HACER TEATRO HOY. EL ORGULLO PERDIDO EN ARGENTINA
Así describió Rafael el tema de la obra "Un momento
argentino" y fue una de las frases que no he olvidado.
Alemania
Por Julieta Figueroa
El 8 de diciembre de 2002 se estrenó en el Theaterhaus
Stuttgart al sur de Alemania la pieza breve "Un momento argentino"
de Rafael Spre gelburd,
una farsa grotesca sobre la ficción y la realidad en la Argentina
actual.
Ante la creciente crisis política y económica
el Royal Court Theatre de Londres le había comisionado a Spregelburd
en enero 2002 la escritura de una pieza breve, con un ojo puesto en la
cuestión de los derechos humanos. "Un momento argentino"
se estrenó primero en Londres, luego en Estocolmo.
En solamente siete días se montó el estreno
alemán de la obra con el elenco internacional del Theaterhaus Stuttgart
y como coproducción del Staatstheater Stuttgart y de la Sociedad
de Teatro y Medios de Latinoamérica. La actriz chilena Julieta
Figueroa, asistente de dirección del estreno alemán de la
pieza, da cuenta de su experiencia.
Hace muchos años que Hedda Kage trabaja intensamente
en Alemania para la divulgación del teatro latinoamericano. Ese
entusiasmo la llevó a fundar en el 1988 junto a otras personas
a la „Sociedad de Teatro y Medios de Latinoamérica“.
Cuando me habló de un proyecto de montaje del autor y director
argentino Rafael Spregelburd me provocó inmediatamente interés
la idea de participar como asistente de dirección en un proceso
teatral con actores alemanes junto a un director latinoamericano. Sería
una experiencia paralela y distinta a la mía como actriz en Chile.
En el 1996 y 1998 junto a otros actores chilenos con el director alemán
Alexander Stillmark en los montajes de „La misión“
y „Autopsia: Santa Juana“.
A Rafael lo conocí recién el día que ambos
llegamos a Stuttgart el 30 de noviembre. Me resultaba extraño ser
asistente de dirección de alguien sin antes conocerlo y más
aún para una producción de sólo seis días
de ensayo. Sin embargo, ambos teníamos un mismo vínculo,
el idioma y nuestra amiga Hedda Kage, por quien, a causa de su despedida
de Stuttgart, se realizaba este trabajo.
Leí la obra en alemán y esperaba poder leerla
en castellano para comprender, en el idioma original, el humor que tenía.
Dos parejas de amigos, ambos hombres militares, observando diapositivas
de un viaje de vacaciones a Cuba. Alicia, una ingenua militante de izquierda,
hija „adoptada“ de uno de ellos, amenaza con una bomba en
su cuerpo para saber la verdad de su origen. Con la presión de
querer orinar urgentemente el militar reconoce ser el torturador de sus
verdaderos padres. Al final la única salida a su prioridad fue
orinar dentro de un florero.
Para nosotros, los chilenos, existe una imagen muy clara de
cómo son los argentinos y cómo reaccionan frente a determinadas
situaciones. No es inusual escuchar de la gente en Chile: ¡“en
Argentina suben los precios de la locomoción y si la gente lo encuentra
injusto, lo dicen claramente y salen a la calle de inmediato!“.
Extrovertidos, seguros, y para muchos, arrogantes.
Sin decir que una dictadura es peor que la otra, ya que todas
son igualmente terribles, tuvieron ellos una extremadamente horrorosa.
Los argentinos han vivido y viven a un límite impresionante y sin
embargo, siempre existe un humor y un riesgo detrás de sus reacciones.
En Rafael pude ver aquella mirada-argentina de inmediato, aquella ironía
que los caracteriza, ser directos y reírse de si mismo y de los
otros. Un mecanismo de defensa, de sobrevivencia. No pretendo decir con
esto que tienen una mirada superficial frente a la realidad, sino al contrario,
me impresiona cómo gracias al humor se mantienen en pie.
Con la primera lectura tuve la sensación que la obra
continuaba, era la mirada a una pequeña parte de esta última
crisis. Sin duda la obra hablaba a un público no argentino, sobre
de lo que estaba sucediendo en el país de los „europeos de
Latinoamérica“. Lo absurdo de esta crisis, porque así
se percibió en algún momento, se podía ver claramente
en la obra. Y si bien ésta tenía como objetivo hablar de
la realidad política que estaba ocurriendo en Argentina se alejaba
de ser una obra de denuncia directa o panfletaria. Sin embargo, Rafael
decía que la obra sería imposible de realizar en su país.
La gente no está interesada en ver sobre el escenario lo que se
puede observar concretamente en la calle, en la televisión, los
diarios, emails etc. y si se llegase a hacer debería ante todo
escenificarse extremadamente realista, sin representaciones ni simbolismos.
Desde este punto de vista me parecía interesante lo que Rafael
debía hacer con el elenco. Observar la opinión que podrían
entregar actores alemanes-europeos sobre una situación ajena a
ellos.
Lo primero que quise de Rafael fue saber cuales eran las expectativas
que tenía de mi asistencia, qué necesitaba, cómo
quería trabajar. Además de decirle que lamentaba estar en
ese momento „físicamente discapacitada“ (esguince en
mi pie izquierdo y caminando con muletas).
„No te preocupes, tengo todo claro, sólo necesito
cosas puntuales, por ejemplo que para mañana estén; lata
de papas fritas Pringles, adornos de silla de rueda, florero, lata de
coca-cola...“, ya venía con dos experiencias de la misma
producción, Londres y Estocolmo. Clarísimo, ya sabía
cómo sería todo. En ese momento supe que mi función
consistía principalmente en transmitir al equipo del teatro lo
que Rafael necesitase, así él se preocuparía sólo
de la escenificación del texto. Por supuesto todo funcionó
como se esperó, estabamos dentro de un teatro subvencionado, donde
cada uno se dedica a realizar lo que le corresponde. Me refiero a la realidad
distinta, que también nos toca vivir, de las compañías
de teatro independiente en donde actores, directores son a la vez, vestuaristas,
utileros, productores, etc.
Sin duda el trabajo se limitaba a realizar lo posible en seis
días de ensayo. Rafael lo encontraba un lujo. De las producciones
anteriores, ésta era la más holgada de tiempo. La idea era
tan eufórica como todo lo que sucedía en Argentina. Es difícil
imaginar las posibles soluciones a aquella crisis que lamentablemente
se arraigó en nuestro país vecino. Todo cambiaba día
a día, incluso en horas. Cada acción era más absurda
que la otra. Por lo mismo en estos seis días se vivió una
atmósfera de asombro, incredulidad y humor sobre lo que en aquel
país ocurrió y podía ocurrir.
Primer día de ensayo: los actores estaban muy ansiosos,
traían el texto aprendido y muchas dudas. Sus inquietudes estaban
relacionadas con la situación en Argentina, y preguntas específicas
del texto.
Ante todo Rafael quiso hacer de inmediato una pasada completa
de la obra. Aclaró que no quería que fueran explicativos.
Por lo mismo las respuestas a las dudas de los actores vinieron después.
Claramente la primera dificultad fue la desconexión
que tenían entre sí. El texto aprendido en casa debía
ser ahora un sólo diálogo, fluido e hilado.
En casa, camino al teatro y sobre todo en los ensayos, comentábamos
con Rafael la forma en que los actores comenzaban a movilizar el texto.
Aquí se podía ver una pequeña dificultad;
tener que comprender bien lo que sucede y lo que quiere decir la escena
para saber por qué el personaje responde de esa manera. Rafael
enfatizaba en no actuar, no hacer más de lo que hay que hacer.
Se veía incómodo para los actores tener que pensar, decir
y hacer al mismo tiempo. Tres acciones simultáneas y diferentes
a la vez que no tienen necesariamente que funcionar con una lógica
coherente, clara para el pensamiento racional.
Una conversación que tuve con Stephan Moos, el actor
que interpretaba a Angel en la obra, decía: „Generalmente
lo primero que busco es cómo se mueve el personaje, qué
gestos hace, por ejemplo; si siempre lleva las manos en los bolsillos
puedo encontrar el cómo camina, el ritmo que tiene...“ Formas
distintas de trabajar y por supuesto, siempre atractivas de ver.
Igual de interesante fue observar cómo estos actores
interpretaban un tipo distinto de comedia. El humor en la obra de Rafael
estaba presente y no era necesario subrayarlo, y muchas veces cuando ellos
„actuaban el chiste“, el humor desaparecía. Rafael
repetía el no trabajar con simbolismos, didáctica o aclaraciones
frente al público. Lo importante era ser particulares, efectivos.
No hay nada que explicar sino saber, como actores, hacia donde dirigir
el foco y conducir, tanto con las acciones como con las pausas, la atención
del público.
Era fácil ver a Rafael rápidamente sobre el escenario
actuando personalmente el papel que quería aclarar. Con el alemán
que Rafael manejaba nunca tuvo problemas para comunicarse, pero siempre
a través de la actuación fue más fácil. En
su interpretación se podía ver el tipo de humor que la obra
pedía, lo absurdo, lo lógico de lo ilógico que él
hablaba, y los actores siempre respondían con un „ahhh!“
y risas a lo que la situación, con Rafael como actor, provocaba.
Muchas de las escenas tenían esta hilación absurda
para el pensamiento lógico (que en el fondo no existe), y lograr
que lo absurdo se volviera natural era lo que Rafael trabajaba y buscaba
profundizar durante los ensayos. Montar en forma realista una obra que
estaba estructurada con situaciones claramente ridículas. Por lo
mismo, cómo él decía, mientras más realista
y verdadero lo interpreten, más claro será el humor de la
obra, y lo que queremos decir será percibido a través de
las sensaciones que las situaciones provocan.
Reacciones rápidas, fluidas, manejo correcto de la energía
que la situación requería, no más ni menos. En un
comienzo fue difícil lograr esta sincronía rítmica
entre las situaciones, para que así los chistes que se contaban
en la obra no estuvieran explicados y para que todo sucediera sin interrupción
ni psicologismos. Es difícil ver a este país compasivamente,
y debido a la exacerbación de aquella realidad, la empatía
frente a Argentina se volvía tragicómica. Es una situación
que en el fondo no deja más que reírse.
Un día de ensayo Rafael pidió a Günter Brombacher,
el otro personaje hombre de la obra, que destruyera por casualidad una
parte de la escenografía. Empezaba tirando un reloj al suelo, luego
un plato, apagar y encender unas cuantas veces la luz de una lámpara
de pie, a pesar de que esto nunca resulto cómo Rafael quiso (lo
que nos hacía reír mucho). Todo sucedía progresivamente
hasta, como última acción, tirar el telón de fondo
de la sala completamente abajo.
Así comenzaba a desmoronarse la escenografía
de lo que Rafael había montado. Era fácil asociar y tener
la mirada en Argentina. El paulatino deterioro y derrumbe de lo que en
algún momento estuvo en pie.
Ya el segundo día estábamos midiendo cuanto duraba
la obra. Desde aquí el tiempo era sólo para naturalizar
la comunicación de los actores, trabajar el ritmo y energía
de la obra. Tres, cuatro pasadas diarias y muchas detenciones para enfatizar
en estos puntos. Al comienzo nos dimos cuenta con Rafael que era extraño
para los actores que él detuviera la escena a cada minuto para
corregir o entregar alguna nueva indicación. Pero ellos se acostumbraron
rapidamente a este tipo de trabajo y pronto aquella incomodidad del comienzo,
ya no se veía.
El resto de los días estuvieron siempre en un ambiente
relajado. Rafael nunca se vio tenso o preocupado, a excepción del
día del ensayo general. El día anterior necesitábamos
para la sesión de fotos, el vestuario, escenografía, luces,
y fácilmente estuvo todo lo necesario en el momento exacto. Estabamos
a un día del estreno, nos cambiamos de la sala pequeña a
la grande y había que adecuarse al nuevo espacio. Detalles técnicos,
de la escenografía, luces y utilería era lo que quedaba
por preparar.
El ensayo general, pasada con público.
Aquí fue donde se pudo ver concretamente que en la última
escena algo extraño sucedía, éste era el momento
en que Alicia entra con una bomba en el cuerpo y amenaza a la familia,
mientras lee en voz alta las peticiones de los cuidadanos.
Rafael, dirigiendo todos los días con esa paciencia
que los actores siempre comentaban, enfatizaba en que en esta escena había
que alejarse de ser víctimas o héroes. Se debe presentar
como una realidad, sin opiniones que denuncien, clarifiquen o entreguen
afirmaciones sobre lo que el texto dice. No existe credibilidad frente
a los símbolos, frente a la representación; por lo mismo,
esta parte funcionaría en el momento en que los actores vivieran
la escena sin ningún tipo de representación, sin atribuirle
juicios didácticos o moralistas. Y sólo aquí, en
la pasada general, vi a Rafael un poco inquieto, al percibir que los comentarios
estaban dirigidos a esta escena. Sin embargo, sabíamos desde el
comienzo que los actores necesitaban más claridad en esta parte.
„Esto no puede quedar así, todo el humor que leí
en la obra no está, desaparece en el momento que empieza esta escena“
le dijo Hedda a Rafael muy preocupada. Después de este ensayo y
una seria conversación que tuvimos en la cantina del teatro con
Hedda y con todo el elenco, los dos actores de ésta escena, Asli
y Stephen, decidieron a pesar de estar ya muy cansados, seguir trabajando.
Rafael propuso ir a casa, descansar y continuar al otro día, pero
Asli, Alicia en la obra, dijo inmediatamente que prefería hacerlo
esa misma noche ya que sería casi imposible descansar o dormir
sabiendo que su escena estaba insegura. Así fue como Rafael trabajó
hasta muy tarde sólo con los dos actores e intentó guiar,
movilizar esta parte hacia el mismo camino en que estaba dirigido el resto
de la obra: Humor y Ritmo.
Después de unas cuantas horas, se logró más
claridad en la actuación de los actores.
Llegaba el séptimo día; estreno, mucha gente,
todo preparado y Rafael, como siempre muy tranquilo. La obra era un verdadero
montaje. Muchas de las impresiones del público estaban relacionadas
con lo que Rafael había logrado en sólo seis días
de ensayo.
Para los actores más impresionante era haber vivido
aquella experiencia, aquel proceso. Seis días sin ningún
tipo de estrés, ni mucho menos exigencia de parte de Rafael. Los
actores estaban muy satisfechos con el trabajo, la manera en que Rafael
los conducía era nuevo para ellos.
Desde afuera, pude ver claramente cómo lo disfrutaban.
Sin lugar a dudas, observar y formar parte de este proceso
de montaje, fue un privilegio. Estar siempre al lado de Rafael fué
acercarme claramente a aquel país vecino que tan bien logra separar
la Cordillera.
Escribir indicaciones, observaciones, críticas y lanzar
el texto a los actores, cuando éstos lo olvidaban, fue personalmente
en este momento en que vivo en Alemania, el mejor camino para profundizar
en mi aprendizaje del idioma y sobre todo para comenzar a comprender el
trabajo teatral alemán, principal razón por la que me encuentro
en este lugar.
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