo suyo. El jinete furioso, el destino.
Callar y quemarse. Hablar y morir. "Me mojé las manos de sangre y me lamí la mano". El universo de Lorca se materializa frente a nuestros ojos en un teatro absolutamente contemporáneo. Dos bandos, dos familias: la mía y la tuya. Y el bosque, y la noche, y los que huyen y los que persiguen y la luna como testigo, y el romance de la luna hecho cuerpo de varón que sufre. "Con un cuchillito… ¿Quién tiene la culpa? Llora, pero en la puerta. La oscura raíz del grito". La crucifixión moderna, la de Bodas de Sangre, la de Lorca, la de la tragedia, género teatral irremediablemente muerto en un siglo cuya respiración no alcanza para sostenerlo (ni sostenerse a si mísmo).
A la hora de atribuir méritos, tarea ingrata, acaso haya que resaltar la genial idea de Juan Carlos Gené de cruzar su mitología familiar y Bodas de Sangre (cruce que ya había sucedido en la vida, pero que debía hallar su forma en el escenario). Habrá que señalar que el alma de Federico, el duende, sigue revoloteando por los escenarios de Buenos Aires, inspirando a cuatro actores y generando bella poesía y música y haciendo con esas materias el mejor teatro, placer para todos los sentidos y temblor para el alma. Y sobre todo, habrá que señalar un fenómeno extraño: cuando Verónica Oddó pisa un escenario, todos, actores y público, somos mejores que en nuestras soledades; todos nos volvemos súbitamente capaces de acercanos por un rato a cierta comprensión, a cierto dolor, a cierto abismo.
Federico García Lorca en la cartelera porteña Con diversas versiones y textos intervenidos y adaptados de manera muy libremente, son varias las obras del poeta y dramaturgo que se presentan en Buenos Aires. El jueves se cumplieron 74 años de su fusilamiento. El aporte de los directores y un clima de época de su paso por la ciudad en 1933.
Lorca atacado, intervenido, canibalizado, reconstruído, en una situación de reciclamiento permanente de su textura dramática. Una obra intensa que se multiplica en la cartelera porteña. Es una constante que cada temporada evoca un lazo con sus textos.
Pueden mencionarse el testimonio biográfico ficcionalizado como un motivo fundamental en la versión de Bodas de sangre (un juego para cuatro actores) , de Juan Carlos Gené y Verónica Oddó; pasando por la reducción de los materiales al formato unipersonal en la puesta Abre su rosal , de Georgina Rey, inspirado en Yerma . Hay que tener en cuenta, también, el tratamiento humorístico en Carne sola o Doña rosita el soltero , del grupo Carne de Crítica dirigido por Carlos Argento, que ganó el ACE como Mejor espectáculo de Humor de la temporada 2009/2010. En Andamio 90, por otro lado, Mario Petrosini ha indagado en los primeros papeles y dirige la obra inicial de Lorca, la “comedia” El maleficio de la mariposa . Finalmente, la versión en el teatro Arlequino de Bernarda Alba al desnudo , dirigida por Germán Akis y Raúl Baroni, que el año pasado incluso realizó funciones para público nudista.
“Pienso, en mi caso, que la reincidencia en Lorca es una cuestión generacional -explica Gené-. Para todos los que rondan mi edad, que fueron niños o adolescentes durante la Guerra Civil española, Lorca es una bandera de ese asunto. Es cierto, como cuento en el inicio de mi versión de Bodas de sangre , que cuando tenía ocho años me enteré en la casa de mi abuelo de su muerte. Son cosas que a uno lo marcan para siempre. Además, pienso que es difícil encontrar dramaturgos que tengan la potencia trágica de Lorca en el siglo XX. Nunca lo puedo comparar con nada”. Junto a su mujer, la actriz chilena Verónica Oddó y los actores Camilo Parodi y Violeta Zorrilla, Gené indagó en sus recuerdos de infancia para intervenir el texto original. Además, en la puesta despliega todos los personajes a través de sólo cuatro actores. El movimiento de composición se desarrolla en un espacio despojado donde, incluso, se troca el flamenco por el chamamé como danza entre los personajes. Con Verónica Oddó, Gené montó varios trabajos inspirados en la obra poética de Lorca. “Hicimos muchos espectáculos que tuvieron como origen su mirada poética -explica Oddó-. Por ejemplo, Memorial del cordero asesinado , Cuerpos presentes entre los naranjos y la hierba buena , Las delicadas criaturas del aire , que son collages de Federico García Lorca. Con esta versión de Bodas de sangre , es la primera vez que montamos un texto íntegro de teatro suyo”.
Carne de Crítica es un grupo integrado por Francisco Pesqueira y Claudio Pazos que proviene de un taller de Carlos Gandolfo. Funcionan hace nueve años y llegaron a Lorca porque “queríamos hacer un clásico, ya que era nuestro sexto espectáculo -cuenta Pesqueira-. Siempre partimos desde el humor y en este caso decidimos trabajar el tema de la soledad mediante Doña Rosita, la soltera . En ese momento, compartíamos el camarín con las actrices de El calendario y le propusimos a Norma Pons que nos ayudara poniendo la voz en los textos de Lorca. Entonces, decidimos tomar la obra como un fondo sonoro, pero esencialmente en el escenario son dos actores que interpretan varias situaciones de soledad sobre gente que asiste a una función de Doña Rosita...
Aparece un hijo con su padre bipolar, dos ancianas teatreras que critican. Además, incluimos monólogos y canciones. Lo único que variamos en escena son las pelucas, ya que siempre utilizamos el mismo vestuario: un traje negro”.
Mario Petrosini fue convocado por un grupo de actores para dirigir El maleficio de la mariposa . “Es la primera obra de Lorca con la que tuvo un fracaso muy grande -explica el director-. La primera intervención que hicimos fue adaptar todos los personajes a seis actores, el total de integrantes del grupo. Luego sumamos una estructura audiovisual. Es una comedia trágica y algo que trabajamos fue un distanciamiento en relación a los actores y sus personajes, ya que interpretan a bichos: un alacrán, una mariposa. Una de las mayores dificultades es que el texto poético no aleje al espectador. Desde las actuaciones planteamos un trabajo físico”.
El jueves se cumplieron 74 años de su fusilamiento y sus obras son todavía un territorio amplio y por lo visto, gustoso y maleable. El recorte de los espectáculos seleccionados propone reflejar una serie de procedimientos sobre los textos teatrales de Federico García Lorca.
Entre las palabras del cuento, con las que abre el intérprete Juan Carlos Gené, en esta hermosa versión de Bodas de Sangre, aparecen las siguientes: "Un mito, un relato con abundancia de leyenda y abundancia, también, de verdades traspuestas, de esas que fundamentan existencias".
La pieza de Federico García Lorca ha sido resignifcada en la adaptación realizada por Gené "Un cuento para cuatro actores" dónde dos mundos juegan de forma paralela, el de los intérpretes y el de los personajes. Gené como narrador, además de interpretar al personaje del Padre, va hilvanando estos dos mundos con un condimento de su propia niñez, que tiñe de manera sutil los acontecimientos del estreno de la obra en la decada del 30, a la cuál asisten su madre y su tía.Y la muerte de García Lorca brindada por su madre y su tía sin querer, sin que el niño pueda entender.
El mundo de los personajes está interpretado por Verónica Oddó como la madre del novio, Camilo Parodi como el novio y Leonardo, Violeta Zorrilla como la novia y mujer de Leonardo y Juan Carlos Gené como padre de la novia. Los cuerpos de estos actores van tomando las almas de los distintos personajes, y la metamorfosis se cumple mágicamente dejando de lado la anticipación que aparece en el relato del narrador.
Es tan acertado el reparto, que Verónica Oddó y Camilo Parodi parecen haber salido directamente de un obra de Lorca. Sus voces, su textura y su fisico corresponden al colectivo imaginario de las obra del poeta.
La puesta en escena creada por Gené invita a un mundo bello, sencillo e intenso, dónde los elementos vitales conviven. Sillas y mesa de madera, agua y algunas hojas que limitan el espacio dónde se juega, y el espacio dónde los actores son actores. De la misma forma la música, ejecutada con guitarra, cajón y otros instrumentos de percusión, lleva al espectador a un plano de sintesis y profundidad. La danza se hace presente en la boda con un despliegue interno en los interpretes más que un despliegue espacial. Y como ritual, cumple con su misión.
Una representación de Bodas de Sangre que toca el corazón y vuelve a revivir el universo Lorqueano.
En su siempre confiable Diccionario del teatro, Patrice Pavis señala que "el teatro de cámara, al igual que la música de cámara (expresión sobre la cual se ha calcado el término) es una forma de representación y de dramaturgia que limita los medios de expresión escénicos, el número de actores y espectadores, la amplitud de los temas tratados". Aunque esa denominación casi no se usa hoy (quizá porque la mayoría del teatro que se hace en Buenos Aires es limitado e
cuanto a los medios de expresión, al número de actores y espectadores y a la amplitud de los temas) es inmejorable para definir la notable versión de "Bodas de sangre" que se representa los fines de semana en el CELCIT.
Estrenada en marzo de 1933 en Madrid y pocos meses después por Lola Membrives en Buenos Aires, esta tragedia rural de Federico García Lorca es una de las piezas más bellas, profundas y enigmáticas del teatro contemporáneo, aunque su imagen generadora remita más que nada a un drama policial.
Inspirándose en una noticia que leyó en el diario ABC de Madrid, pero apartándose paulatinamente de los datos reales para insuflar vida a los personajes imaginarios, Lorca terminó la obra en 1932. El texto sigue impresionando hoy, en especial por la fluida progresión dramática de la historia que, de golpe, en el tercer acto, vira a la fantasía poética del bosque, con personajes como La Luna y La Muerte mezclados con los pobres mortales.
Reduciendo el extenso reparto original a una partitura para dos actrices y dos actores, la versión toda muestra la sabiduría de Juan Carlos Gené para abarcar el mundo de la obra en un tiempo y un espacio mínimos, condensando personajes, diálogos e información, sin dejar afuera el abanico temático (el amor desencontrado, el honor, la tierra, la sangre, la muerte), como tampoco la atmósfera lorquiana y la potencia de las imágenes, a través de un elocuente sistema de alusiones.
Junto con el propio Gené, quien además de encarnar al Padre y de hacerse cargo de las réplicas de otros personajes, hace de sí mismo (algo que el actor director, autor y maestro ya había probado en su obra "Todo verde y un árbol lila") y con la actriz chilena Verónica Oddó -tanto en un caso como en otro estamos frente a dos intérpretes formidables-, los jóvenes Violeta Zorrilla y Camilo Parodi están a la altura de las circunstancias, con dos trabajos de primer nivel, exigentes, sin concesiones. En esos cuatro cuerpos interrelacionados, en la música y los demás sonidos que envuelven la acción, estriba la rica complejidad de Bodas...
Las obras teatrales de Federico García Lorca (algo similar sucede con el ruso Antón Chéjov) revelan en su aparente sencillez exterior densos mundos dramáticos. El paso del tiempo -que suele hacer estragos en la dramaturgia- no ha hecho más que seguir cargando de significado a obras como Bodas..., Yerma, La casa de Bernarda Alba o Mariana Pineda.
"Con el teatro de cámara –dice también Pavis- ocurre lo mismo que con la música: hay que restituir la polifonía de los diálogos y de los temas, las disonancias, la tonalidad específica de cada instrumento: un trabajo minucioso de marquetería dramatúrgica y de composición encabalgada de voces". Emotivo e inteligente, este "cuento para cuatro actores" muestra con claridad que no es lo mismo que un gran texto sirva de "detonante" que hacer una versión en profundidad de una obra mayor del teatro universal.
Juan Carlos Gené dirige y actúa en esta notable versión personal de la obra de Federico García Lorca
Nuestra opinión: excelente
La fatalidad juega a dos bandas: es el impulso irresistible que lleva a Leonardo y la Novia a unirse, más allá de cualquier convención social y de toda razón, y es la querella antigua entre dos familias enemigas, sembradoras de muertos en uno y otro bando. Inútil querer oponerse al destino incomprensible o pretender modificarlo: lo que ha de ser, será. "La tragedia es irreparable", enseña George Steiner en su admirable La muerte de la tragedia , y añade: "El teatro trágico es una expresión de la fase prerracional en la historia; se basa en el supuesto de que hay en la naturaleza y en la psique fuerzas incontrolables y ocultas, capaces de enloquecer o destruir a la mente". Bodas de sangre -estrenada en Madrid en 1933 por Josefina Díaz y en Buenos Aires, en ese mismo año, por Lola Membrives en el Maipo- es, en ese sentido, la última de las grandes tragedias del teatro occidental, en el nivel de los griegos, los franceses del siglo XVII o Rey Lear.
Es precisamente la ocasión del estreno porteño de Bodas de sangre la que da pretexto a Juan Carlos Gené para ofrecer esta notable versión personal de "un cuento para cuatro actores". Los cuatro se multiplican en varios personajes, conservando la titularidad de los principales -la Madre, la Novia, el Novio y Leonardo-, y la acción condensa el texto original, sin pérdida de su belleza poética ni de su vigor expresivo. Mientras tanto, Gené comenta la repercusión que tuvo aquí, en su familia porteña, la doble tragedia (la obra de teatro en sí y el asesinato de su autor, al comienzo de la Guerra Civil Española, en 1936, por obra de los franquistas), y este curioso y muy logrado recurso duplica también los atractivos del espectáculo.
En el marco austero proporcionado por el diseño escenográfico de Di Pasquo (tiene la rara virtud de sugerir, además de un interior sofocante, un afuera desértico, llagado por la sed y el polvo), los cuatro actores asumen con éxito la formidable tarea de desdoblarse en estas criaturas arrastradas por una antigua Fatalidad que no perdona, y en otras: algunas simbólicas, como la Luna, la del famoso romance, audazmente confiado en esta versión a un actor. También en la música hay transgresiones: en la fiesta de bodas los novios bailan un chamamé que no desentona en absoluto con la arcaica atmósfera campesina. Renovadas, estas Bodas aúnan la grandeza de un clásico con una bienvenida originalidad.
García Lorca revive contado por Gené
"Uno no termina de saber lo que la memoria recuerda o inventa", confía Juan Carlos Gené al público. Sin transición, regresa a la arquitectura de "Bodas de sangre, un cuento para cuatro actores", su referencial directo al poema hecho teatro por Federico García Lorca. La dramaturgia de Gené está rozada por evocaciones emotivas de su infancia; el erotismo incierto del crujir de una enagua familiar. Sobre esta falsa o verdadera evocación, el teatrista reteje la lorquiana esencia lírica y trágica del amor imposible; ideas hechas palabras de sonora visualidad y estremecedora belleza. Por ahí cruza, adelantada, la muerte del poeta amado, posterior a aquel paso por la Buenos Aires de 1933. La dramaturgia de escena cambia sustancia, una y otra vez, y llega sin violencia de la supuesta realidad social al lirismo simbólico, surrealista de la escena de la huída y persecución bajo la luna y con la luna en clave de "real-maravilloso", donde todo puede ser y nada es imposible. Otros personajes del mundo de Gené hacen coro, asoman a la cuadratura del triángulo pasional que forman la novia, el novio y el amante, vigilados por la madre. Y Leonardo puede erigirse en el opuesto entre la autoridad racional versus la libertad del instinto. Excelentes todos los orgánicos intérpretes, sus desdoblamientos en varios roles, en los que la palabra prevalece, vive su hondo dramatismo sin énfasis innecesarios ni grandilocuencias vanas. En la bella construcción narrativa de deseo y lealtad, de sangre y muerte, Gené produce el atractivo múltiple tránsito del relato al "teatro dentro del teatro", al poema dentro del drama real (legitimado por la vieja crónica policial que diera génesis a la obra). Ahí está todo "Bodas de sangre", dicho del mismo modo de Lorca, pero también de otro, equivalente. El colorismo granadino se vuelve, sin violencia, vibraciones similares de Latinoamérica (aires locales; guitarra hispana por igual que acordeón chamamecero; resonadores, sugestión de caja peruana). Confirmación, al cabo, de que un texto teatral no es uno sino tantos como quienes lo toman y traducen a sus propios términos y verdad.
Bodas de sangre, un cuento para cuatro actores es la bella propuesta sobre el clásico de Federico García Lorca, con dramaturgia y dirección de Juan Carlos Gené que se presenta en el CELCIT. Un nuevo entretejido de los episodios de amor, locura y muerte.
Con licencias que le dan mayor potencia al texto y con interpretaciones de gran entrega la puesta de Juan Carlos Gené logra en escena que se exprese la magia encerrada en la poética del gran clásico. Son fragmentos entrelazados, una reescritura de "Bodas de Sangre" que conmueve y arroja al aire de la escena una belleza conmovedora.
El subtitulo con el cual se anuncia el espectáculo, Un cuento para cuatro actores, adelanta, de alguna manera, la forma de esta elaboración del gran clásico del siglo XX: los episodios de la obra se entretejen con los recuerdos y los mitos familiares del director y dramaturgo que la versiona, vinculados éstos con la presencia del poeta en Buenos Aires en 1933.
La calma, la calidez de la voz y el tiempo que se toma Gené para relatar las escenas que se suceden abren el alma del espectador para recibir la fuerza y densidad de la poesía con la que escribió Federico García Lorca.
¿Qué recuerda la memoria? ¿Qué crea? ¿Es cierta la afirmación de Borges de que nuestros recuerdos datan de la última vez que los hemos contado? ¿Cómo se conforman los mitos familiares como verdades, de alguna manera fundacionales? Y, por último, los personajes del teatro que se encarnan en los actores ¿Cómo y hasta dónde (y cuándo...) viven en ellos?
"A partir de improvisaciones, de trabajos privados surgió la idea de un relato, un cuento. Y es donde entraron a resonar recuerdos y mitos familiares míos que vinieron desde la infancia. Mi madre siempre recordaba cuando Lorca estuvo en Buenos Aires, en el año 33, y hablaba mucho de la seducción de sus ojos. A los pocos años, mi abuelo comentó que habían asesinado a ese poeta que había estado entre nosotros. Acá no hubo beligerancia pero, entre los españoles, en ese tiempo, hubo tomas de posición muy intensas. Mi casa era una casa librepensadora, republicana, y conmocionó mucho la muerte de ese hombre que a mi madre había impresionado tanto”, comenta Juan Carlos Gené.
Juan Carlos Gené es el responsable de "Bodas de sangre (Un cuento para cuatro actores)", una interesante versión del drama de Federico García Lorca que con Verónica Oddó, Violeta Zorrilla y Camilo Parodi, se ofrece en la sala del CELCIT.
Relato de una experiencia infantil de Gené, cuya madre y tía quedaron fascinadas al conocer al granadino en persona allá por 1933, durante su estadía porteña, sirve para que el mismo actor y director incluya sus vivencias personales sobre un autor que frecuenta desde hace años.
El asunto tiene su atractivo, porque el actor-director hace llevadera su emotiva narración sin que interfiera sobre la acción dramática, vertida con soltura y sensibilidad y con un elenco recortado aunque eficaz.
Oddó asume con energía -y por momentos grandeza- el codiciado rol de la Madre, esa mujer anclada en un dolor particular que tiene mucho de atávico al mismo tiempo, con el prematuro asesinato de su esposo y luego un hijo y la premonición de que lo mismo sucederá con el que le queda.
El muchacho, cuyo personaje es El Novio (Camilo Parodi), está a punto de casarse por amor con una chica de la aldea, La Novia (Violeta Zorrilla), enlace que los mayores observan como una provechosa unión de propiedades, aunque todo eso caerá en el olvido cuando la tragedia se precipite.
El pasado volverá en la pasión que dormía en La Novia y en Leonardo Félix, miembro de la familia asesina y único personaje con nombre propio, para cumplir con el sino trágico que se anuncia desde el título.
Para ello, Oddó también es la suegra de Leonardo, Zorrilla es su mujer y el propio Gené interpreta a su padre, aunque esos cambios de personajes no atentan contra la intimidad e intensidad de lo que se cuenta en esos maravillosos parlamentos en verso que dejó el granadino.
El juego de Gené no modifica esencialmente el drama, sino que va introduciendo la memoria personal en la que otros personajes que sólo están en él -su madre y su tía, Lorca- cobran una vida inesperada para el espectador y aportan su propia pintura de época.
Así, a través de una familia argentina de los años 30 se revive en escena una serie de situaciones no menos afectivas y aun dolorosas, como la revelación del asesinato del poeta escuchada de rebote por el Gené niño.
Ese relato no es la única licencia -hay un atisbo de chamamé en un baile de la pareja casadera- en un transcurso en el que los intérpretes, sin desmedro de sus parlamentos, hacen sonar distintos instrumentos musicales.
Zorrilla aporta una gran cuota de sensualidad, tanto en La Novia como en la esposa de Leonardo, siempre de andar felino y pies descalzos, y aun en ese otro personaje -La Muerte- que Lorca ordena no incluir en el reparto.
"Bodas de sangre" se ofrece en la sala del CELCIT (Moreno 431) los sábados a las 21 y los domingos a las 19.
Juan Carlos Gené, Verónica Oddó y Bodas de sangre, un cuento para cuatro actores.
El actor, director y dramaturgo, junto a la actriz y coreógrafa, dan cuenta de un Lorca fiel a su esencia, pero permeable a una suerte de síntesis de la memoria. Y destacan: “Lorca es el gran dramaturgo que toma la cultura popular y la eleva a alturas inigualables”.
“Tenía yo cinco años: no recuerdo nada de eso. Es un mito familiar. Un mito. Un relato con abundancia de leyenda y de verdades transpuestas que fundamentan existencias.” El actor, director, dramaturgo y docente Juan Carlos Gené ingresa a Bodas de sangre, de Federico García Lorca, desde sus recuerdos de infancia, “confusos”, admite. En su dramaturgia, adosa un subtítulo: Bodas de sangre. Un cuento para cuatro actores. El estreno se produjo en el Celcit, y es –a su manera– rescate de la memoria de un niño desconcertado ante la violencia ejercida sobre un ser que se le antojaba cercano. La versión de Gené apunta a lo esencial de Bodas..., drama representado en los teatros del mundo, como otras creaciones del poeta asesinado en la madrugada del 19 al 20 de agosto de 1936, en Viznar (Granada), poco después del levantamiento del 17 de julio, liderado por el general Francisco Franco. Fecha en que otro militar, Gonzalo Queipo del Llano, se hacía eco de la arenga del general Millán Astray: “¡Abajo la inteligencia! ¡Viva la muerte!”.
Bodas... le fue inspirada a García Lorca por un suceso que tuvo lugar el 24 de julio de 1928, en Níjar (Almería): la historia de la joven Francisca Cañada Morales (Paca, la coja), quien el día de la boda huyó con un primo hermano del cual estaba enamorada. Este personaje es “la Novia”, en Lorca y en la puesta de Gené, quien a su vez abrevia secuencias del original, cuidando de no restar potencia al texto. En diálogo con Página/12, junto a la actriz, directora y coreógrafa chilena Verónica Oddó, Gené señala recortes en “el cuadro que corresponde al casamiento, que es coral y con muchísima gente, y en algunos intermedios poéticos, que son lindos –dice–, como la nana del caballo negro, presagio de muerte, pero, por lo demás, la obra está entera”. La versión mantiene un ritmo interesante, ágil, más allá de los reparos de Gené respecto de su evocación: “Soy muy desconfiado de la memoria, y recomiendo a todo el mundo que lo sea”.
–¿Se refiere a una memoria desdibujada o al recuerdo que otro desmiente?
Juan Carlos Gené: –Uno inventa, aun cuando crea que está diciendo la verdad. En los encuentros con uno de mis hermanos hablábamos de nuestra casa de la infancia y comprobábamos que no habíamos visto lo mismo. ¿Quién mentía, o quién tenía razón? Nos asombrábamos de las diferencias. En relación con García Lorca, hubo cuestiones muy decisivas para mí. Empieza por ser cierto que al enterarme de su asesinato, me sobresalté. Lo supe por las conversaciones de mis tías en la casa de mi abuelo. Lorca había estado en Buenos Aires en 1933, y mi familia hablaba de esa visita. En mi cabeza infantil estaba el asesinato de la historia sagrada, el de Abel por Caín, pero eso era para mí una leyenda. No imaginaba asesinos en la vida real.
–¿Era muy niño entonces?
J. C. G.: –Tenía cinco años cuando desembarcó Lorca, y ocho cuando lo mataron. Las cuestiones relativas a su visita no las recuerdo, pero constituían un mito familiar. Mi generación está muy signada por la Guerra Civil Española, que comenzó en el ’36 y terminó en el ’39. En un hogar de ascendencia catalana como el mío, tuvo una presencia absoluta. Salvo los enfrentamientos bélicos, todo lo demás parecía que sucedía acá. De modo que en mi versión estoy refiriéndome a un mito, a cuestiones legendarias y otras que desconozco en su alcance y verdad, pero sé que mi existencia se fundamenta con lo sucedido en aquellos años de la infancia.
–¿Cuando la última gran inmigración era un fenómeno reciente?
J. C. G.: –Eran los años de la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. Mi familia era radical yrigoyenista y muy librepensadora, por lo tanto se tomaba partido por lo que sucedía. Ahora bien, los límites entre el recuerdo, los relatos familiares y mis invenciones no son exactos. Borges decía que nuestros recuerdos datan de la última vez que los hemos contado.
Verónica Oddó: –Una hace síntesis de la memoria. Lo que ha quedado de Lorca en nuestra memoria son tres o cuatro imágenes que “aluden a Lorca”. Son indirectas, y una las resume como si hubiera tenido una única ocasión de recordar.
J. C. G.: –Verónica tiene la foto de un tío, fallecido cuando era chiquita, una imagen que para ella era la de Lorca.
V. O.: –No sé cómo lo mezclé, pero ahí está todavía la foto de mi tío en la casa de mi padre, en Chile, que ahora es mi casa. Quizá lo asocié porque también murió muy joven y de una manera espantosa. Además, se le parece. Mucho de lo que supe de Lorca fue “heredado” de un par de señoras amiguísimas de mi abuela que en 1939 llegaron a Chile como refugiadas, en el Winnipeg, un barco bastante viejo cargado de españoles que habían cruzado la frontera y se hallaban en Francia, muchos de ellos hacinados en unos campos. Estaban desesperados. El poeta Pablo Neruda –que había sido cónsul de Chile en España– realizó gestiones para que se aceptara el traslado. Algunos de esos refugiados fueron alojados en la casa de mi familia. En mi imaginario, Lorca era el tío ausente de la foto, y además poeta, como mi abuelo materno.
–¿Cómo les impactó saber que fue fusilado?
V. O.: –No podíamos imaginarlo, porque eso era como matar a un ser alado, fusilar a una mariposa.
J. C. G.: –Entonces no se hablaba todavía de fusilamiento. No se sabía cómo había sido, ni siquiera había una aceptación oficial de la noticia: el bando franquista decía que era mentira. Mi padre y mi abuelo eran argentinos, y mi bisabuelo catalán. En mi casa se hablaba catalán. Mi padre fue dos veces presidente del Centre Catalá, que en 1941 se fusionó con el Casal de Catalunya. Uno entraba al edificio de Chacabuco al 800 y lo primero que encontraba era el busto de Lluis Companys, el presidente de la Generalitat de Catalunya fusilado en 1940 por el régimen franquista. Todo eso estaba en la historia de mi familia.
–¿La intención es fundir experiencias?
J. C. G.: –Por ahí cuento un episodio de confusión que viví al enterarme de qué cosas pasaron durante la Guerra Civil. Cuando finalizó, empezaron a desembarcar los refugiados. En 1940 llegaron exiliados el poeta Rafael Alberti y su mujer, la escritora María Teresa León. Ellos hacían un programa por Radio Argentina, Por los caminos de España; y ahí empecé a escuchar conscientemente los poemas de ese señor Lorca.
–Poemas que rescataron para el teatro...
V. O.: –Con Verónica presentamos varios espectáculos sobre Lorca: Cuerpo presente entre los naranjos y la hierbabuena; Memorial del cordero asesinado; Las delicadas criaturas del aire; Yo tenía un mar; Aquel mar es mi mar y ahora Bodas... Antes trabajamos sobre fragmentos de textos y poemas. Esta es la primera vez que lo hacemos sobre una obra.
J. C. G.: –Hay otra razón por la cual relaciono a Bodas... con mis recuerdos. Se debe a que los dos actores jóvenes que nos acompañan, Camilo Parodi y Violeta Zorrilla, empezaron a hacer unos trabajos sobre Lorca, muy atractivos. Hace años que se entrenan con nosotros. Los conocemos desde muy chicos. Con el tiempo, esos trabajos crecieron, y ahí surgió la idea de esta obra. También por el deseo de que Verónica regresara como actriz con un clásico, con un papel para su temperamento y condición.
V. O.: –Camilo y Violeta hallaron una forma diferente, profundamente motivadora. Sin ellos tal vez esto no se hubiese dado, o se hubiera dado otra cosa.
J. C. G.: –La otra razón por la cual dije “esto es lo que queremos presentar” fue el sedimento que lleva uno respecto de Lorca, y no sólo por cuestiones sentimentales y por cómo uno se ha ido formando en relación con ciertos valores, sino porque creo que no hay ningún autor moderno español –desde el Renacimiento para acá– que tenga un sentido de lo clásico más cercano a la tragedia clásica. Y todavía más: pienso que es difícil hallar un autor de teatro europeo con igual fuerza trágica, reveladora hasta su asesinato. Aun los más grandes de entonces están en otro campo. Lorca es el gran dramaturgo que toma la cultura popular y la eleva a alturas inigualables.
–¿Diría que transmitió sin miedo “pasiones elementales”?
V. O.: –Justamente, creo que le cobraron su arrojo; ese coraje que expresó entre múltiples dones, como el dibujo y la música. Cuando tocaba el piano hacía bailar hasta un ministro. Poseía una vitalidad increíble. En su viaje por América del Sur estuvo en Buenos Aires y asistió a las representaciones de La zapatera prodigiosa y Bodas..., por la compañía de Lola Membrives. De esa época es Yerma, estrenada en 1934 por Margarita Xirgu, en Madrid. Había que tener coraje... Sus textos me recuerdan aspectos de las historias de nuestros países: la violencia, las divisiones en una misma familia... ¿Cómo íbamos a imaginar los chilenos que en un paisito como el nuestro, que por su geografía parece que se está cayendo al mar, se produjera tanta violencia interior?
J. C. G.: –Hay una diferencia. Nosotros vivimos una dictadura y España, una guerra civil. En una guerra civil el ejército se divide. En España hubo una guerra, con una resistencia muy fuerte, es cierto, y una matanza.
–¿Cómo fue la experiencia respecto del lenguaje?
J. C. G.: –Los rioplatenses tenemos grandes contradicciones con el idioma, en parte por las diferentes corrientes inmigratorias. De modo que abordar un texto de Lorca, con todo su vuelo poético, es un reto, un trabajo técnico que debemos manejar sin perder la esencia.
V. O.: –Ese reto es “decir” el texto como si fuera propio.
–¿Qué significa actuar nuevamente juntos?
V. O.: –Para mí, ser feliz, porque durante mucho tiempo esto no era concebible. Pasé años muy duros con mi enfermedad de laringe, y regresar ahora con una obra de García Lorca, y con Juan en el escenario, es muy emocionante. En Chile sigo dando clases en una escuela de teatro de Santiago y he presentado algunas obras con apoyo del Fondo Nacional para el Desarrollo de las Artes, hoy, la única manera de hacer en mi país el teatro que una quiere.
* Bodas de sangre. Un cuento para cuatro actores. Dramaturgia de Juan Carlos Gené sobre Bodas de sangre, de Federico García Lorca (1898-1936). Actúan Verónica Oddó, Juan Carlos Gené, Violeta Zorrilla y Camilo Parodi. Escenografía y vestuario: Carlos Di Pasquo. Dirección de Juan Carlos Gené. En Celcit, Moreno 431, los sábados a las 21 y domingos a las 19. Entrada: 40 pesos. Estudiantes y jubilados, 25 pesos. Reservas: 4342-1026.
“Bodas de sangre (un cuento para cuatro actores)". Conmovedor tejido teatral.
Singular entramado. Juan Carlos Gené conjuga la obra del poeta granadino con su historia personal en su versión de “Bodas de sangre”.
Asiduo visitante de la poética de Federico García Lorca, Juan Carlos Gené versionó en Bodas de sangre (un cuento para cuatro actores) por primera vez, prácticamente íntegra, un texto destinado para teatro por el poeta granadino. Con licencias, claro, logró en escena un entramado de singular potencia solventado con fragmentos de su historia personal.
A partir de las entradas y salidas de la tragedia en verso mediante un personaje bisagra, procedimiento basal del espectáculo, una puerta resulta clave: el recuerdo del director cuando tenía cinco años, en 1933, que reconstruye la visita de su madre junto a su tía a una función de Bodas de sangre, en el Teatro Avenida.
Este hecho, donde Gené oyó por primera vez hablar de Lorca y en cierto modo del teatro como acontecimiento, dispone la escena como territorio lúdico y vivencial. En ella cuatro actores -además de Gené, Verónica Oddó, Violeta Zorrilla y Camilo Parodi- dan forma con pinceladas esenciales al destino de dos amantes entrecruzados por la muerte.
Los intérpretes alternan todos los personajes de la obra de Lorca, abren y cierran las escenas; citan las didascalias, ejecutan instrumentos musicales y manipulan los objetos de un espacio con dos frentes de acción delimitado por hojas secas.
Allí la escenografía -diseñada al igual que el vestuario por Carlos Di Pasquo- condensa desde lo mínimo tanto la alegoría de Lorca cincelada en la belleza de su lenguaje, como los recuerdos de Gené sobre sus mitos familiares: “ Esos que condicionan existencias ”, dice al comienzo del espectáculo.
Esta reescritura de Bodas de sangre es un conmovedor tejido teatral que recrea en escena la sabiduría de un artificio anudado a la memoria.
El fuego sagrado. Estrenan una adaptación de Lorca, con Violeta Zorrilla y Camilo Parodi.
Entre las escenas de Bodas de sangre (un juego para cuatro actores) se entrecruza la voz de un personaje que reproduce la memoria de un niño. El pequeño, con poco más de ocho años, entre otras cosas, escucha que un poeta fue fusilado y percibe el dolor que el acontecimiento provoca en su familia. Ese niño es Juan Carlos Gené y el recuerdo tiene lugar en la casa de su abuelo. La versión del texto de Lorca que vuelve a convocar a la escena a Gené, quien además de actuar tiene a cargo la dirección y la dramaturgia, marca otro suceso: la vuelta a la actuación de su compañera, la actriz chilena Verónica Oddó. Juntos decidieron plegarse al trabajo generado por sus alumnos Violeta Zorrilla y Camilo Parodi, quienes montaron el texto de Lorca con una potencia que provocó llevar el proyecto a una instancia superior a la del ejercicio teatral.
“Verónica y yo -dice Gené- tenemos una vieja relación con Lorca. Juntos hicimos muchas obras que tuvieron como origen textos suyos, desde Memorial del cordero asesinado , pasando por Cuerpos presentes entre los naranjos y la hierba buena . Esta es la primera vez que trabajamos sobre una obra para teatro, antes fueron collages de sus versos. Camilo y Violeta, que hace años entrenan con nosotros, comenzaron a presentar trabajos sobre Bodas de sangre .
¿De qué manera se originó la idea de entrecruzar en el espectáculo sus recuerdos familiares?
Gené : Hacía falta un relato para unir todas las escenas porque teníamos sólo cuatro actores y Lorca pide dos tríos. Y se me ocurrió vincular el texto con los mitos familiares que fundamentan existencias. Como la memoria siempre inventa recuerdos, y uno no sabe bien dónde termina lo real y dónde comienza lo fántastico, quise jugar con esa idea. Hubo cuatro o cinco versiones del texto. Una de las dificultades fue evitar que mi historia tenga demasiado protagonismo frente a la obra de Lorca. Por suerte tuvimos mucho tiempo para elaborar este planteo en los ensayos.
Oddó : Trabajamos lo que va de este año y parte del anterior. Partimos con varias cosas ya propuestas por Camilo y Violeta en sus ejercicios que no queríamos perder en el montaje final.
¿Qué los incentiva a volver tantas veces a Lorca?
Gené : En mi caso es una cuestión generacional. Para todos los que rondan mi edad, los que fuimos niños o adolescentes durante la Guerra Civil Española, es una bandera. Además, pienso que es difícil encontrar dramaturgos que tengan la potencia trágica de Federico García Lorca en el siglo XX.
Oddó : En mi caso no hay una cuestión generacional, soy bastante menos vieja que Juan (ríe). Nací en el ‘43 y en mi casa la presencia de Lorca era muy fuerte. Siempre lo asocié al barco que trajo Neruda con exiliados de la guerra civil a Chile. Algunos de ellos vivieron en mi casa. Lorca fue siempre un personaje cercano para mí.
Ustedes además de actuar juntos son pareja. ¿Cómo conciliaron su historia personal con el trabajo?
Oddó : Nos conocimos en Caracas en carácter de exiliados. Entré al taller de actuación de Juan en el Grupo Actoral 80. Yo venía de la danza y la pantomima. Luego volvimos a Buenos Aires y en 2001 hice el experimento de pasar un tiempo del año en Argentina y otro en Chile. La última vez que trabajé como actriz aquí fue hace diez años. Ahora volvemos a estar juntos no sólo en la docencia sino en el escenario.
Gené : Nos conocimos fuera de Argentina y creamos una patria común en el escenario. Hay un hecho profesional que me impactó. Y es que vi en ella una clave de algo que buscaba y giraba alrededor de la pregunta de cómo se transita del entrenamiento a la interpretación. A partir de ahí nos complementamos muy bien. Mi manera de enfocar lo teatral y la formación cambió desde el momento en que empecé a trabajar con Verónica.
Bodas de sangre, en el CELCIT. El actor y director estrena esta noche una nueva versión de este clásico de la dramaturgia española.
"Uno no termina de saber lo que la memoria recuerda o lo que la memoria inventa", dice el actor, dramaturgo y director Juan Carlos Gené, después de repasar algunos hechos muy significativos de su niñez, y que están íntimamente ligados con Federico García Lorca.
Es que, a partir de que decidió llevar a escena Bodas de sangre , en una versión que lo tiene como autor; después de definir que él mismo estaría en la escena "contando el cuento y encarnando el rol del padre de Leonardo", el texto del poeta español y su vida personal parecen haber encontrado un ida y vuelta que lo ha terminado conmoviendo de tal manera que hoy, sentado en una mesa de café, sus ojos se iluminan cuando aproxima recuerdos de infancia en los que su familia española pareciera haberle marcado un camino muy certero y definitivamente poético.
Esta versión de Bodas de sangre , que estrena esta noche en el CELCIT con un elenco que completan Verónica Oddó, Violeta Zorrilla y Camilo Parodi, tiene un germen particular. Zorrilla y Parodi, en clases de entrenamiento con el maestro Gené, comenzaron a trabajar escenas de la pieza. La experiencia fue muy intensa y obligó a la construcción de una propuesta mayor. Verónica Oddó tenía necesidad de regresar a trabajar a Buenos Aires (en los últimos años estuvo muy afincada en Chile) y así se completó el marco para que el espectáculo tomara cuerpo.
"A partir de improvisaciones, de trabajos privados - cuenta el creador- surgió la idea de un relato, un cuento. Y es donde entraron a resonar recuerdos y mitos familiares míos que vinieron desde la infancia. Mi madre siempre recordaba cuando Lorca estuvo en Buenos Aires, en el año 33, y hablaba mucho de la seducción de sus ojos. A los pocos años, mi abuelo comentó que habían asesinado a ese poeta que había estado entre nosotros. Acá no hubo beligerancia pero, entre los españoles, en ese tiempo, hubo tomas de posición muy intensas. Mi casa era una casa librepensadora, republicana, y conmocionó mucho la muerte de ese hombre que a mi madre había impresionado tanto."
Esta relación "tan raigal", como él la llama, con García Lorca, se proyectó en varios espectáculos que Juan Gené creó a partir de la década de 1980. Aclara que nunca puso una pieza de Lorca de manera integral. Prefirió jugar apasionadamente con acontecimientos de su vida, con sus textos, y lo hizo en experiencias como El memorial del cordero asesinado , Cuerpos presentes entre los naranjos y la hierba buena , Yo tenía un mar , Aquel mar es mi mar y, junto a un grupo de jóvenes que integraban lo que se denominó Comedia Juvenil, en los años 90, llevó a escena en el Teatro San Martín, tres piezas breves del escritor español: El paseo de Buster Keaton , Químera y La doncella, el estudiante y el marinero .
"El mundo de Lorca es como si fuera mi propia naturaleza -comenta hoy Gené-. Es una cosa muy difícil de explicar. Sobre todo cuando el teatro de Lorca plantea, en su época, una violencia, una fuerza, una revelación. Creo que muy pocos dramaturgos de su tiempo tuvieron su fuerza conmovedora. Y, además, hasta tiene un modo muy particular de exponer lo humano con la textura de lo español."
PARA AGENDARcon Gabriela Bianco
4 de septiembre al 9 de octubre
Miércoles de 19 a 21
con Javier Swedzky
1º de agosto al 30 de noviembre
Jueves de 19 a 21
con Hernán Gené (España)
Sábado 20 de enero
15 h (hora Argentina)
con Debora Astrosky
Sábado 24 de febrero
19 h (hora Argentina)