Esta obra nació del recuerdo de autora y directora por sus abuelas. Mujeres del campo, fuertes, que se hacían cargo de la genealogía familiar habida y por haber. A veces pensamos que el feminismo es un logro de los últimos cincuenta o cien años, sin embargo, había modos de acción femeninos que permitían a determinadas mujeres salir adelante solidarizadas entre ellas. En un mundo donde el varón es rey y las mujeres servidumbre, ellas debían encontrar el subterfugio para sobrevivir en la eterna dicotomía masculina de la presencia y la ausencia. La presencia del hombre era como la luz del faro que dura apenas un instante; luego seguían a esa luz los infinitos doce segundos de oscuridad. "El fruto" habla de aquellas mujeres capaces de ver y obrar en esos doce segundos de oscuridad.
Patricia Suárez.
Ante la emergencia que el CELCIT está atravesando con su sede, agradecemos a Raúl Serrano y su equipo del Teatro del Artefacto por recibir generosa y solidariamente este espectáculo.
-
“El Fruto”: Esas mujeres
Diego Braude. imaginacionatrapada.com.ar. 31/08/2007
Un hombre. Dos hombres. Los hombres. Presentes. Ausentes. En escena.
Un espacio. Dos espacios. Los espacios.
Una mujer. Dos mujeres. Las mujeres. Jóvenes, con la historia hacia delante. Ya entradas en años, con la historia en forma de pasado.
Un relato. Varios. El mismo. Distinto.
Dos amigas. Un secreto compartido. Sospechas de una hacia la otra, alimentadas por el deseo por un mismo varón. Que la otra se lo robó, que ahora está embarazada. Que lo quiero. Que lo quiere. Que no te conviene. Que ella es una fácil.
Sueños. De amor. De éxito. De ser otra.
Las jóvenes, con cuerpos distintos. Una blanca y larga, quiere ser cantante, irse a la ciudad. La otra, morocha, más pequeña, está con su madre, la costurera del pueblo, pero también la que se ocupa de los abortos, la que “ayuda”. Está sola, salvo por su hija y su hermana, que periódicamente la visita. La hermana es más alta, rubia, posee una sexualidad que Petrona niega para sí misma y para su hija. En su deseo de protegerse y protegerla del dolor que provoca el abandono de los hombres, se ha inmolado a ella misma; sólo existe para trabajar, cocinar y educar a su manera a su hija. Es que la sangre de las otras mujeres es metonímicamente otra sangre ligada a su propio pasado, un pasado que la liga a Felisa no sólo como hermana. Rita y Bertina reproducen en el presente de forma similar esa historia, pero así como son de parecidas son de distintas. Pero la sangre es también lo que parece unir a todas estas mujeres, como un hilo que las reune más allá de sus diferencias.
Como el barquero le explica a Siddharta en el libro de Hesse, por más que Petrona insista, no puede evitar que su hija viva. Vivir es energía, es el impulso para volar, pero también aquel del porrazo contra el piso. Para estas mujeres, más aun en un mundo donde manda lo masculino. Y el conflicto central de “El Fruto” no es si Bertina está embarazada de aquel o aquel hombre, si traicionó a Rita o si esta se quedará con su enamorado. Ni siquiera es sobre el camino transitado por Petrona y Felisa.
El tiempo del relato de “El Fruto” es el de la retención. Es como el elástico de una gomera, que se tensa. Como todo elástico, busca que se lo suelte.
Momentos que se suman a momentos. Cuadros sobre cuadros. Algunos pequeños, otros más “grandes”. Instancias atravesadas por códigos, donde las palabras dicen tanto como ocultan y los silencios expresan tanto como callan.
Petrona y Felisa, dos caras de la misma moneda. Resistir. Vivir. Pero Petrona permanece en la supervivencia. Dos maneras de mirar el mismo mundo. Felisa camina erguida y segura, Petrona encogida y encorvada (como protegiéndose permanentemente de algún golpe por venir) - aunque cada tanto levanta desafiante la cabeza, porque a ella nadie le quiebra la espalda -. Eventualmente, de todas maneras, el elástico de la gomera se suelta…
Un llanto suave. Y entonces, silencio, segundos que pasan, el momento, y dos cuerpos se encuentran, la caricia finalmente llega, el entendimiento sin la necesidad de palabras que lo explican, la resistencia toma la forma de “la vida sigue, uno se levanta”.
-
Historias mínimas y sensibles
Pablo Gorlero. La Nación. 12/08/2007
El fruto , de Patricia Suárez. Dirigida por Corina Fiorillo. Con Anabella Valencia, Raquel Albéniz, María Forni y Stella Brandolín. Luces: Carlos Ianni. Escenografía y vestuario: Solange Krasinsky. Asistente de dirección: Marcelo Albarracín. En el Teatro del Artefacto, Sarandí 760. Viernes, a las 21. Duración: 75 minutos.
Nuestra opinión: buena
Al finalizar la función de estreno, muy emocionada, la directora Corina Fiorillo dijo que ésta era una obra especial porque justo se cumplía un aniversario del fallecimiento de su abuela. Y ahí cerraba todo. El fruto es una obra extremadamente sensible que nació del recuerdo de ella y la autora Patricia Suárez por sus abuelas. La pieza no tiene una gran historia, pero, en cambio, sí es una gran estampa. El fruto es una postal con vida, un documento de la vida que llevaban aquellas madrazas de campo de los años 40. Allí está Petrona, la modista de un pueblito del interior que, además, atiende a las mujeres que no quieren dar a luz. Vive con Rita, su hija, enamorada profundamente del muchacho lindo del pueblo. Esa relación y ese asunto se suman a dos subtramas anudadas a través de otros dos personajes femeninos.
El conflicto es liviano y leve, pero el desarrollo es interesante. Son historias íntimas que estas mujeres comparten hasta donde la lealtad o su moral se lo permiten. Sus vidas giran en torno a sus hombres y a sus trabajos, y sus charlas están embebidas de comentarios pueblerinos, hijos, familia, hombres, animales y enseres. En estas situaciones se ponen de manifiesto aquellos rangos familiares enraigados, el respeto, la autoridad, el valor de la religión y los prejuicios.
Humor y sensibilidad
La pieza que escribió Patricia Suárez tiene una importante riqueza de dichos populares y de la época, que le dan permanentes tintineos de humor a la trama que es bastante dura. Asimismo, la dotó de una iconografía riquísima que es vital para la descripción geográfica y temporal. Escribió una obra con un cruce de aires que resultan cercanos a Fray Mocho, Payró y Florencio Sánchez. Por momentos, su pieza transita por el grotesco o el sainete tardío, para desembocar en el melodrama rural. Tal vez lo objetable de su trabajo sea una pequeña falta de síntesis en algunas escenas y situaciones.
Corina Fiorillo tiene la gran virtud de haber logrado que el lenguaje coloquial de la época, empleado desde la escritura, pueda ser dicho en forma natural y fluida. En escena se ve amor por este trabajo. Trazó una puesta sencilla y apostó al trabajo actoral.
El elenco es correcto, pero cabe destacar la labor de Raquel Albéniz. Su Petrona es firme, acciona y modifica. Es una actriz potente capaz de conducir la acción y de conmover. Por su parte, María Forni interpreta con soltura, seguridad y emoción a su frágil Rita y son las escenas entre ambas las más logradas. Sin desentonar, Stella Brandolín y Anabella Valencia realizan trabajos correctos que, seguramente, se afianzarán con el correr de las funciones. Hay una fuerte presencia milonguera en la música que intercepta la trama y la enriquece, mientras que la puesta de luces de Carlos Ianni trabaja para dotar de intimidad a la escena.
-
Se estrena una obra sobre las abuelas
. La Nación. 09/08/2007
El fruto , de Patricia Suárez.
Está dirigida por Corina Fiorillo
¿Quiénes son capaces de trabajar en forma dura y pujante para hacer teatro gratis? Las mujeres. Por lo menos eso es lo que se respondieron la directora Corina Fiorillo y la dramaturga Patricia Suárez cuando, hace dos años, crearon su ciclo de teatro leído Living, mujeres por mujeres, en la librería Fedra, de San Telmo. Este año abrieron el espectro a otro ciclo en Perro Andaluz, pero con autoras dirigidas por hombres, y viceversa.
Pero esta sociedad de mujeres no terminó ahí. Mañana estrenan El fruto , una obra que, valga la redundancia, es "fruto" de largas charlas en pos de un trabajo en común. "Salió de las ganas de seguir trabajando juntas. Comenzamos a buscar qué nos gustaría contar y a lo largo de muchas charlas, llegamos a nuestros abuelos. Ambas tenemos abuelas que nos marcaron en nuestras vidas", explica Corina Fiorillo, quien también tiene en cartel la obra Tu ternura Molotov , de Gustavo Ott, en el CELCIT.
El fruto habla de esas mujeres del campo, fuertes, que se hacían cargo de la genealogía familiar habida y por haber. "Además, la ambientamos en la época en la que nuestras abuelas eran jóvenes: en 1940, un período ligado a otro costado musical mío: la milonga. Empezamos a hurgar en las historias y recuerdos que ellas nos contaban y llegamos a la idea de querer contar historias de mujeres y sus vínculos con los frutos -explica la directora-. Ahora hay temas que son tabú y, en aquellas épocas, las mujeres los resolvían solas, solidarizándose entre ellas. Hoy pensamos que el feminismo es un logro de los últimos cincuenta años, sin embargo había modos de acción femeninos que permitían a determinadas mujeres salir adelante a partir de la acción solidaria".
Fiorillo cuenta que el proceso de escritura de su amiga Patricia Suárez no le llevó tanto debido el entusiasmo vertido en la propuesta. Fue poco menos de dos meses, de escritura y reescritura. "Patricia tiene una voracidad increíble para escribir cuando un tema le atrae mucho. Arrancamos con una historia de dos personajes y luego nos fuimos a cuatro. Al principio el mundo exterior no estaba tan presente y ahora sí, y lo conforman las gallinas, que rodean a estas mujeres. Al margen de la amistad que pueda unirnos, es buenísimo trabajar con la admiración que tengo por Patricia Suárez".
El elenco de El fruto está integrado por Raquel Albéniz, Stella Brandolín, María Forni y Anabella Valencia. La escenografía y el vestuario es de Solange Krasinsky, la asistencia de Marcelo Albarracín y las luces de Carlos Ianni. "Logramos un ambiente de laburo increíble y un texto que, más allá de que guste o no, nos ha entegado mucho placer en el proceso de realización", afirma esta directora, integrante del CELCIT.