INVESTIGAR EL TEATRO. CONDICIÓN Y CARACTERÍSTICAS DEL EXILIO TEATRAL ESPAÑOL
España

Por Juan Antonio Hormigón

Estas notas son tan sólo el esquema de la primera parte de la intervención llevada a cabo por J. A. Hormigón en el Encuentro sobre el Exilio Teatral Español. El texto íntegro se incluirá en el libro que sobre el tema editarán las Publicaciones de la ADE en el presente año.

Nací de honesta madre; dióme el cielo
fácil ingenio en gracias afluente,
dirigir supo el ánimo inocente
a la virtud el paternal desvelo.

Con sabio estudio, infatigable anhelo
pude adquirir coronas a mi frente:
la corva escena resonó en frecuente
aplauso, alzando de mi nombre el vuelo.

Dócil, veraz, de muchos ofendido,
de ninguno ofensor, las Musas bellas
mi pasión fueron, el honor mi guía.

Pero si así las leyes atropellas,
si para ti los méritos han sido
culpas; adiós, ingrata patria mía.

Este soneto de Leandro Fernández de Moratín que lleva el título explícito de “La despedida”, es un testimonio cabal de sus sentimientos al abandonar España, su país, camino del exilio francés del que ya no regresaría. Es un recordatorio fehaciente de que España, nuestro país, ha sido pródiga en expulsiones lapidarias y provocación de exilios provocados casi siempre por la persecución de la inteligencia, las libertades civiles, los afanes de justicia y buen gobierno, la legitimidad emanada de los votos de la ciudadanía, etc. Podríamos encontrar otros muchos ejemplos que abonaran estas aseveraciones.

Su evocación nos sirve de pórtico al masivo y lacerante abandono de su tierra y sus raíces, por quienes padecieron el amargo dolor de la derrota en la guerra civil. Masas aterradas de combatientes y población civil de todas clases, cruzaron la frontera norte, huyeron en embarcaciones o utilizaron cualquier otro medio para huir de quienes erigidos en salvadores de España, traían consigo la sangre, la muerte, el terror y la ignominia para los vencidos.

En muchos casos aquel exilio supuso el abandono de la patria para siempre, en otros un prolongado exilio del que al retornar, como visitantes o para quedarse, nunca lograron llenar el tiempo pasado. El vacío era demasiado grande y la España de sus recuerdos una ensoñación irreconocible muchas veces.

EL CONCEPTO DE EXILIO Y LA CONDICIÓN DE EXILIADO
Al abordar el exilio español de 1939 nos referimos en primer lugar al debido a razones de fuerza. La alarma o el miedo a perder la vida, los derechos políticos y ciudadanos o la dignidad como seres humanos, fueron las razones básicas que empujaron a los más a la huida del país.

Unido en ocasiones pero independiente en no pocos casos, encontramos el autoexilio por convicción. No existe una amenaza grave contra la vida, pero no se aceptan en modo alguno las condiciones dictadas por los vencedores, no sólo hacia los vencidos sino hacia toda la población. Ese sería el caso de Pedro Salinas, Juan Ramón Jiménez, Jacinto Grau u otros.

Este exilio por convicción no hay que confundirlo con el hecho de irse a trabajar fuera, sobre todo en los casos de profesionales de nivel medio/alto. Sí se dio en ocasiones el hecho de utilizar un destino laboral como justificante y único de una salida del país.

La emigración económica como tal fue de características diferentes.

CARACTERÍSTICAS DEL EXILIO ESPAÑOL DE 1939 Y AÑOS POSTERIORES
El exilio se inició a finales de agosto de 1936, al iniciarse la batalla de Irún, pero las mayores oleadas se produjeron a partir de 1938 y hasta el final de la guerra civil, como consecuencia de la derrota. Junto a masas de soldados del ejército republicano español, marcharon columnas inmensas de la población civil abatida y aterrada. Las imágenes y descripciones de aquella huida desasosegada, acosados por la aviación y la artillería franquista, son sobradamente elocuentes para permitirnos captar las dimensiones de aquel horror. En cualquier caso la realidad siempre sería mucho mas dura y violenta que nuestras evocaciones.

Desde 1945 y hasta los primeros años cincuenta se produjo una segunda huida. Esta fue mucho más selectiva y siguió caminos diversos. La Guerra Mundial había terminado y tras el breve periodo de esperanza para los republicanos españoles de dentro y de fuera, que siguió a la derrota del fascismo en Europa, muchos comprendieron que el franquismo quedaba asentado en el poder gracias al apoyo tácito o expreso de los Estados Unidos y Gran Bretaña, que lo consideraban un valladar contra el comunismo, y decidieron partir buscando lugares más acogedores. Sólo hay una vida y decidieron no renunciar a vivirla aunque les carcomiera la melancolía del recuerdo, la pérdida de raíces y las dificultades que les aguardaban.

La diáspora hispánica fue de proporciones gigantescas y abarcó los cinco continentes. No obstante fueron América y Europa los que concentraron en mayor número a los españoles exiliados.

En Europa se ubicaron mayoritariamente en Francia, tanto en la región de París como en Toulouse y en menor medida en el área de Marsella. En menor número en la Unión Soviética, preferentemente en Moscú y Lenigrado y alguna otra ciudad por razones de trabajo. A partir de 1945, hubo exiliados españoles en Polonia, Rumanía, RDA, etc.

En el norte de Africa, se ubicaron sobre todo en alguna ciudad argelina como Orán, así como en Tetuán.

En la América hispana, el país que llevó a cabo una acogida excepcional fue México. La decidida voluntad del Presidente Cárdenas y profundas razones históricas, llevaron a que las puertas del país se abrieran a todos los que llegaran, que se crearan instituciones culturales, sociales y asistenciales y que los niños huérfanos encontraran protección y acogida en todos los sentidos. El pueblo español tendrá siempre esta deuda con el mexicano y en particular con aquel presidente excepcional que fue Lázaro Cárdenas.

Otros países como la República Dominicana, Venezuela, Colombia, Guatemala, Bolivia, Colombia, Puerto Rico, Cuba, etc., permitieron también la entrada de grupos reducidos y en ocasiones selectivos. En el cono sur, Chile y Uruguay procedieron de forma similar. Argentina por el contrario y Buenos Aires en particular, se convirtió en el segundo país en la recepción de exiliados españoles. En Estados Unidos se dieron casos aislados. E incluso se han detectado en Asia y Oceanía la presencia de españoles como resultado de la diáspora producida por la Guerra civil.

MENTALIDAD DEL EXILIO
La situación del exiliado español, huido forzoso de un país al que por razones de seguridad o convicción no puede o no desea volver, determinaron la aparición de una mentalidad que incidió en las conductas que unos u otros adoptaron:

La inmensa mayoría participó de impulsos similares durante bastantes años:

- Un deseo ferviente de retorno, acuciado por la firme voluntad de no regresar mientras no se produjera un cambio político, así como la desaparición de quien condujo la campaña bélica contra la legalidad republicana y se convirtió en dictador..

- Una sensación de paulatino desarraigo, que les produce el sentimiento de no pertenecer ni a España ni a su país de acogida

"El dolor del destierro -escribe Catherine G. Bellver- abarca no sólo la amarga conmoción ante los sucesos históricos sino también el difícil trauma interior de reconciliación entre el pasado añorado y el presente angustiado y entre éste y el futuro del retorno soñado" (1).

Todo ello determina una profunda contradicción, una inestabilidad emocional y una dolorosa indeterminación a la hora de tomar decisiones:

"Los efectos del exilio pesan no sólo sobre el presente sino también sobre el pasado. La soledad provocada por la nostalgia -como señala Biruté Ciplijauskaité-, hace al que se ausenta sentir un hueco en su existencia, pero también la tierra dejada atrás se queda sola. Esta tierra puede evocarse entre las sombras del recuerdo, pero el paisaje revivido, además de imaginado, es diferente, transformando por los estragos de la guerra en espectro de lo que era antes" (2).

La creencia en la inminencia o no del retorno determinó dos posturas:

- Los que no adquirieron nada, no se instalaron, vivieron en la provisionalidad absoluta, pensando que el regreso podía producirse de un momento a otro.

- Los que dedujeron que el proceso sería largo, y desde un principio procuraron integrarse en el país de acogida, intentaron trabajar allí y de ese modo transmitieron sus conocimientos y experiencia.

DIFICULTADES PARA LA COMPRENSIÓN DEL EXILIO TEATRAL EN SU CONJUNTO
El exilio teatral español incluyó todos los ámbitos del trabajo escénico. Actores, directores de escena, autores, escenógrafos, figurinistas, maquinistas, etc. fueron parte de la oleada del exilio. Unos tenían un amplio ejercicio profesional, otros muchos eran bisoños; todos ellos abandonaron el país hacia destinos diferentes

El exilio español en general y el referido al teatro en particular, son difícilmente aprensibles en su globalidad debido ante todo a las dimensiones geográficas de la diáspora ya reseñadas. A ello hay que añadir las notables diferencias existentes entre unos lugares u otros en relación a las posibles prácticas escénicas que se dieron en cada caso.

En segundo lugar hay que tener en cuenta la disparidad de empeños. En unos casos los exiliados españoles pretenden seguir adelante ejerciendo sus profesiones escénicas o literarias, en otros hacen teatro para encontrar un nexo común en la lengua o las evocaciones de una España lejana e inaccesible.

Por último debemos aludir a las dificultades que existen para reunir muchos de los documentos. En ocasiones se han perdido o precisan de un minucioso trabajo de búsqueda para hacerse con ellos.

En algunos casos y por parte de algunos estudiosos y partícipes de la diáspora como Francisco Ayala, se ha negado la existencia de una literatura del exilio en su sentido global y coherente. No obstante podemos hablar sin riesgo de error de un teatro realizado por los españoles en su exilio, así como de una literatura dramática de modos similares, establecer ciertas pautas e incluso aventurar determinadas características que trazan algunas de las líneas maestras de este hecho.

LA GENTE DE TEATRO DEL EXILIO, LOS AUTORES EN PARTICULAR, RESPECTO A SU CONTEXTO Y AL PÚBLICO
El autor pierde su contexto, más necesario en la literatura dramática que en la poesía o la narrativa. El territorio cotidiano que transita, social e incluso lingüístico, es diferente .

- Un asunto capital como ya he dicho, es el de la añoranza de España que se manifiesta de modos diferentes.

Un buen ejemplo lo constituye el fragmento de una carta de Jacinto Grau (Barcelona, 1877-Buenos Aires, 1958) a su amigo Julio Imbert, pocos días antes de morir.

"...Le ruego conserve mi impresión de la situación en que muero en mi destierro. (...) Mi país es uno de los países, sobre todo en ciertas regiones, donde la vida es más sabrosa...También echo profundamente de menos los pinos y el mar Mediterráneo hispanos; ese mar en el que yo me he sumergido tantas veces y he visto mudar de color en gradaciones de una belleza inolvidable. Lamento mucho, y me pesa en el alma, no volver a esa tierra donde nací, siquiera aunque no fuese más que para vivir un sólo día en ella... También echo de menos el acento y la prosodia hispana, cuya hermosura, profundidad y claridad, solamente raras veces se han aprovechado a fondo".

(W. Giuliano: “The last words of Jacinto Grau”. Hispania, XLIII, 1960)

Tiene resonancias similares a este otro de Pedro Salinas:

"Yo no soy más que un pobre desterrado lejos de sus nietos y de su patria, que escribe por desesperación..."

(Carta de Pedro Salinas a Dámaso Alonso, 11 de abril de 1951)

Por lo que al teatro se refiere, esta situación determina diferentes actitudes:

1.- Percibimos en muchos casos la evocación de la patria abandonada forzosamente, que es embellecida y sublimada: En este caso debemos incluir los repertorios que pretenden evocar los gustos y quereres del público en España (zarzuelas, obras cómicas, etc.) Los Amigos del Teatro Español de Moscú o el Club Español de Moscú son buenos ejemplos.

2.- La labor de ciertos directores que se convierten en difusores del teatro barroco o de ciertos autores contemporáneos, Lorca en particular, o desarrollan labores pedagógicas.

3.- Aquellos que orientan su actividad integrándose en el territorio social en el que se encuentran, con todas sus consecuencias.

Los autores adoptaron diferentes comportamientos:

I.

1.- El autor escribe testimoniando las crudas realidades vividas en el pasado o para exaltar la lucha del pueblo español: Carlota O'Neill: “Cómo fue España encadenada”; Max Aub: “San Juan, Morir por cerrar los ojos. El rapto de Europa”; María Luisa Algarra: “Casandra”; Alberti: “Noche de guerra en el Museo del Prado”; Herrera Petere: “Carpio de Tajo”; Francisco Martínez Allende: “Camino leal”.

2.- El autor testimonia la situación del exiliado: Max Aub: “Tránsito”; Fausto Verdial: “Los hombros de América”.

3.- El autor en ciertos casos evoca la patria abandonada forzosamente, que es embellecida y sublimada. Muestra su nostalgia o su soledad: Pedro Salinas: “La fuente del Arcángel”, “La estratosfera”; Alberti: “El trébol florido” (1940).

4.- El autor escribe intentando tratar asuntos del interior de España, lo que determina sorprendentes disfunciones dado que desconocen las nuevas realidades y sólo las conocen por informaciones de prensa o cartas y noticias de familiares y amigos: Max Aub: “La vuelta”, “Los guerrilleros, la cárcel”; Carlota O'Neill: último acto de “Los que no pudieron huir” (1963), retirado posteriormente por la escritora cuando la publicó con el título de “Cómo fue España encadenada”.

5.- El autor se refugia en un terreno abstracto o genérico, aunque remitido a la sociedad contemporánea: Alejandro Casona: “Los árboles mueren de pie”, “Prohibido suicidarse en primavera”, “La dama del alba”; Luisa Carnés: “Los vendedores de miedo”; María Martínez Sierra: las obras reunidas en “Fiesta en el Olimpo”; Isabel Oyarzábal: “Diálogos con el dolor”; Jacinto Grau: “En el infierno se están mudando”; Pedro Salinas: “La bella durmiente”; Concha Méndez: “El solitario”; buena parte de la obra de José Ricardo Morales, etc.

6.- El autor acude a temas históricos o literarios: Alberti: “La lozana andaluza”; Ramón J. Sender: “Hernán Cortés”, “Don Juan en la mancebía”; Max Aub: “La madre”; Bergamín: “Medea la encantadora”; María Zambrano: “La tumba de Antígona”.

II.

El autor del exilio perdió a su público próximo y el contacto con una realidad conocida, pero ello le permitió escribir con una libertad mayor que la que hubiera tenido en España. En consecuencia adoptó a su vez diferentes posturas:

- Escribe para un público hipotético e indeterminado. Un público potencial que quizás solo existiera en el futuro.

- Escribe para la comunidad española que le rodea, un público adicto, exiliado también. En este caso tiene garantizada la recepción pero le acosa el riesgo de una endogamia que disminuya su capacidad creativa.

- Escribe de forma paulatina en relación a un público concreto que reconstruye, que es el de su país de adopción

PROPUESTA FINAL

Queda mucho por hacer en la recuperación de la memoria del exilio teatral español. Es una tarea sin embargo que debería configurarse como una cuestión de Estado.


Notas

(1) Bellver, Catherine G.: «Los exilios y las sombras», en: Concha Méndez en su mundo (1898-1986). Madrid: Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 2001, p. 195. Volver
(2) Ciplijauskaité, Biruté: La soledad y la poesía española contemporánea. Madrid: Insula, 1962, p. 199. Volver
(3) Bellver, cit., p. 196