HACER TEATRO HOY. LOS PRINCIPIOS DE LA FE
Chile

Por Benjamín Galemiri

Escrito a propósito del estreno en Santiago de Chile por el Teatro Nacional Chileno de la obra teatral "Los principios de la Fe" de Benjamín Galemiri, bajo la dirección del francés Adel Hakim, en una co-producción franco-chilena, y que será presentada en París en 2003-2004.

LOS ORIGENES
Todas mis obras teatrales se dirigen al mismo casillero o set fundacional: Traiguén, el pequeño pueblo en el Sur de Chile, donde viví mi infancia.

Durante esa época pude conocer a muchos Samuel Arkadin, el protagonista locuaz y mentiroso de "Los principios de la Fe".

Acompañando a mi padre, abogado rural, visité a dueños de fundos, administradores de viveros naturales o de predios agrícolas, en fin, sujetos empecinados en construir estados al margen de la sociedad, con sus propias reglas y leyes morales, incluso sexuales.

Los subalternos hechizados y las "muchas mujeres" hipnotizadas por estos "bizarros" patrones o "gurús" improvisados, siempre me interesaron. Dueños y amos de la palabra, son el eje del orden de la superestructura chilena, donde los sometidos no pueden abandonar a sus infranqueables jefes, predicadores, no sólo por impedimentos de fuerza física, sino que sobre todo, morales.

EL EXITO
Embrujado por ese misterio de la instalación de la promesa verbal de La Tierra Prometida, escribí "Los principios de la Fe", que es la odisea de un grupo de personas esclavizadas por la prédica acerca del éxito y de la repulsión al fracaso.

El protagonista de mi obra, Samuel Arkadin, es una persona cuya palabra pierde eficacia porque todos los engranajes que lo sustentaban como hombre de éxito, han dejado de operar.

EL FALSO DISCURSO
Estos nuevos predicadores, del dinero, del éxito y del sexo, son personas de una gran soledad y astucia, que intentan romper ese aislamiento a través de inmensas construcciones lingüísticas.

Este personaje hablador y socarrón, que “hace creer”, siempre me fascinó, y lo aprendí de los “parlanchines” de la Biblia, seductores y autoritarios, inspirados y manipuladores, como Samuel Arkadin.

Hay un concepto básico que está en mi obra, y es la del hombre que fomenta la utopía hasta la exacerbación, y si ya "es imposible creer", entonces hay que "fingir que se cree".

LA BIBLIA Y EL WESTERN EN EL CHILE DE LA TRANSICION
Me gusta mucho la estructura epopéyica de los grandes relatos, pero trasladada al Sur de Chile.

Mis obras son historias bíblicas pero en el Chile de la transición.

Todas mis escritos son un poco westerns, pero “Los principios de la Fe”, es un western chileno-bíblico.

La odisea de Samuel Arkadin, que va en éxodo al Sur de Chile, y forma su propia tierra prometida con su harem y sus seguidores, y comienza una prédica y finalmente es ajusticiado, para mí es una mezcla entre Sergio Leone, la Biblia, Chile y el humor.

LAS MUJERES
Las mujeres de Samuel Arkadin son más humanas que él, menos pusilánimes, pero están demasiado apegadas al amor, por eso fracasan frente a la "ideología" de Arkadin y el concepto del éxito.

LOS CAUDILLOS SEXUALES
En el fondo todos los caudillos morales y sexuales siempre me atrajeron, y de alguna manera, escribir para mí ha sido mi propia constitución de estado, donde puedo imponer todas mis reglas.

EL EROTISMO
Para mí, el rol del sexo en el arte es equivalente al del humor.

Pongo escenas sexuales, comentarios irónicos a nuestra tragicómica condición humana.

Me pasa algo parecido con las películas de Scorsese y la violencia: a pesar de la dureza de sus escenas, no puedo evitar reírme cuando Joe Pesci le entierra un lápiz en la garganta a un italiano mafioso en "Casino".

LA VERDAD Y LA MENTIRA
Las mujeres siempre son más profundas y valientes que los hombres. Por eso en mis obras los personajes masculinos levantan discursos manieristas y alambicados para marear a las mujeres y escaparles a su verdad esencial.

LOS MODELOS PARADIGMATICOS
El tema de la paternidad ya saben cuánto me ha obsesionado.

Pienso que la búsqueda por el origen nunca termina. Es algo bíblico: nunca aceptaremos totalmente de dónde venimos y nunca permitiremos no venir de ningún lado.

EL TEMA DEL RELATO
Todas mis obras siempre están atravesadas por esta obsesión estética: ¿quién es el dueño del relato?

Este tema central del relato, donde los personajes secundarios parecen rebelarse e intentar asumir el control del protagonismo, y en dónde el protagonista abdica al poder a través del poder -siendo inherente al poder perderlo- está en el centro de mis construcciones dramáticas, donde el gobierno de la casualidad es moneda corriente, donde las distintas prédicas llevan a una propia tiranía de las palabras, que es en el fondo la tiranía del relato.

De alguna manera, en mis obras, no hay personajes secundarios, al menos como se entiende convencionalmente.

Todos buscan el control del relato, aunque algunos no quieren el poder, quieren ser amados, como Joel, otros, como Samuel Arkadin, hablan desde una grandilocuencia, lo que es muy propio de los habladores de nuestras sociedades latinoamericanas.

Esta guerrilla de los discursos, de las confesiones inmundas y a veces sofocantes que recorren “Los principios de la Fe”, esconden a su vez, el tema de lo artificial o artificioso como un verdadero-falso discurso.

En ese sentido, tomo los diálogos más como un maquillaje, hasta que las máscaras caen, surge la verdad, y luego nuevamente el artificio.

CHILE Y FRANCIA
Ya he contado que mis abuelos nacieron en Esmirna, y provienen de un antigua y tradicional familia judía sefardí. En Esmirna, se formaron en la Alianza Israelita Francesa, que financiaba la aristócrata familia judía francesa Rotschild, a condición de que aprendieran francés.

Esa influencia fue continuada por mi padre, que primero me inscribió en el recóndito y especial colegio Alianza Francesa de Traiguén, (el primero en Sudamérica) y luego en la Alianza Francesa en Santiago).

No es culpa mía sentirme un poco francés, y sí es culpa mía, ser snob y amar ese afrancesamiento en mis venas.

Cuando tenía ocho años de edad, vi "El muelle en Brumas" de Marcel Carné, con Jean Gabin y Michéle Morgan, y caí en estado de trance. Amé esa película, pero sobre todo ese aire poético, ese ambiente de miradas cargadas de significado, de maravilloso snobismo (veo el snobismo como un procedimiento cómico), de humor y de estética desbordada.

Esa película me decidió ser cineasta, y leer a Moliere me llevó a ser autor teatral. Me propuse una meta snob y provinciana: ser un escritor universal, estrenado en Santiago y en Francia.

Treinta y cinco años después, he logrado mi gran meta: escribir una obra teatral especial para el Teatro Nacional Chileno, que será dirigida por un gran director francés Adel Hakim, obra que luego será llevada a París.

¿Ven que soy afortunado?